“Piensa por un
momento, Alberto, cuál habría sido tu reacción y la de tu país si el gobierno
colombiano hubiera servido de intermediario clandestino para rearmar a tus
espaldas a las organizaciones terroristas en el Perú”.
Quién dice estas palabras es Andrés Pastrana Arango,
expresidente de Colombia, y la cita es de su libro “Memorias olvidadas”,
publicado hace muy poco, del que la revista Hildebrandt en sus Trece reproduce
un capítulo completo dedicado al tema de los 50 mil fusiles AKM que el gobierno
peruano compró a Jordania en el año 2000 para su entrega a la guerrilla de ese
país, a cambio de dinero proporcionado por el narcotráfico.
Alberto, es por supuesto el nombre del entonces presidente
del Perú, Alberto Fujimori, y el diálogo se produjo en una reunión de la Cumbre
de presidentes de la América del Sur en Brasilia en octubre del 2000. Para esa
fecha ya se habían cumplido dos meses desde que Fujimori, Montesinos y los
ministros de Defensa, Carlos Bergamino, Interior Walter Chacón y el jefe
nominal del SIN (la expresión es de Pastrana) Humberto Rozas, hicieran una
sonada conferencia de prensa para anunciar la conclusión del exitoso “Plan
Siberia”, que habría servido para descubrir una operación de contrabando de
armas hacia la guerrilla colombiana en el que estaban involucrados peruanos,
rusos y ciudadanos de otros países, entre ellos un traficante de origen
libanés.
Lo que explica Pastrana, es que esta conferencia de prensa
fue un recurso del gobierno del Perú ante una situación que se le había ido de
las manos al descubrirse parte del cargamento lanzado en paracaídas en medio de
la selva y verificarse por conductos diplomáticos que los fusiles que se
estaban contrabandeando habían sido comprados oficialmente por las Fuerzas
Armadas, para luego ser derivados hacia una venta ilegal y clandestina.
Fujimori no tuvo ninguna respuesta a Pastrana en Brasilia acerca de por qué no
había coordinado su conferencia de prensa con el gobierno de Bogotá. En medio
de balbuceos, el dictador solamente atinaría repreguntar los motivos por los
que el colombiano no hizo pública la información de inteligencia que ya tenía
que involucraba al gobierno peruano.
Es realmente impresionante que el presidente de otro país
deje constancia escrita de la naturaleza corrupta y mentirosa del gobierno
peruano de los 90 y de la entrañable relación, hasta el día del video
Kouri-Montesinos, entre presidente y asesor. No es que rompieron por alguna
diferencia de ideas o métodos, sino porque estaba en juego la sobrevivencia de
uno y otro. Lo que es increíble es que su sed de dinero sucio fuera tan
exacerbada como para negociar con subversivos de otro país en contra de su
gobierno, cuando internamente la bandera con la que Fujimori fue a la segunda
reelección y con la que quiere aún volver a la política haya sido siempre la de
su supuesta implacable lucha contra el terrorismo.
03.02.14
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