miércoles, febrero 19, 2014

La exagerada vida de Alan García

Alguien tendría que decírselo. Pero no; es seguro que Del Castillo, Mulder y Velásquez seguirán explicando la suma de excesos de su jefe político, como el derecho que tiene de vivir peleando el poder, idea que no es de ellos (cada vez tienen menos ideas propias), sino del mismo García que el otro día dijo en una entrevista que su afán de estar siempre en el centro de los debates no era un delito.

Ciertamente, otros son sus delitos, pero de lo que estamos hablando es más bien de una patología. Sólo AGP puede pasar de dar mensajes a la nación para recuperar el crecimiento de 8%, a la propuesta de embanderar el país antes del Fallo de la Haya (que resultó mucho menos festejable de lo que pensaba), al intento de acaudillar la protesta por el aumentazo, a avisos en los diarios defendiendo la propina de los mozos en los bares, a la organización de un mitin de la fraternidad a lo grande, en el Campo de Marte, con la oposición venezolana incluida, hasta su nueva declaración a favor de la pena de muerte en el velorio del hijo de Carlos Burgos.

Un tema tras otro.  Y siempre a un paso del extravío. Por ejemplo cuando fue a la Megacomisión a alardear que hablaba con Dios para otorgar los narcoindultos, que Chinguel era probo y desapegado al dinero, y que lamentaba no haber tenido el tiempo para indultar más. Era una autoincriminación con aires de fanfarronada, que luego sus abogados tuvieron que anular con la ayuda de los jueces con el pretexto de los errores de citación. En lo de La Haya, hubo antipoema y precipitación para ser el primero en declarar, y obvia patinada porque la sentencia fue demasiado retorcida para explicarla apenas Peter Tonka terminó de leer.

Pero cada cosa pasa y empieza otra, y cuando hay un pequeño vacío lo llena de algo desesperado como eso de las propinas. O empuja a un partido que está sufriendo una ola de renuncias y que el año pasado tuvo una asistencia escuálida en Alfonso Ugarte a exigirse para dar la idea de que ya están camino de regreso al  poder. Y no hay nadie que le diga que no se pase. Y por eso el tipo sigue adelante, ahora con el tema de que se parará la ola de crímenes y violencia urbana, con la pena de muerte. Fue lo que hizo al comenzar su segundo gobierno, en el que encabezó movilizaciones de personas asustadas por la delincuencia para pedir una buena matazón que nos limpie de bandidos. Pero, claro, no está hablando en serio. No sólo porque el Perú ya está afirmado en una posición abolicionista, sino porque a los asesinos no los frena la posibilidad de la muerte. AGP sabe eso perfectamente, pero cree que tiene derecho a hacer política con cualquier cosa.

19.02.14

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