Todo indica que a Alberto Fujimori le sube la presión y le
recrudecen enfermedades, cada vez que se muestran en público las fechorías de
su gobierno y su participación directa en las más retorcidas decisiones del
poder en los años 90. Es lo que acaba de ocurrir con lo dicho por el exjefe de
las FAP que aseguró ante el tribunal que el expresidente le dio la orden de
entregar el dinero para los diarios chicha, lo que el general Villanueva
Ruesta, excomandante general del Ejército no quiso desmentir ni confirmar.
¡Cómo no le iba a subir la sangre hasta 22 y 14, al
ingeniero que dice que no sabía que su gobierno pagaba esa red de periódicos
que llenaban de insultos a los políticos rivales de Fujimori, tomando en cuenta,
además, que hace una semana el exsecretario del SIN, declaró que los titulares
de más de una decena de estos diarios eran consultados y corregidos en Palacio
de gobierno diariamente!
Antes no era así. Por ejemplo, cuando Vaticano sorprendió al
país el año 1996, con la denuncia de que la pista de aterrizaje de Campanilla,
podía funcionar para la salida de cocaína en avionetas colombianas porque
pagaba un cupo de 50 mil dólares mensuales a los jefes militares que hacían de
nexo con el asesor Montesinos; Fujimori no se internó en ningún centro de
salud, ni se inmutó ante tamaña bomba. Apenas una semana después Vaticano
volvió a juicio y era un fantasma de sí mismo, que no atinaba a una frase
coherente, ni siquiera a estar de pie por un rato. Todos sabíamos que lo habían
dopado y anulado su capacidad de denuncia. Simplemente lo sentenciaron en ese
estado y no hubo ninguna investigación sobre los oficiales implicados y la
relación con Montesinos.
También en el año 96, se produjo otro escándalo cuando se
encontró un cargamento con 196 kilos de droga en el avión presidencial.
Fujimori, sin embargo, tampoco se conmovió por esta denuncia y en vez de
preocuparse por aclarar como llegaba droga a la nave que usaba para sus viajes
al exterior (podían haberle instalado un explosivo), se ocupó en sacar a los
jefes de la aviación y a los del SIN de las investigaciones. No hubo presión
alta, ni internamiento clínico, cuando el susodicho todavía podía usar el poder
para tapar los delitos que lo salpicaban. Eso ya no puede hacerlo y parece que
tal cosa lo enferma.
Los llamados siameses, como se ha recordado en estos días, a
propósito del libro del expresidente de Colombia Andrés Pastrana, tuvieron
finalmente la sangre fría de aparecer denunciando su propio contrabando de
armas a las FARC, a cambio de dinero del narcotráfico. Nos contaron que tenían
el mejor servicio de inteligencia, cuando usaban a ese organismo para cometer
delitos. Y al borde de ser descubiertos nada de presión alta, pero sí mucho de cinismo.
07.02.14
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