El partido del poder, que por supuesto no es el
nacionalista, ha dispuesto este último fin de semana que ya era demasiado
sacrificio jugarse por Humala con el sueldo que les fijó Alan García. Luego de
sopesarlo unos cuantos minutos, su jefe máximo concluyó que el aumentazo tenía
que llegar de una sola vez, con toda la polémica que pudiese traer. El Fallo de
la Haya es perfecto para aumentarse, afirmó Castilla imaginándose ante una
asamblea de ministros, viceministros y secretarios generales de ministerios y
entidades públicas, que en su amplia mayoría han sido designados por él, y que
era retribuido con una aclamación de varios minutos.
Basta de desperdiciar el talento que se está yendo todos los
días al sector privado, dijo el hombre del MEF, al presidente y la primera dama
que asintieron ante la convicción del mechoncito y no pidieron un solo ejemplo
concreto de esta migración que estaría desmeritocratizando el Estado humalista.
Sin embargo el presidente volvió a dudar como solo él sabe hacerlo, y le dijo
al ministro: todavía no me subas el sueldo, voy a pensarlo mejor. Castilla
sabía que hubiera sido mucho mejor poner un sueldo presidencial de, por ejemplo,
30,500 soles, para de ahí continuar con los ministros. Pero cuando el
comandante presidente se replegó, se dijo en silencio, que si no aprovechaba el
momento, la resolución que había preparado y que ya tenía la firma del
susodicho se podía diluir con el siguiente desinfle de las encuestas.
Castilla ya había hablado a esas alturas con Fritz, Aldo,
Cecilia, Garrido, Slocovich, y otros más de la GI (gentita importante), para
que aclararan al país que el aumento era por nuestro bien, ya que así vamos a
tener a los mejores ministros (ellos), y nadie va a tener la tentación de irse
del Estado (tentación que algunos han aguantado más de veinte años), y por
añadidura estas buenas personas bien pagadas van a poder manejar cientos o
miles de millones de Estado con mayor probidad (¿y cómo lo hicieron hasta
ahora?) Estaba descontando, además, que los políticos “serios”, como Lourdes
Flores, PPK y la gente de Toledo, sin que les pidan nada, iban a empezar a
darle duro a la demagogia y el populismo de los que se oponen al aumento. Es
una medida impopular, pero necesaria, es más o menos la coartada para enfatizar
que no importa si va en contra del sentimiento de la población que a
reaccionado como un resorte a la conchudez ministerial.
No hace mucho, en medio de la batahola que desató el acuerdo
de incremento de los “gastos de representación”
en el Congreso, que no era sino un aumento encubierto, Humala se plegó a
la protesta y dijo esperar que hubiera una “justificación” para la medida y que
pueblo juzgara a los que habían votado por ella. El acuerdo se cayó, con el
oficialismo y otras bancadas volviendo sobre sus pasos. Ahora cuando se está
viendo que el descontento va a ser igual o peor, ¿qué justificación dará el
presidente?, ¿dirá acaso que sus ministros le presentaron un pliego anunciando
irse?, ¿cómo se quitará de encima el sentimiento generalizado de que primero
les inventaron el “triunfo de La Haya” y luego lo usaron no para resolver un
asunto de fronteras y relaciones entre dos países, sino como cortina de humo
para duplicarse los sueldos.
Tecnocracia y mediocridad política
El aumentazo corona un proceso que se inició en un lejano
julio de 2011, con Humala cercano al día de su juramentación. Por esos días se
produjo un golpe de Estado circuncrito contra la victoria del mes anterior, que
consistía simplemente en entregar la conducción económica a personas de
confianza de la derecha empresarial y mediática, y de los organismos
financieros internacionales. Por esa vía Julio Velarde prolongó por otros cinco
años la presidencia del BCR que le asignó Alan García, bajo el mismo principio
de ser bien visto en las esferas del poder económico; y se reclutó a Miguel
Castilla, viceministro de Hacienda y exjefe del gabinete de asesores económicos
del gobierno aprista, para que tomara la cabeza del MEF.
Para calmar las aguas del nacionalismo y de los intelectuales
de izquierda que todavía rodeaban a Humala, se dijo entonces que al gordo
Velarde se le cercaría con un directorio progresista que le podría límites y
controles. Actualmente los seis miembros del tal directorio provienen de la
derecha neoliberal y son gente de confianza del presidente del BCR, que puede
hacer con ellos lo que le parezca. A su vez se aseguró también que Castilla se
quedaría por un tiempo y hasta se especuló que el desplazamiento de Kurt
Burneo, que aspiraba al cargo, hacia el nuevo ministerio de Inclusión Social
(MIDIS) haría un balance con el jefe del MEF. Tampoco fue verdad. Han pasado
cuatro gabinetes y Castilla, junto con Cornejo y Paredes, son los únicos que no
han dejado el fajín, y curiosamente están a cargo de los tres ministerios donde
se mueve más dinero. Obviamente Burneo se fue con Lerner y dejó el MIDIS como
un ente subordinado política y presupuestalmente al MEF, donde se ha quedado
hasta ahora.
En casi tres años Castilla ha pasado a tener influencia
directa a través de personal del MEF, o de profesionales destacados de
organismos internacionales, en por los menos nueve ministerios. No sólo en las carteras
económicas: MEF, Energía y Minas, Vivienda, Agricultura, Transportes, Comercio
Exterior; sino también en las sociales: Salud, Educación, Inclusión Social. Y
si bien perdió el de Trabajo por la mano larga de Villena (que luego volvió al
MEF), mantiene el control a través de la viceministra. La mancha castillista se
extiende por viceministros y secretarios generales de ministerios, hoy premiados con sueldos
duplicados, y llega a instituciones decisivas como: Essalud, Banco de la
Nación, Sedapal, ONP, Perupetro, y está esperando para engullirse a Petroperú,
por el mismo método de tomar la cabeza y los cargos con sueldos sobre 25 mil
soles.
¿Qué puede hacer el “cosito” de esta historia frente a este
poder fenomenal? Nada. Pero, claro, en la crítica al aumentazo se soslaya
quiénes son los motores de la decisión y sus principales beneficiarios. El
APRA, el fujimorismo y otros eluden chocar con Castilla, probablemente porque
son tan dependientes de la tecnocracia como Humala. Todos hablan del gobierno
mediocre, pero eluden que más de la mitad de los ministros y todas las
decisiones económicas y sociales están en manos de Castilla al que no se
crítica. Pura hipocresía, para que el partido tecnocrático siga en su sitio y
pueda tener del cogote a los siguientes gobiernos.
15.02.14
Publicado en Hildebrandt
en sus Trece
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