domingo, febrero 16, 2014

Deshonestidad está haciendo la coincidencia


Cuando vi el lema de la campaña de Gana Perú para llevar a Ollanta Humala a la presidencia el 2011: “Honestidad para hacer la diferencia”, sentí un enorme vacío y la primera sensación de estar siendo estafado. Era diciembre del 2010, y la fórmula venía acompañada por el cambio de los polos rojos por blancos y por un discurso en que desaparecían los responsables de los males peruanos, y se ofrecía un gobierno con una bolsa grande programas sociales.

Días después llegó a mis manos los resultados de una encuesta por encargo que mostraba lo difícil que iba a ser la carrera de los meses siguientes y un informe de focus group, que había investigado fortalezas y debilidades del candidato. De ahí habían salido algunas conclusiones: que la gente lo veía duro, irritable y pleitista, lo que generaba temor; pero al mismo tiempo lo consideraba sincero, no corrupto e intransigente con los deshonestos, que terminó sintetizado en la idea en que Ollanta era el honesto, en todos los sentidos de esa palabra: que cumple lo que dice, que persigue a los bandidos y que cuida el dinero del Estado. Y eso hacía la diferencia.

Ahí estaba toda la explicación del cambio político para iniciar la primera vuelta, lo que explica además por qué en los meses siguientes se retiraron varias posiciones del plan de la Gran Transformación, a presión de la prensa de derecha, en temas como concentración de medios, reforma tributaria, revisión de contratos, etc., que se anticiparon a la Hoja de Ruta de la segunda vuelta. Lo que presidió las dos etapas de la contienda fue sin embargo lo de la honestidad que estaba en todos los polos, spots y avisos publicitarios. Aunque el candidato no hablase de ello, como si fuera un sobrentendido.

Muchas cosas que han pasado después han convertido el lema campañero en una de esas ironías que se repiten desde la oposición para marcar las inconsecuencias. En el sector popular, que fue abrumadoramente ollantista, la honestidad se cayó con la palabra incumplida en casos como Conga o Tía María, en la política económica continuista, en la represión de las protestas, contra todo lo que se había dicho como candidato en plazas y pueblos. En la derecha, con asuntos oscuros como el resguardo a López Meneses, que ha llevado a especular con un ollantamontesinismo, dicho por fujimontesinistas y apromontesinistas; y las maniobras reales o aparentes para meter de contrabando la candidatura de Nadine.

También se habla de sobrecosto del Tren Eléctrico, los binoculares no comprados y otros. Pero ahora está el tema de los aumentos de la alta burocracia preparado durante meses con alevosía y ventaja, como mostré en una nota anterior, y el uso del Fallo de La Haya para doblarse las remuneraciones. Y es inevitable que se sienta una sensación de vieja política, deshonesta y tramposa, que no hace ninguna diferencia.          

16.02.14

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