He recibido una
carta de 23 puntos de Martha Meier Miró Quesada, miembro del directorio del
diario El Comercio y editora de fin de semana, como respuesta a una nota que
publiqué hace unos días (“La zarina y las esterilizaciones”) Lo primero que
debo decir es que se trata de un texto cordial y amistoso, por encima de las
divergencias, lo que me mueve a corregir la impresión que tenía de que sus
actuales cargos la habían cambiado.
No puedo
responder punto por punto lo que ella dice, por lo que me concentraré en los
asuntos principales. Dice Martha sobre la libertad de expresión en tiempos de
Fujimori que a pesar de los delincuentes que vendieron la línea editorial y los
topos del SIN, había diversidad de opiniones y opositores en los medios. Pero
si esto bastara para considerar una libertad real, ¿qué se podría decir de la
situación en Ecuador, Argentina o Venezuela, tan odiados por El Comercio, donde
pueden haber las declaraciones y propuestas reguladoras que se quieran, pero
existen durante años fuertes voces opositoras a veces hasta golpistas y nadie
ha comprado líneas ni ha inventado diarios chicha con plata del Estado?
Y si vamos a
convenir que fue delictivo venderse al poder, también lo fue sin duda comprarse
a la mayoría de la prensa. Y si Martha no lo sabía en el 2000 cuando declaraba
digamos de buena fe que le parecía que había espacio para ideas diferentes,
cómo puede ser que lo que sabe ahora no la subleve lo suficiente como para no
identificarse con la historia pasada y presente del fujimorismo. ¿O es que se
ha creído también la versión de que lo que pasaba en el SIN, donde dormía el
dictador y su familia, no era sabido en Palacio.
Sobre las
esterilizaciones, Martha argumenta que algunas ONG y diversas instituciones
nacionales e internacionales, avalaron el programa de salud reproductiva del
gobierno de los 90. Pero si fuera así, ¿por qué su artículo sobre el tema (“¿En
cuanto más mentirán?”) se centra en defender a Fujimori de ese oscuro monstruo
mentiroso que son las ONG? Cierto que varias organizaciones participaron de lo
que creían un cambio de la política del Estado hacia dar acceso a métodos
anticonceptivos a personas de menores ingresos y se vieron comprometidas cuando
se empezó a saber que habían cuotas obligatorias de esterilización y actos
contra la voluntad de las personas en las que realmente nunca participaron.
Cierto que hay
algunos estudios que han tratado de justificar lo que se hizo apoyados por los
mismos financiadores internacionales del programa. Pero frente a ellos hay
numerosas investigaciones que confirman las esterilizaciones y sobre todo hay
centenares de testimonios de las
afectadas que no se pueden soslayar, salvo que se vuelva sobre eso de la
“teatralización de las víctimas” que lanzó Oscar Valdés refiriéndose a la
Comisión de la Verdad.
01.02.14
www.rwiener.blogspot.com
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