lunes, noviembre 29, 2010

Dos candidaturas de izquierda

En estos días algunos sectores que habían proclamado la unidad de la izquierda casi como un artículo de fe, y criticado duramente a los que trazaron a priori una línea divisoria con el nacionalismo, con el que no aceptaban ninguna alianza, a lo que se agregaba la tesis de que lo que había que preparar era la izquierda del 2016 y no del 2011; han empezado a buscar culpables de que la unidad no se concrete y de que ellos mismos hayan andado las últimas semanas buscándose otros candidatos y armar el bloque con los que se habían puesto fuera de un proyecto de unidad de todos contra el neoliberalismo y la reacción, porque favorecía la hegemonía de Ollanta y el nacionalismo.

¿Cómo se explica que el MNI-Patria Roja esté en camino de convertirse en uno de los inventores de la candidatura del diplomático Manuel Rodríguez Cuadros, cuyos méritos nadie discute, y de su introducción en Fuerza Social para salvar la cara ante la caída de la de “Nano” Guerra García a partir de los destapes sobre su pasado fujimorista?

Si la candidatura y el proyecto logran alguna consolidación y despega algunos puntos, se puede convertir en una merma decisiva para el pase de Ollanta a la segunda vuelta. Para Fuerza Social, de repente, eso es lo mejor que les podría suceder para liquidar a un competidor incómodo. Pero el pueblo ¿cómo valorará esta operación suicida que contribuye claramente a los intereses de la derecha?

La pregunta es más directa: ¿el MNI–Patria Roja dará como toda explicación de su aventura que Ollanta no le respondió a sus llamadas y que los hizo esperar en sala de espera mientras corría el tiempo? ¿Dirán que ellos querían un acuerdo por escrito que evitara sorpresas y rupturas como las que hubo el año 2006 y que como nada se definía no les quedó sino irse por su cuenta?

Obviamente todos tenemos una versión de los hechos en los que participamos. El punto es si al pueblo que impulsó a Ollanta Humala, sin la izquierda, hasta el borde del poder en la anterior elección, va a tomar en cuenta explicaciones anecdóticas para una división, que no es cualquier división sino ponerse a contracorriente de lo que es una posibilidad de victoria popular y nacional como pocas en la historia.

A nadie le interesa ahora si fueron los troskos, los “prochinos”, los de la UDP, los que dividieron ARI en 1980, o si los “reformistas” o los “militaristas” hicieron explotar a la Izquierda Unida en el 90. Lo que queda para la historia es la incapacidad de la izquierda para salir de su pequeñez y colocarse en la disputa por el poder nacional.

En el 2006, la izquierda estuvo nuevamente dividida y me consta que sí hubo un sector dispuesto a hacer concesiones y tener paciencia con los demás fue el MNI-Patria Roja, y recibió varios maltratos. Pero eso no lo salvó del desastre, que en su caso fue el peor de todos: 0.32%, a pesar de todo el esfuerzo invertido en inscribirse y las alianzas fallidas con el PS, la UPP y el nacionalismo.

Es verdad que hay una explicación en esta historia para sus aprehensiones actuales, pero otra vez no va a justificar el camino que aparentemente estarían tomando de apuntalar el aislacionismo de las organizaciones de Susana Villarán y el padre Arana y de buscarse el candidato que creen que puede hacerle la mayor merma a Ollanta Humala. Errores que se pagan en los resultados y en las crisis posteriores a las elecciones.

28.11.10
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miércoles, noviembre 24, 2010

Antisistemas

Ernesto de la Jara acaba de hacernos recordar que Keiko Fujimori, “también es antisistema”, por si no nos habíamos dado cuenta. En el 2006 el único que estaba en esa categoría era Ollanta Humala porque quería cambiar la constitución y el modelo de libre mercado y completa apertura de la economía. Como de Keiko no se espera nada de eso, ya que el marco constitucional que hoy nos rige y el sistema económico provienen de su padre, cuando ella era la “primera dama”, y en el mismo 2006 el llamado fujimorismo fue parte del bloque sistémico de la segunda vuelta que salvó al país del “candidato peligro”, reinstalando a García en la presidencia, de donde derivó una cooperación implícita de cinco años, De la Jara nos advierte que la gordita no se ha arrepentido del golpe de 1992 y que ha reiterado la inocencia de su padre.

En varios países (Chile, España), los hijos de la dictadura, de los golpes y las guerras, son ya parte del sistema. Y en el Perú hace rato que estamos caminando en esa dirección. Nadie le ha pedido a varios del entorno directo de García, como su vicepresidente Giampietri, su ex ministro Rey y otros, que se arrepientan de su adhesión al golpismo, por lo menos de la misma forma que se lo exigen a Lori Berenson, o que sigan pensando que el gobierno de los 90 con el que estuvieron comprometidos fue el mejor de la historia y que si hubieron “excesos”, se debieron a las “circunstancias”. El propio García es un admirador de Fujimori, como en su primer gobierno reconoce que era de Velasco. La razón es que nunca se estableció un corte entre el viejo régimen y el actual y que la “democracia” que surgió de la transición fue un híbrido con lo que venía de atrás, pero francamente demarcada con la posibilidad de cambios profundos en la lógica económica y política del país.

Se podría decir que los pactos de la transición se hicieron para que el paso de dictadura a democracia no significara que la relación entre el país y el capital extranjero, entre la grande y las pequeñas empresas, entre el capital y el trabajo no se modificaran, y que poner sobre la mesa el asunto constitucional equivaliese a abrir la puerta al abismo, posición en las que se han movido fujimoristas y antifujimoristas, pepecistas, toledistas, y apristas, y con la que convive hasta la izquierda “moderna” y “emprendedora”. De la Jara sabe que es así. Y que la teoría de los “dos demonios”: antisistemas de izquierda y de derecha, no es sino una construcción electoral que se usa para las estrategias electorales (la usó Lourdes y la quiere emplear Toledo), pero que si hay un sistema funcionando hoy en el Perú, ese incluye de pleno derecho a los fujimoristas que hoy andan por el 20% de las encuestas.

Lo más costeante de todo esto es que ahí se aparezca un precandidato de la centroizquierda, afín a De la jara, que estuvo en un puesto de primera línea del fujimorato, porque según dice creía que las medidas económicas y antiterroristas de esa época eran las que le convenían al país (privatizaciones, desnacionalización, flexibilidad laboral; grupo colina, jueces sin rostro) y que tampoco está arrepentido del golpe de Estado como forma de resolver situaciones de grave crisis. Y el tipo dice que es del sistema.

24.11.10
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martes, noviembre 23, 2010

Todos quieren ser nuevos ricos

Lo que ahora teme ahora todo el mundo es si el alejamiento final de Barrios Ipenza no tendrá otro costo adicional al Estado. El hecho es que el ex jefe de Essalud no quería salir con poca plata después de cuatro años de manejar esa institución gigantesca. Y preguntó en tono alanista: ¿y cómo es la mía? Entonces la jefa de administración le dijo que se podía lograr elevar la indemnización si se usaba la figura del “despido intempestivo”, ya que intempestivamente se había vuelto ministro y que el único detalle era que el día del nombramiento coincidía con el vencimiento de su contrato, aunque colocando el cese un día antes se arreglaba el asunto. Por un ajuste de 24 horas y una interpretación de la norma, salían 90 mil soles adicionales para empezar la nueva etapa.

Las firmas que se necesitaban para dar curso a este procedimiento eran dos: la del jefe, o sea él, y la de la administradora, o sea ella. Y las resoluciones de ese día, por casualidad, indemnizan ricamente a dos despedidos: Pío Fernando Barrios Ipenza, “despedido” por García que fue quién lo nombró en la presidencia y el que lo designó para ministro, y Edelmira Barrantes, “despedida” de Barrios que la nombró jefa de administración y se la llevó como viceministra del Interior. Si no serán de mamey. Toda esta gracia costó 335 mil soles. Y uno no puede evitar pensar en lo que va a pasar de aquí a julio del 2011, en materia de indemnizaciones

Lo más gracioso es que Barrios era el que iba a combatir el creciente delito desde el despacho de la avenida Córpac y el que tenía bajo su mando a la Policía anticorrupción. Curiosamente esta cartera ha sido la más inestable bajo este gobierno y en la que han ocurrido algunos de los casos más emblemáticos de la historia de este gobierno: compra de patrulleros, porta-tropas y armamento; moqueguazo y baguazo; desaparición de los USB de Gianotti; filmación del general Hidalgo a la salida de un motel; etc. Ahora, Barrios le ha agregado una brevísima gestión de dos meses que acaba de la peor forma. Parece que el APRA, la policía y las normas presupuestales hacen una combinación explosiva.

Y aquí la pregunta que todos se hacen: ¿el presidente sabía de la gruesa indemnización de su hombre de confianza? Hemos hecho una rápida encuesta entre las personas que tenemos cerca y nadie piensa que no sabía, ¿por qué será?

24.11.10
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La encuesta de CPI

Según la última encuesta de CPI, algo así como el 72% de los electores entregaría su voto, si las elecciones fueran mañana, a candidatos del continuismo económico y político, en franca contradicción con otra medición que indica que casi el 70% reclama un cambio de programa económico y un alto porcentaje desconfía de los viejos políticos. La misma encuesta asigna 8% a Ollanta Humala y deja alrededor de 9% en el limbo de los indecisos. A primera vista todo estaría resuelto, los fantasmas del 2006 enterrados y la solidez del actual sistema fuera de toda duda. En cierta forma hemos vuelto a un escenario equivalente al de inicios de este año, en el que el casi el 80% de los votantes en Lima ya estaban alineados con Lourdes Flores o Alex Kouri.

Curiosamente en este conteo, la irrupción de Toledo, que es el acontecimiento de la encuesta, ascendiendo de 14.6 a 20.5%, no representa una merma para Castañeda que incluso gana un punto adicional de 23.1 a 24.1%, mientras que Keiko se mantiene estancada. A su vez Meche Araoz entra en escena con 7.5%. Lo que quiere decir, en resumen, que hay una ganancia de más o menos 13 puntos para estos cuatro candidatos, más o menos intercambiables, un mes y medio después de las elecciones municipales y regionales, cuando todos ellos formaron de alguna forma parte del pelotón de los derrotados.

¿Cómo hicieron para recuperarse tan rápidamente, arrebatarle intención de votos a la izquierda y definir a los indecisos?, ¿de dónde sale finalmente Toledo? Tenemos varias hipótesis: (a) la operación impedir una victoria clara el 3 de octubre (no necesariamente robarse la elección, porque eso era demasiado difícil), fue deliberada, y consiguió dispersar y desorientar a los ganadores, y hacerlos aparecer como los que tenían las mayores dificultades para pasar unidos y con punche a la siguiente etapa del proceso 2010-2011; (b) la ganadora de Lima interpretó su voto como un mandato puramente municipal y se negó a convertirlo en plataforma para una lucha nacional por el poder y dejó más bien abierta la posibilidad de canalizar parte de su apoyo hacia Toledo o hacia una candidatura sin futuro de Fuerza Social, pero en ningún caso apuntalar la posibilidad de una victoria de Ollanta Humala; (c) Ollanta Humala y la parte de la izquierda que quisiera llegar a un acuerdo para las elecciones, han pasado varias semanas de declaraciones por la unidad y pasos hacia cualquier lado, alimentando la confusión en los electores que no están viendo una voluntad de poder equivalente a la que existía en el 2006.

Toledo está siendo favorecido por la indefiniciones en el campo de Ollanta, Susana y el resto de la izquierda. El cholo se mueve para decir que él es casi izquierdista (para lo que se llena de discurso social) y está empezando a invadir las regiones y los gremios para ofrecerles lo que pidan y enrolar dirigentes en sus listas locales. Es una falacia decir que esto se debe a que Humala se está volviendo de “centro” (otros dicen lo contrario, que Ollanta declina porque está demasiado a la izquierda y no quiere moverse al centro), sino porque con toda la fuerza transformadora que inspiran sus propuestas y sus gestos de no dejarse envolver por los cantos de sirena del sistema, le está faltando el empuje ganador que antes tenía. En todo caso está permitiendo que en el espacio de los sectores que apuntan al cambio no exista liderazgo y determinación.

Estoy pensando que este interregno va a durar todavía algunas semanas. Después de eso veremos la verdadera campaña, en la que los votantes escogerán alternativas y no sólo personas.

22.11.10
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miércoles, noviembre 17, 2010

El CADE y los candidatos

Sin haber escuchado a los candidatos, los asistentes al CADE ya tenían una opinión formada: su preferido era PPK, que no es sólo el exponente más claro del modelo económico de los últimos 20 años, sino la encarnación de su espíritu, que se resume en pasar de los directorios privados a los gabinetes públicos y de ahí nuevamente a la gran empresa, y no tener escrúpulos para armar normas y producir decisiones favoreciendo intereses particulares específicos con los que estaba asociado antes y después de pasar por el poder. PPK no necesitó hablar en Urubamba para ganar la mayor parte de las adhesiones.

Según Ipsos-Apoyo, que tomó la encuesta, el segundo lugar de los amores empresariales fue para Mercedes Araoz, que tampoco fue programada para intervenir en las presentaciones principales, y que se desplazó todo el evento como si fuera uno de los dueños de casa. En realidad a ella la miran como una ejecutiva que asume el Estado como una empresa y con la que es fácil entenderse. Algo así como que frente a PPK, la imagen que viene a la cabeza es la de un presidente de directorio de esa gran asociación público-privada en que se ha convertido el país, mientras que Mechita bien podría resultar una gerente aceptable, con el plus de que trae en el bolso al APRA que es el partido principal del sistema.

Pero ni Pedro Pablo ni Meche van a ganar las elecciones. Los empresarios ya saben que sus gustos no son los de la sociedad peruana. Por eso andan especulando entre Toledo, Castañeda y Keiko, y por lo que se ha podido ver el cholo ha tomado clara ventaja al presentarse como el “mejor candidato para poder ganar”. Cara a cara, con el mudo Castañeda, la gente del CADE ha sentido una evidencia de que no es una carta trinfadora. Si no ha podido convencer a los de su clase, cómo lo hará con los pueblos del interior a los que no va ser suficiente mostrarles diapositivas sobre carreteras y puentes, mucho menos si cuando alguna pregunta lo pone en problemas patea la mesa y sale corriendo. En Keiko, la empresa privada reconoce lo que le debe al gobierno de su padre, en términos de orden y de reducción de los derechos laborales, pero tampoco les resulta creíble como presidenta.

En cambio el chakano trae como ventajas que “ya fue”, o sea que puede volver a ser; es mimético, es decir puede hablar para todos los sectores sociales, contradecirse y prometer lo que no va a cumplir, sin ningún problema de conciencia; y tiene ya una bolsa armada que le permite lanzarse desde arriba. Toledo es el candidato que ofrece seguir el plan Carranza, elaborado por encargo de los organizadores del CADE, cuyo eje es que no debemos movernos de lo que estamos haciendo, y el que pide escuchar a Porter que señala que si no nos movemos todo se vendrá abajo. Es decir, como Alan García el 2006, es el juego al centro para que gane la derecha, que es como se triunfa en las elecciones.

A Ollanta lo aprueba el 3% de los asistentes al CADE. No por lo que dijo, que fue lo más sólido en cuanto a presentación de propuestas, o como se desenvolvió ante las preguntas de un panel insidioso, sino porque encarna una voz distinta, la de los descontentos con el actual sistema económico y político, y que el poder financiero-extractivo, actualmente dominante, y otros sectores empresariales que le siguen en el juego, no quieren escuchar. En Urubamba se vieron cara a cara con su peor fantasma. ¿Y habría que preguntarse si después de escucharlo alguno cambio de opinión?

17.11.10
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domingo, noviembre 14, 2010

A diez años de la fuga de Alberto Fujimori

La historia explica que ha habido dos presidentes prófugos. El primero Mariano Ignacio Prado, que desapareció del país en plena guerra con Chile y fue acusado de haber tomado parte del dinero que la población limeña recaudó para la compra de armas. El segundo, Alberto Fujimori, que voló al Asia cuando vio que los oscuros secretos de su gobierno empezaban a salir a la luz y que había perdido los resortes del poder con los que manejó al país con mano de hierro durante diez años, y sólo regresó siete años después para terminar procesado por delitos de corrupción y contra los derechos humanos. Esta nota trata sobre este segundo episodio.

El 13 de noviembre del 2000, Alberto Fujimori, presidente del Perú que formalmente encabezaba una “transición” de 10 meses para entregar el poder en julio del siguiente año y resolver la crisis generada por la resistencia de un amplio sector del país a los resultados de la segunda reelección y agravada por la visualización del vídeo Kouri-Montesinos (septiembre del 2000) y la serie de acontecimientos que siguieron al anuncio del recorte del mandato gubernamental por un año, tomó un avión de itinerario, como si de pronto se hubiera convertido en un ciudadano común y corriente, con destino a Brunei, en los Emiratos Árabes, para participar en la cita anual de la APEC (Asociación del Pacífico para la Economía y el Comercio).

Para iniciar este viaje, Fujimori obligó a todo su equipo de seguridad y a los carros oficiales a salir muy temprano de Palacio con dirección a la carretera central, engañando a la prensa que imaginó que el presidente iba con ellos. En esos días Fujimori había venido cumpliendo una rutina que el país veía cada vez con mayor desconfianza y que consistía en realiza movimientos aparatosos supuestamente en busca de su ex asesor que se encontraba prófugo (en realidad ya había fugado del país en un yate algunas semanas antes), y los medios, todos ellos fujimoristas, se prestaban a la farsa. El 13 de noviembre mientras iban en dirección a Chaclacayo, el “chino” volvía a hacer gala de su astucia y se dirigía raudo al aeropuerto para su último vuelo como presidente de la nación.

En el avión que iba con ruta a Los Ángeles en Estados Unidos, se habían colocado decenas de maletas y bultos a nombre de Fujimori. Pero en el intercambio para el Asia el equipaje tomó el camino hacia Tokio, mientras el personaje se dirigía a su última misión oficial. En Lima, Olivera denunció que el periplo iniciado por el presidente tenía todas las trazas de una fuga: no había sido consultado con el Congreso, no se había hecho acompañar por el canciller y otros funcionarios que suelen asistir a estas reuniones y había salido engañando a la prensa y sorprendiendo a la opinión publica. Esa misma tarde se tenía que votar un pedido de censura de la Mesa Directiva del Congreso, que presidía Martha Hildebrandt, con su estilo groseramente autoritario, y que veía del día 8 de noviembre cuando la dama de hierro frustró un intento de formar una comisión independiente para investigar las cuentas de Montesinos que habían empezado a conocerse.

La censura fue aprobada, lo quería decir que el fujimorismo había perdido la mayoría parlamentaria que tan trabajosamente armó el Doc en la salita del SIN, poniendo precio a la cabeza de cada uno de los trásfugas. El 11 de octubre, 33 días antes, la oposición había fracasado en censurar a Hildebrandt, tras haberse presentado las primeras renuncias a la bancada oficialista. Una manera, por tanto, de entender el viaje del “chino”, es que ya no podía controlar los votos de la Plaza Bolívar. No olvidar que en 1992, Fujimori organizó un golpe de Estado acusando a un congreso que le había sido más bien colaboracionista y que le cedió numerosas facultades para legislar directamente en los temas de la época: crisis económica y terrorismo, de obstaculizarlo e impedir la reconstrucción del país. Y que entre 1993-2000, gobernó con una mayoría total a la que manejaba desde Palacio. El régimen de los 90, por su naturaleza antipartido (culpaba de todos los males al sistema de organizaciones políticas), era también antiparlamentario, y sólo admitía ser complementado por un Congreso genuflexo.

Pero el “chino” no sólo había quedado colocado frente a un Congreso que ya no respondía a sus directivas. Había otros aspectos de la maquinaria de poder que funcionó en los años de apogeo dictatorial y que se habían escapado de las manos. El más importante de todos, la seguridad de tener el control absoluto de las Fuerzas Armadas a través de una cúpula corrupta y de los organismos de inteligencia y contrainteligencia que vigilaban a los uniformados. La inevitable ruptura con Montesinos, se produce exactamente en el punto en el que el asesor había logrado copar el Ejército con personal de su confianza, lo que incluía a familiares, amigos, miembros de su promoción y oficiales que le debían favores o le tenían miedo, y hacerse de un importante control en la Aviación y la Marina. Fujimori ya no sabía en quién apoyarse. Por eso el 28 de octubre, cambia a los comandantes de las tres armas: Chacón reemplaza a Villanueva Ruesta en el Ejército y el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas. Asimismo cae el jefe de la segunda región militar (Lima) que era cuñado de Montesinos.

Pero el 29 de octubre se rebela el comandante Ollanta Humala con el destacamento de Locumba, al lado de las instalaciones de la Southern, poniendo en evidencia el descontento de la oficialidad joven ante el manipuleo institucional. Era claro que el presidente ya no podía pedir a los militares que volvieran a sacar la cara por él. Muchos años después de los hechos de Locumba, cuando Humala se había convertido en uno de los personajes de la política que suscitan mayores pasiones, ha circulado una “revisión”, de este hecho histórico que lo asocia a una supuesta coincidencia en el tiempo con la fuga de Montesinos (como si hubiera necesitado algún tipo de distracción en el sur, para salir tranquilamente como lo hizo por el Callao), y que apunta que no hubo enfrentamiento, muertos y heridos, es decir una comedia. Esa mirada es convergente con la que niega que los Cuatro Suyos hirieron de muerte al régimen, y que explican los cambios del año 2000 como una suma de la “lucha de los demócratas” (Toledo se pasó la mayor parte del segundo semestre, cuando se definían las cosas en el exterior; y la Mesa de la OEA era un terreno de conciliación vergonzosa de los partidos “democráticos”), con hechos fortuitos como el video de la coima y la fuga del japonés.

En realidad es totalmente al revés. A los “demócratas” los empujó el pueblo, como ocurrió en la célebre movilización a Palacio desde el Hotel Sheraton, cuando Toledo no se decidía y seguía bebiendo para entonarse, y los otros candidatos y líderes derrotados: Castañeda, Andrade, Vitocho, Meche Cabanillas, Olivera, Lourdes, le pedían que no saliera a la calle. Como sucedió en la resistencia al fraude; y volvió a pasar con la segunda vuelta cuando el “cholo” no se decidía si participar o boicotear; y llegó a su punto clave el 28 de julio en el centro de Lima, cuando el 99% de los líderes de la “democracia” brillaron por su ausencia y Toledo abandonó a sus huestes cuando la cosa se puso fea y no paró hasta embarcarse en un avión para refugiarse en el exterior. Entre octubre y noviembre del 2000, la nueva Mesa de la OEA, repitió el palto. Los políticos que querían volver a la dirección del poder conversaban sobre lo que los fujimoristas les pedían para dejarles el asiento. Dentro de estas discusiones no estaba el modelo económico, los derechos sociales y laborales, la reorganización de las Fuerzas Armadas, el cambio de Constitución, etc., sino solamente el nuevo reparto político y la cuestión de la impunidad.

Esta “transición” excluía la voz del pueblo y de las organizaciones sociales. También a los militares no corruptos. Era un arreglo para volver al régimen de partidos con los menores trastornos. Pero mientras se hacían los arreglos siguieron ocurriendo hecho tras hecho: aparecen las cuentas de Montesinos en Suiza por 48 millones de dólares, y el ministro de Justicia, aplastado por la evidencia dice que “esta es la gota que rebalsa el vaso”, y nombra al abogado José Ugaz como procurador especial para el caso Montesinos. La hipótesis que lanza el ministro es que estos dineros provendrían de narcotráfico y venta de armas. Fujimori dice que “nuca supo” de estas actividades de su hombre de confianza, pero que no olvidará su contribución a la lucha contra el terrorismo. El 7 de noviembre, Fujimori allana la casa de la familia Montesinos en la avenida Javier Prado, acompañado de un falso fiscal, y se lleva documentos y videos. ¿Cómo sorprenderse que todo esto desembocase en una fuga al exterior?

Si Fujimori retuvo el poder por dos meses después de que su gobierno quedó al desnudo en su corrupción, fue para borrar huellas, arreglar lo que pudiera arreglarse y convencerse que sus supuestos enemigos “democráticos” no iban a ir más lejos que hasta un reacomodo del poder y que si se iba a tiempo, el fujimorismo podría volver a existir, esta vez sentado como parte de los llamados “demócratas”. No se equivocó. Los equivocados fuimos los peruanos que dimos por cerrada una era y que asistimos luego a la trampa de una transición que se las ingenió para mantener lo anterior. Las elecciones del 2011, sin García ni Lourdes de candidatos, van a ponernos frente a frente a algunos de los principales actores de esa etapa crucial e inconclusa de nuestra historia: Fujimori (representado por su hija Keiko); Toledo (que como el 2001, ya no le interesa reivindicar su lucha por la democracia y enfatiza más bien su condición de “economista”); Castañeda, que fue colaborador de Fujimori, luego rival electoral y ahora cabeza de las derechas); y Humala, que viene de celebrar la gesta de Locumba.

Si bien los problemas del Perú son hoy diferentes a los de hace diez años, hay un elemento que no ha cambiado y que es lo que significa cada uno de estos liderazgos.

14.11.10

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El papel de Toledo

Cuenta, el cholo nacido en Cabana, que un día en que cuidaba ovejas en los cerros y quebradas de Corongo, tuvo una iluminación y supo que iba a ser presidente. Claro que esta historia es parecida a otras de Toledo: que su madre murió en el terremoto de Huaraz en 1970, pero la señora Manrique murió de una peste, años después, como consta en su tumba en la capital de Ancash; o que Alejandro era lustrabotas en Chimbote que jugaba pelota en las calles, cuando lo recogió el Cuerpo de Paz y lo llevó a Estados Unidos, pero según se sabe ahora nunca lustró botas, por lo menos cuando era niño, y no fue tan pobre como ha querido hacernos creer; o como que era profesor en Harvard, cuando en esa Universidad no lo conocen.

La vida de Toledo es efectivamente una excepción o error estadístico, como la describió en algún momento, porque es verdad que normalmente las personas que nacen en los pueblos perdidos de la sierra, en las extendidas familias con muchos hijos, tíos y primos, no llegan a convertirse en profesionales con títulos en el extranjero, funcionarios de altos cargos del Estado y de entidades financieras, líderes antidictatoriales y presidentes de la república, incluso con ganas de repetir el plato. Pero a toda esa anormalidad sorprendente que ha acompañado la trayectoria del personaje, se agrega el aderezo místico y un gusto por la leyenda. En los hechos decisivos del año 2000 se aprecia esta ambivalencia del papel de Toledo, que hoy muchos han perdido en la memoria, incluida la actual propaganda electoral toledista que se remite únicamente a subrayar supuestas bondades de su primer período de gobierno, especialmente en el aspecto económico que es como resaltar las continuidades con Fujimori y García, y el rol de Kuczynski.

A comienzos del año 2000, Alejandro Toledo formaba parte de un paquete de candidatos no fujimoristas, cuya mayor aspiración en las condiciones de la elección era lograr el mejor resultado entre sus pares y colocar algunos congresistas. En 1995, hablando con acento de gringo (la voz engolada la inventó años después), Toledo fue candidato presidencial y tuvo un momento de alza en las encuestas por encima del 10%, y luego cayó hasta el fondo. Logró meter dos congresistas que se pasaron a Fujimori a los pocos días de asumir el cargo. Cinco años después, el “opositor” con mayores posibilidades parecía Andrade, entonces alcalde de Lima, pero una campaña implacable de demolición, lo hizo derrumbarse en las encuestas, y ya no pudo sobreponerse. Como reemplazo creció brevemente la figura de Castañeda, y la maquinaria mediática del fujimorismo lo destruyó en corto tiempo.

Hasta ahí Toledo había sobrevivido en un nivel de apoyo relativamente bajo (no era peligro) y haciendo declaraciones contemporizadoras hacia el sátrapa que residía en Palacio. Una de sus ocurrencias más recordadas fue el spot publicitario en el que aparecía reconociendo que Fujimori había levantado el primer piso de la nueva casa económica para los peruanos, pero que él se encargaría de la segunda planta. Esta idea, que sería en realidad la sustancia de su gobierno, pretendía “dialogar” con el re-reeleccionista para convencerlo que desistiera de su intento, que formalmente se justificaba en el concepto de que sólo él podía garantizar la estabilidad económica y la lucha contra el terrorismo. Este Toledo sin bronca, se encontró de pronto con el vacío de cabeza opositora, creado por las campañas liquidadoras de la prensa de Fujimori (parecida a una que hemos visto en acción recientemente) y empezó un crecimiento brusco en las encuestas y en las manifestaciones que nadie se esperaba por el corto tiempo que mediaba a la primera vuelta, y que el cholo interpretó seguramente como una confirmación de su destino.

Al fujimorismo no le alcanzó el tiempo para hacerle al cholo lo que le habían hecho a Andrade y Castañeda, y el día de la votación en primera vuelta, todo el que quería votar contra la re-reelección sabía que tenía que hacerlo por Toledo. Muchos no conocían ni quién era, qué proponía o qué podía pasar si encabezaba el gobierno, pero como suele decir César Hildebrandt, en esas circunstancias habría que votar por un mono si así se le ganaba a los ladrones. El fenómeno Toledo llegó a extremos que en algunas mesas sólo habían votos por el chino y por el cholo, a pesar de que habían otros siete candidatos en las cédulas y personeros de cada uno de ellos en los centros de votación. Luego vino el asunto de las primeras encuestas a boca de urna que dieron ganador a Toledo, evidenciando que en toda la parte moderna y de mayor acceso del país hubo un voto masivo por el candidato en ascenso, pero que en otras partes todavía no había prendido la chispa y había mayor capacidad de manipulación del gobierno.

El hecho es que al final del día de la primera vuelta, con sus resultados ambiguos (Toledo ganando en la tarde y Fujimori volteando el partido en la noche), y con la movilización de protesta a la Plaza de Armas con Toledo en hombros de la gente, había nacido un líder de la lucha democrática. Era un líder legítimo, porque no eludió el momento crítico, pero era también un alucinado que no entendía el Perú que estaba acaudillando. Se imaginaba un émulo de Corazón Aquino, la candidata filipina que con apoyo de Estados Unidos, echó al viejo dictador y antiguo amigo de los yanquis, Ferdinand Marcos. El Toledo del 2000, llamaba a las masas a conquistar la democracia, pero confiaba mucho más en que sus llamados hicieran reaccionar a Fujimori y negociar un retiro honroso auspiciado por Washington. Las masas no pasaban de ser una plataforma de maniobra, y por eso tantos mensajes contradictorios: no reconocemos los resultados, cualquiera que sean, y defenderemos el voto popular que ha conquistado el derecho de ir a la segunda vuelta (¿); no participaremos en la segunda vuelta en ninguna circunstancia, no dejaré a mi pueblo y ganaremos la segunda vuelta; no ir a votar, votar blanco y viciado, votar por Perú Posible.

Todo esto se dijo en el mismo tono solemne e impostado, y como el autor no estaba realmente loco, lo único que cabe es presumir que el candidato apostaba a que el proceso fuera interrumpido por una intervención externa y lo que él hacía era remover el ambiente para forzar ese arreglo. Obviamente esta dinámica tenía que llegar en algún momento a su pico. Y eso ocurrió con la llamada marcha de los Cuatro Suyos, cuyo llamamiento incluía una movilización del pueblo para impedir la juramentación de Fujimori en el Congreso. Para los partidos y las clases medias limeñas, esta convocatoria se agotó en la marcha ante el estrado levantado en la Plaza de los Héroes Navales con casi 100 mil asistentes, que proclamó la democracia y la lucha contra la corrupción. Para algunos el haber estado en ese tabladillo equivale a “haberse fajado por la democracia”. Pero para la masa popular y los miles de provincianos que se trasladaron a Lima para este acontecimiento, la gran cita era el día 28 de julio, para movilizarse contra la reentronización del dictador.

Esa fue la gran ruptura entre la “democracia” de salón y de cubileteo, y la democracia popular. Y como no podía ser de otra manera, en la disyuntiva Toledo actuó con la misma doble faz con la que había caminado los meses anteriores. Fue el único líder que estuvo en la calle, ese fue su mérito. Pero cuando la multitud le pedía encabezar la ruta hacia el Congreso, tomó la dirección opuesta y no paró hasta el aeropuerto donde partió a un autoexilio. Ahí acabó el luchador antidictatorial, que sólo volvió al país en octubre del 2000, cuando se iniciaba la mesa de negociación de la OEA y Fujimori aparentaba perseguir a Montesinos preparando su propia fuga. Tuvo un mitin en la plaza San Martín, al que llegó sobre la media noche (había citado a las 8 pm), y no señaló ningún camino: ni con la OEA, ni sin la OEA. La asistencia era mucho menor que sus anteriores presentaciones. Había empezado a morir en el calor del pueblo.

La siguiente vez que volvería a hablar, se dirigiría a Valentín Paniagua que estaba a cargo de la presidencia después de la fuga del japonés, para decirle que no debía postergar la convocatoria a elecciones, lo que reclamaban otros sectores exigiendo que primero se limpiara al país de corrupción y se llamara a una constituyente, porque eso postergaría la solución de los problemas. En otras palabras que el Perú estaba necesitando el hombre de Cabana, el predestinado a gobernarlo. El resto de la historia lo contaremos otra vez.

14.11.10
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Porter y el CADE

Hace un año, el gurú estadounidense Michael Porter, revolvió el gallinero con sus opiniones sobre los límites del modelo peruano de crecimiento económico. El mal rato que hizo pasar a cierta elite empresarial que creea firmemente que la fórmula de Toledo: me aplauden en Wall Street, pero me critican en el Perú, debía matizarse bajo la idea: si me celebran en la meca de las finanzas, no tengo que preocuparme de cuestionamientos internos; hubiera quedado encerrado en un espacio entre economistas y hombres de empresa, si no es porque César Hildebrandt llevó el caso a una de sus columnas para mostrar que aún en el campo de las asesorías de grandes negocios, habían estudiosos de primer nivel que no creían que habíamos tomado el camino del futuro, del que nunca hay que arrepentirse.

Porter dijo lo suyo: que no se puede basar el crecimiento en exportaciones primarias y con indicadores sociales tan deplorables como los que todavía mantiene el Perú. Y por eso estalló la molestia gubernamental, empezando por el propio presidente García que de pronto descubrió que uno no debe estar haciendo caso a consultores extranjeros, y de la prensa de derecha que ha establecido los dogmas sobre lo que se debe creer en economía y que no estaba dispuesta a permitir que viniera “uno de los suyos” a decirles que esa teoría tenía que renovarse.

Sorprendentemente, el CADE Cusco, ha tenido nuevamente como invitado especial a Michael Porter, sabiendo lo que venía a decir, marcando un fuerte contraste con el discurso que en la mañana había realizado el ex ministro Carranza, que tenía la pretensión de convertirse en la plataforma de los empresarios hacia los candidatos, para la continuación de actual modelo económico. No hay forma de entender este desajuste que como una expresión de diferencias entre los empresarios peruanos de nivel de CADE, entre los cuales parece que hay los que gustan oír el discurso del optimismo y continuismo, mientras hay otros que buscan una explicación a los problemas que están empezando a enfrentar.

Esta vez, Porter ha traído un mensaje basado en tres puntos: (a) hay que cerrar un capítulo en la historia de la economía peruana y abrir otro. No se puede seguir adelante con la manera actual de generar riqueza e impulsar el crecimiento. Algunos le llaman a esto cambio de modelo y otros responden que cualquier intento en ese sentido es “traición a la patria”; (b) No se aumenta la productividad y la competitividad en forma sostenida y a largo plazo con un esquema puramente exportador, sobre todo si las exportaciones son de productos primarios, sin valor agregado. Para desatar dinámicas de crecimiento alternativo es necesario organizar la economía creando cadenas internas de producción, comercio y servicios (clusters). Las economías se consolidan y desarrollan cuando estas redes se multiplican. Esto equivale a construir mercado interno y superar el sistema de enclave que está presente en la minería y otros sectores; (c) el desarrollo no es simple crecimiento, aunque sea por muchos años, aprovechando las dotaciones de recursos naturales con las que cuenta el país. El desarrollo supone priorizar sectores y regiones, para establecer focos de progreso que empujen la economía en su conjunto.

Este resumen (al que ayudó mi amigo el economista Félix Jiménez), seguramente requiere una complementación por el lado de la demanda: cómo distribuir el ingreso para que hayan más compradores en el mercado local. Pero tal vez Porter estaba pensando en eso y no quiso decirlo todavía.

14.11.10
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El cholo sagrado vuelve otra vez

Alejandro Toledo ganó la elección en el 2001, porque tenía como oponente a Alan García, que según las encuestas era el peruano con mayor índice de rechazo (70% decían que nunca votarían por él) , y justamente para conseguir un escenario como este Toledo viajó en pleno inicio de campaña a París y se reunió con el ex presidente y le ofreció sus buenos oficios para lograr la prescripción de los juicios por corrupción que le hubieran impedido postular. Esto se consiguió en plena transición de Paniagua.

García regresó al país, limpiado judicialmente, y logró de atropellada entrar a la segunda vuelta y finalmente reunir 46% de los votos, en un resultado inesperadamente estrecho (la diferencia era de más de 10 puntos en primera vuelta), sobre todo teniendo en cuenta que ningún otro partido declaró su apoyo al postulante aprista, y que los que quedaron tercero y cuarto en la votación inicial (Unidad Nacional y FIM) eran claramente contrarios al regreso de García.

Extrañamente Toledo casi pierde con el enemigo que él mismo había elegido. Una broma de la época afirmaba que mucha gente apagaba el televisor cuando aparecía García para que no los convenza, y también cuando veían a Toledo porque si no ya no iban a votar por él. El candidato que un año antes había conmovido al Perú rebelándose a aceptar el fraude fujimorista y había convocado a los Cuatro Suyos, con una ardiente promesa de democratización y moralización, ya no era visto de la misma forma y con la misma amplitud en su siguiente postulación.

La razón estaba en el propio Toledo que cambió radicalmente de discurso. En un país que no se había democratizado y moralizado, el “luchador contra la dictadura”, se redujo al más pedestre electoralismo, haciendo promesas a diestra y siniestra, a veces contradictorias, como si la función del poder fuese exclusivamente favorecer intereses sectoriales. Muchos se dieron cuenta de la mentira y empezaron a desencantarse. Pero la decepción en masa vino en los primeros meses del nuevo gobierno.

Nadie ha caído tanto y tan rápido en la aceptación social como lo hizo el llamado “cholo de Harvard” (que tampoco era de Harvard), y lo más grave es que este estrepitoso derrumbe murieron las ilusiones que había en el cambio de régimen. Algunos analistas imputaron “racismo”, a la ola de críticas que cayeron sobre Toledo, pero si eso fuera cierto no hubieran votado dos veces por él, ni hubieran aceptado su liderazgo. En todo caso la “choledad” que Toledo ha usado siempre políticamente, lo acompañó en su ascenso: un peruano legítimo, que se ha hecho sólo, que habla inglés y es profesor en Estados Unidos, con mujer europea, etc., como en su declive.

El punto es que Toledo fue recomponiéndose en la imaginería popular como un farsante. Algunos hechos marcan esta mirada del personaje: el caso Zaraí, la negación de la relación con su madre, y el rechazo a reconocerla; el descubrimiento del asunto de las firmas falsificadas con las que Perú Posible intervino en las elecciones, ayudado por las instituciones fujimoristas; el intento por privatizar empresas que explícitamente se había comprometido a mantener como estatales; las cuatro veces en que inauguró el proyecto Camisea; la famosa frase “se firma sí o sí”, con la que empezó la negociación del TLC con los Estados Unidos. En el mejor de los casos Toledo era capaz de creerse sus propios cuentos.

Hoy mismo, cuando comienza la nueva campaña hacia el poder, Toledo imagina estar resolviendo una enorme interrogante al anunciar que sí volverá a postular a la presidencia. Como si el Perú lo hubiera acompañado en sus aparentes dudas, mientras aumentaban las pintas con su nombre en cuanto muro tuviera espacio libre en las carreteras del país, y se repetían los episodios de amor-odio con García (desayunos en Palacio, insultos callejeros) que generan inevitables titulares. Todo el mundo lo contaba en la baraja de los principales candidatos. Pero Toledo seguí a haciendo un suspenso idéntico a otras actuaciones previas. La pregunta que queda suelta es si eso que ya vivió la ciudadanía con el “cholo sagrado” hace diez años se a repetir tal cual: que la gente caiga en sus artimañas antes de decepcionarse nuevamente.

12.11.10
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miércoles, noviembre 10, 2010

Locos y loquitos

Lo que necesita Toledo es que García le diga “loquito de la calle” y que Susana le endilgue un supuesto 100% de respeto a los derechos humanos y se tome en serio su compromiso de no seguir una política neoliberal. La estrategia del candidato de la chakana está a la vista: convertirse en el opuesto del actual presidente y que alguien que todavía puede ser creíble lo evoque como un gobernante con algunos indicadores buenos.

En cuatro años y medio de gobierno de Alan García nadie le ha visto una diferencia de fondo con Alejandro Toledo. Pero uno y otro han ayudado a crear una leyenda urbana de que no se soportan, en la que el “cholo” reclama ser el que puso en marcha el crecimiento económico del que hoy se jactan los apristas, y estos últimos indican que nunca hubo cifras como las suyas y que eso no se lo deben a sus antecesores.

En realidad, unos y otros están diciendo que son parte de un mismo modelo económico, que comenzó antes que ellos, bajo Fujimori, y cuyos padres espirituales son Hurtado Miller, Boloña, Camet, seguidos luego por Kuczynski, Quijandría, Zavala, rematando en Carranza, Araoz y Benavides. Lo que ofrece Toledo el 2011 es continuidad. Y lo mismo pasa con Keiko y Castañeda, que de seguro escogerían su ministro de economía de la lista de ex titulares de ese portafolio.

¿Y qué decir de Meche Araoz, que es una especie de alumna empeñosa de los viejos lobos de la economía neoliberal, que se ha empeñado en superar lo peor de sus maestros? Por todo lo dicho, el “economista” Toledo necesita algo más que economía y nostalgias sobre el pan francés de 10 centavos. De ahí el juego reiterado de lanzarle a García y su gobierno sus típicos desafíos grandilocuentes que derivan en respuestas de Mulder, Velásquez y otros voceros duros del régimen siempre aludiendo a las copas que el ex presidente habría bebido antes de hablar.

El premio mayor es, sin embargo, cuando García mete la bocota para evidenciar su desprecio por Toledo que seguramente le parece muy poca cosa para el cargo que ya casi considera propio. Es sorprendente que alguien que sabe que el otro está buscando una distancia con el APRA y su gobierno, para venderse como una alternativa de cambio, sea tratado con una rudeza ofensiva propia de gamonales. La frase: puedo presentar mis cuentas ante un juez, pero no porque me lo pide cualquier loquito de la calle, sólo puede explicarse como propia de un verdadero locazo (el mismo que cachetea personas por la calles), o como un encargo del propio Toledo.

Ahora el cholo de las firmas falsificadas, del segundo piso de la casa de Fujimori, del caso Bavaria, del arequipazo, de los estudiantes baleados en Puno, del contrato de Camisea modificado para la exportación del gas, de la ley Odebrecht para la Interoceánica (por la que lo denunciaron los actuales dirigentes de Fuerza Social, incluida Villarán), está en las primeras planas de todos los medios escritos. Mientras usa su verbo engolado para negar que sea candidato, ni siquiera precandidato, las pintas verde y amarillo con la T y la chakana, están compitiendo con la K de Keiko Fujimori, y el ex presidente se prepara para estar en el CADE para presentar su programa de gobierno.

Lo que quiere decir que si no funcionan los candidatos explícitos de García, también se puede buscar cualquier loquito de calle que mantenga el modelo y no persiga a los corruptos, como no se hizo entre 2001-2006.

10.11.10
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lunes, noviembre 08, 2010

Entre la división y la falta de voluntad de poder

La noche en que se dividió la Alianza Revolucionaria de la Izquierda (ARI), dos días antes del cierre de las inscripciones electorales del año 1980, la joven izquierda de los 70 envejeció violentamente. Dos años antes, cuatro partidos o frentes de la izquierda habían intervenido en las elecciones para una Asamblea Constituyente y habían sumado en conjunto un sorprendente 29.5%, sólo por debajo del APRA que logró 35.4%, superando al PPC que alcanzó 23.8%.

Partido/frente Porcentaje

Frente Obrero Campesino Estudiantil Popular (FOCEP) 12.4%
Partido Socialista Revolucionario (PSR) 6.6%
Partido Comunista Peruano (PCP) 5.9%
Unidad Democrática Popular (UDP) 4.6%
TOTAL 29.5%

El ARI integraba a la UDP de Javier Diez Canseco y la izquierda castrista (VR, PCR, MIR y otros), a los trotskistas de Hugo Blanco (que fueron el núcleo principal del FOCEP) y a Patria Roja que no habían intervenido en la Asamblea Constituyente y que tenía fuerte influencia en el magisterio y el movimiento estudiantil El PCP, el PSR y el FOCEP, que como logo se había quedado en propiedad de Genaro Ledesma, formaban la Unidad Izquierda UI, que no debe ser confundida con la posterior Izquierda Unida IU. El ARI estaba evidentemente colocado a la izquierda de la izquierda de su tiempo, y era en esas circunstancias, claramente mayoría frente a sus primos hermanos de la UI. Se calculaba que su influencia podía alcanzar entre 20 y 30% de la votación, mientras que el bloque moderado se movía sobre el 5 y 10%.

El crecimiento de la izquierda era una expresión de la radicalidad de los años 70; del impacto de las reformas del gobierno militar, que al final quedaron defendidas exclusivamente por la izquierda (tanto la que fue velasquista, como la antivelasquista); y de las grandes movilizaciones contra Morales Bermúdez. Con un tercio de la votación la izquierda estaba en condiciones de disputar mucho más que un paquete de curules parlamentarias.

Pero sus componentes desconfiaban más entre ellos mismos que del enemigo. Esto se debía a múltiples razones: relaciones con corrientes internacionales, estrategias y programas, experiencia política reciente, y control de diversos gremios. De ahí que de arranque aparecieron en dos bloques contrapuestos; que algunos consideraban casi inexorables, pero que luego mostraron su verdadera cara, cuando en cada lado estallaron tensiones, porque no se aceptaban a los candidatos presidenciales (Hugo Blanco en ARI, y Leónidas Rodríguez en UI), no se estaba conforme con el reparto de puestos parlamentarios, o a nadie le gustaba la cara de su aliado. Al final el sueño unitario se hundió en cinco (¡) listas izquierdista, tres que salieron de ARI y dos de IU.

El balance electoral de este fraccionamiento fue desastroso. La izquierda tomada como totalidad descendió a menos de la mitad de lo que era en la Constituyente. Y la historia de ARI quedó como un modelo de suicidio colectivo, perjudicando más que a nadie a los grupos radicales, y en particular a los trotskistas que perdieron significación electoral.

Partido/frente Porcentaje

Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) 4%
Unión de Izquierda Revolucionaria (UNIR) 3%
Unidad de Izquierda (UI) 3%
Unidad Democrática Popular (UDP) 2%
Frente Obrero Campesino Estudiantil Popular (FOCEP) 1%
TOTAL 13%

La explicación de este desastre siempre se ha remitido al electoralismo, la ambición parlamentaria y la inmadurez y sectarismo de los dirigentes. Todo eso hubo. Pero lo que no se dice es que además hubo inconsciencia de la responsabilidad que representaba la alta votación constituyente, y la línea que toda la izquierda siguió frente al evidente contubernio APRA_PPC, con la dictadura de Morales, en esos años finales de los 70. La izquierda estaba bajo el ojo del país, obligada demostrar que podía ser alternativa. Pero fracasó de la manera más decepcionante, mientras los partidos del sistema traicionaban su democracia y la cuota del poder que les habían conferido, la izquierda se traicionaba sí misma, mostrando que no era capaz de hacerse cargo del gobierno. No por casualidad, el ganador de ese año fue el partido que se abstuvo de ir a la Constituyente de Morales Bermúdez. Con esa jugada, Belaúnde no se desgastó y se favoreció olímpicamente con la pulverización izquierdista, que le corrió un montón de voto a su favor por aquello del miedo al APRA que se venía con todo con la candidatura de Villanueva, que fracasó.

El mismo año de la primera división (1980), se produce sin embargo el milagro unitario. Una parte de los partidos que antes no se tragaban, formaron casi como si fuera obvio, un frente unido de las izquierdas. Estaban alrededor de la mesa la UDP de Diez Canseco (posteriormente PUM); el UNIR de Breña y Moreno (formado sobre la base de Patria Roja); el PCP de Jorge del Prado; el PSR de Leónidas Rodríguez; el FOCEP de Ledesma y Acción Popular Socialista (APS) de Gustavo Mohme. Nadie discutió tampoco la presidencia de Alfonso Barrantes, que había tenido la habilidad política de ponerse al margen de la crisis del ARI y no ser candidato a nada en la diáspora final, y menos hubo oposición a su candidatura como alcalde de Lima. El “tío frejolito”, como le llamaban de cariño llegó segundo en la votación de Lima, y la izquierda ganó plazas significativas como Arequipa, Puno, Cusco. En la suma nacional de votos, la izquierda ascendió a 23.4%, sólo detrás de Acción Popular, que era el ganador reciente de las presidenciales, y por delante del APRA y el PPC. En las siguientes municipales, en 1983, la IU alcanzó el 28.9% de los votos (muy cerca de la marca de la Constituyente), y sólo fue superado por el APRA que obtuvo 33.1%, pero no ganó Lima. El nuevo alcalde metropolitano era el “tío frejolito”, que había marcado un hito histórico.

Era evidente que la izquierda estaba caminando a disputar gobierno. Y también muy claro que su próximo rival sería el APRA que iba en ascenso y contaba con la figura ascendente del joven Alan García, que apuntaba como una carta de renovación y que tenía la extraña habilidad de confundir a la izquierda como si fuera una opción progresista, y a la derecha, como si fuera el representante del APRA reciclada. La votación del año 85, tenía como favorito indiscutible a García, que consiguió 53.1% en primera vuelta, pero que por una maniobra belaúndista en el congreso le hicieron una nueva cuenta de votos, incluyendo los blancos y nulos (lo que no se hace normalmente) bajándole el porcentaje hasta 45.7%, lo que conducía a una segunda vuelta. Alfonso Barrantes había conseguido 24.7% de los votos válidos y alrededor de 20% de la nueva suma. Esto significaba que la trampa derechista lo había terminado favoreciendo y que entraba a la segunda vuelta. Era una determinación crucial. Ciertamente que la IU no iba a ganarle al entonces “mozallón”, que venía como una tromba; pero intervenir o no en la vuelta definitiva, significaba separar o confundir los campos, tomar el camino de la disputa, o ceder al de las buenas formas. Lo que ocurrió es que el jefe de la izquierda y candidato decidió motu proprio retirarse y dejarle la cancha libre a García, que por supuesto nunca se lo agradeció y le robó la reelección municipal al año siguiente.

Las siguientes presidenciales eran en el año 1990, y bastante antes de ella estaba claro que la izquierda sería aún más que el 85, una de las opciones de gobierno. La derecha que había desaparecido del mapa tras el desastre del régimen de Belaúnde, recién reaparece en escena en 1987, con motivo del intento fallido de estatización de la banca, que engendró la candidatura de Mario Vargas Llosa y al Movimiento Libertad, que parecía el partido de los liberales peruanos. El APRA, por su lado, hizo lo que ha sido reconocido ampliamente como “el peor gobierno de la historia” y estaba muerto como competencia en las elecciones. Finalmente, estaba la IU, que nunca había gobernado al país y que tenía los más fuertes vínculos con la población más afectada por la crisis y las medidas de ajuste que atacaban sus condiciones de vida. En muchas provincias y distritos las autoridades eran de izquierda, y en las primeras elecciones regionales entre 1989 y 1990, la izquierda ganó un número importante de presidencias o integró alianzas que dirigían el gobierno. Por eso Vargas Llosa, se veía no sólo como enterrador del APRA y Alan García, sino como la barrera para detener la posibilidad de un Perú izquierdista. Pero el destino de la izquierda estaba escrito y no llegaría unida a la cita de 1990, lo que aseguraba que perdería las elecciones.

En enero de 1989, y luego de un largo proceso preparatorio la IU realizó en Lima, para más señas en el antiguo Centro Vacacional Huampaní (hoy Colegio Mayor Presidencia de la República), un grandioso Congreso con más de cuatro mil delegados, probablemente el más grande y representativo que ningún sector político ha hecho en el país. Implicaba el triunfó de la democracia, de los delegados elegidos en distritos que llegaban con mandatos de las bases, pero también de la disputa entre las distintas tendencias para demostrar fuerza y pesar en las decisiones. El Congreso podía entenderse como que se preparan para participar con una demostración de gran fuerza en todo el país; o como un proceso interno, en el que los partidos armaban bloques para derrotar unos a los otros. El fantasma de 1980, estaba desde un principio: un sector era tachado de “reformista” y estos contestaban acusando a los otros de “militaristas”. Peor aún, unos decían que iban a tomar el control de la IU, barriendo a los reformistas, y otros que iban a proclamar la candidatura de Barrantes sin lastres radicales ni militaristas. O sea anticipaban su propia destrucción y eliminación como alternativa ganadora.

Como había ocurrido antes, el tema del candidato se convertía para los que estaban en torno al de mayores posibilidades, en la certeza de que podía deshacerse de sus aliados indeseables sin que pasara nada. Es lo que pensaban los trotskistas que se consideraban dueños de Blanco en 1980 (aunque el propio Hugo dudara de ese juego), y lo que volvían a creer los grupos “no partidarizados” y otros que cercaron a Barrantes y le hicieron creer que no necesitaba del resto de Izquierda Unida. En el medio estaban además las enormes presiones mediáticas, que acicateaban la división y retaban constantemente a la izquierda a “demostrar” que estaba rompiendo no sólo con el terrorismo, sino con los que supuestamente habían conciliado de una forma u otra con las variantes de la “lucha armada”. Irónicamente el Congreso llegó a su punto culminante cuando se puso al voto una fórmula que admitía “diversas formas de lucha”, aunque otorgaba primera importancia a la participación electoral, versus otra que planteaba que sólo se usarían formas de acción política democráticas.

Parecía el gran deslinde. Y se votó, mediante el procedimiento de un delegado un voto, en cabina secreta y con comité electoral y personeros de ambas posiciones. El resultado fue una votación muy estrecha, con una diferencia de menos de cien votos, con todo lo que se llamaba “centro”, encabezado por el PCP, el sector cristiano de Henry Pease y otros, votando junto con los llamados “reformistas”, que lograron una precaria mayoría; y al otro lado los “radicales” (PUM; UNIR, FOCEP), que perdieron, pero que celebraban haber demostrado su fuerza. Proclamado el resultado, el sector barrantista se retiró, confirmando que ya no quería permanecer en IU aún si se aprobaban sus posiciones. En la mellada IU quedaron los del “centro” y los “radicales”, que mantenían el nombre, el símbolo de la bandera y la historia, pero carecían del candidato ganador que estaba con los rupturistas que pasaron a llamarse “Acuerdo Socialista”, con el símbolo del frijol.

Pero quiénes esperaban ver en el terreno dos izquierdas y dos programas, sólo encontraron dos candidatos uno por IU (Pease) y uno por AS (Barrantes), que antes habían trabajado juntos y que tenían discursos y propuestas similares, y que además eran conscientes que ventilar sus supuestas diferencias sólo podía perjudicarlos, así que las guardaron en un baúl e intentaron hacer frente al adversario principal, con el hándicap que habían entregado de inicio y que les impedía ser una carta de triunfo.

El resultado de primera vuelta de 1990, reflejó el final ignominioso de la IU, en el que por un lado estaba la sigla y el símbolo de la bandera, y por el otro el candidato histórico representado en un frejol. Veamos:

Partido//frente Porcentaje Posición

Izquierda Unida (Pease) 8.2% 4to
Acuerdo Socialista (Barrantes) 4.8% 5to
TOTAL 13.0%

La izquierda volvió al fatídico 13% que había conseguido cuando se fragmentó en cinco pedazos. Para el ciudadano común y corriente, era una izquierda suicida, que inventaba la manera de salirse del juego y quedar reducida a minorías parlamentarias, más o menos belicosas, pero lejana, muy lejana, de una posibilidad de gobierno. Sólo a manera de comparación habría que contrastar esta actitud con las de Fujimori (1990), Toledo (2000), Humala (2006), que viniendo de mucho más abajo, que la izquierda del 80 y el 90, convencieron al pueblo que querían triunfar y gobernar el país y recibieron apoyo para enfrentar desafíos tan grandes como Vargas Llosa (90) Fujimori (2000) y Lourdes Flores-Alan García (2006).

Precisamente en el 2006, Ollanta toma en sus manos varias de las principales banderas de la izquierda y logra con ellas el 30.6% en primera vuelta y el 47.4% en la segunda; pero los partidos que desde el 2001, hablaban de “reconstruir el espacio de la izquierda” y hacían fintas para darle un significado a estas palabras, nunca se imaginaron que esto podía ser posible, ni hicieron una consideración estratégica sobre lo que significaba este rebrote nacionalista que no tenía nada que ver con lo que pasó en los 80 y 90, pero sí antes de eso. En la primera mitad de los 2000la izquierda en sus variantes inventó una escalerita: reunir firmas, inscribirse, negociar alianzas, tratar de sobrevivir a la valla del 4% y obtener representaciones, y preparase para la siguiente elección. Nadie creía que el 2006 se diputaría la posibilidad de que los partidos tradicionales del sistema pudieran perder el gobierno. En consecuencia los debates no iban más allá de aquello de que unidad sí, pero no cualquier unidad, o si hay unidades que suman y otras que restan, etc. El día de la elección había tres izquierdas, fuera del nacionalismo, queriendo ganarse un lugar en la democracia institucional: Concertación Descentralista de Susana Villarán y Yehude Simon; Partido Socialista de Javier Diez Canseco; y Frente Amplio de Alberto Moreno y Mario Huamán.

Estos fueron los números de la izquierda histórica en las elecciones de primera vuelta del 2006:

Partido/frente Porcentaje Puesto

Concertación Descentralista (Villarán) 0.6% 7mo.
Partido Socialista (Diez Canseco) 0.5% 9no.
Frente Amplio (Moreno) 0.3% 12vo.
TOTAL 1.4%

Nada que comentar por supuesto.

Las conclusiones están a la vista:

(1)la izquierda no ha peleado las elecciones generales con voluntad de ganar y ser gobierno, ni en el 80, 85, 90 y 2006, tal vez porque no se crea a ella misma gobernando el país;

(2)el tema de la unidad de la izquierda suele encubrir el de esta falta de voluntad de poder: la IU tuvo apoyo porque era un proyecto de gobierno, ninguna otra de las creaciones de la izquierda ha podido transmitir esa idea a la gente;

(3)la izquierda dividida se anula mutuamente, o como ocurrió en el 2006, es sustituido por una fuerza nueva como el nacionalismo;

(4)la inscripción, muchas veces esforzada y meritoria, alcanzada por partidos o bloques de izquierda, no garantiza nada, salvo un cierto poder en los momentos de negociación, pero puede ocurrir como en el 80 o el 2006, que un montón de partidos inscritos aseguren una división más minuciosa;

(5)la izquierda ha argüido “modernidad” y “radicalidad” para dividirse, pero lo ha hecho en un escenario crecientemente copado por la derecha que la excluye a las dos, lo que sugiere que los deslindes dentro de la izquierda son prematuros y que hay todavía una tarea de abrir la democracia peruana e introducir el tema social y nacional, antes de competir entre izquierdistas;

(6)la izquierda del candidato, es decir la que tiene un mejor cartel que las otras, ha mostrado recurrentemente que sólo lleva al desastre de todos y a la caducidad del candidato con posibilidades, porque los votantes ven ante todo el debilitamiento general del izquierdismo;

(7)la izquierda no ha demostrado, hasta ahora saber capitalizar una victoria parcial para subir el siguiente escalón. Se vio con la Constituyente de 1978, con la victoria municipal de 1983 y se está viendo en estos momentos con el resultado municipal regional del 2010.


05.11.10
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Las cartas marcadas de Alan García

Como gran jugador, el presidente que “tiene un poder” para actuar en las elecciones, según su propia confesión, se ha encargado de hacernos saber que parte de éste, es la capacidad de adoptar a varios candidatos de otros partidos como propios y de decidir caprichosamente al mismo tiempo la postulante de su organización a partir de su ministra favorita, al margen de los organismos del partido. Así nadie sabe ahora cuál es la carta verdadera de García y crece la sensación de que puede ganar con tres o cuatro números marcados de la actual baraja de postulantes presidenciales.

En la larga despedida de Luis Castañeda de la Municipalidad de Lima, el presidente y el alcalde se prodigaron en piropos, tanto que muchos entendieron que ahí estaba la clave de la próxima elección. Castañeda habló del sol de Solidaridad y la estrella del APRA, alumbrando el día y la noche peruana; y García retrucó declarando al renunciante alcalde su “candidato favorito”, Estaba claro, García podía especular con la candidatura de Velásquez Quesquén para contener los movimientos de Jorge del Castillo y mantener al partido unido, pero no estaba dispuesto a quedarse con un solo dígito. ¿Y qué mejor que el alcalde de las obras, para un presidente de las obras, que darse un abrazo electoral en público?

Pero lo cierto es que nada estaba tan nítido como podía suponerse. Porque antes del abrazo con Castañeda, se había escuchado al mismo García alabar a la hija del prisionero de la DINOES, asegurando que nadie debía temer que repitiera los “errores” de su padre: golpe de Estado, crímenes y corrupción. Sorprendentemente el presidente relevó la “inteligencia” de Keiko, en un exceso de amabilidad e irrealismo, sólo comparable con exaltaciones posteriores a la “elocuencia” del mudo Castañeda. Para muchas personas la hija de Fujimori ya era la verdadera candidata de García, aunque lo fuera “in pectore”, lo que venía a ser totalmente coherente con la evidente admiración que el actual presidente profesa al gobernante de los 90, y que se ve en el tipo de política que se ha seguido en los últimos años en economía y la forma como se han enfrentado los conflictos sociales. Todos veían además que en el Congreso, los naranjas devolvían las gentilezas, dando a entender que ayudaban a la gobernabilidad alanista, esperando que de regreso recibirían el apoyo del actual gobernante.

Ya tenía García dos candidatos en el bolsillo. Pero no era suficiente. Y es que Castañeda y Keiko podían ser cartas para salvar la cara y evitar perder, pero les faltaba el sello del político peruano que siempre quiere estar en todas las decisiones. Es por eso que Alan García decidió finalmente introducir una carta adicional y personal en el mazo. Nadie cree por supuesto la versión de que el asunto Meche Araoz lo resolvió una encuesta mandad hacer por el partido entre varias opciones y una inmediata reunión de dirigentes en Alfonso Ugarte que dejó de lado un paquete de precandidatos, varios de ellos renunciantes de funciones públicas hace sólo algunas semanas. Después de todo durante más de cuatro años Mechita fue fabricada casi de la nada como un producto nuevo de la política criolla: joven bonita, profesional, ambiciosa, despiadada, coqueta, histriónica, mentirosa, etc., y todo elogio que el presidente pueda hacer de ella será siempre un reconocimiento para sí mismo, como ocurre con los cirujanos plásticos. ¿Por qué la empujó a la cancha cuando parecía haber inventado un modelo con dos candidatos para ganar y un partido para tener una cuota parlamentaria y regresar el 2016, que era repetido como santa e indiscutible verdad, por los más sabios analistas del medio?

Toda indica que el jugadorazo está buscando tres objetivos: primero, poner en plaza una competidora que cause resquemor en el lado derecho, es decir en su propia cancha, y que si no puede ganar, por lo menos resta votos, lo que obliga a tomar más en serio la negociación con el presidente, a lo que se agrega el run run que no se sabe de dónde vino, de que el PPC podría ir de aliado de este proyecto, lo que ha servido para aumentar las preocupaciones por un escenario de tres derechas intercambiables disputándose los mismos votos; segundo, polarizar las opciones políticas y programáticas en la elección como una disputa sistema y antisistema, y afirma al mismo tiempo a García como la cabeza irremplazable y ordenadora del primer bloque, si es que quieren ganar; tercero, diluir al APRA, como fuente de presión de bases populares y clase medieras, que podían reclamar un cambio desde el derechismo abierto de estos años, hacia una propuesta más social para las siguientes elecciones. Con Meche, el maquiavélico García acaba con las ambigüedades, elimina todo perfil propio al aprismo, anunciándole que del gobierno para la derecha que dirigió García, sigue la candidatura directa de una mujer de la derecha tecnocrática sostenida en el logo del partido de la estrella, marcando el fin de una vieja disputa.

Recapitulemos. Con tres cartas marcadas en la mano, con la maquinaria del poder y el apoyo de los grandes medios de comunicación que crean la ilusión de los ganadores anticipados, García está corrigiendo su estrategia de derrota de las elecciones municipales y regionales, y tratando de aprender la lección. Y como en este caso se trata de póker, hay que tener presente que la movida ganadora del juego son los cuatro ases, lo que significa que nadie debe descartar que el presidente logre en el camino envolver a Toledo, también como parte de la baraja, convenciéndolo que el “centro” donde quiere posar el “cholo de Harvard”, no tiene destino. El desayuno en Palacio, a fines de septiembre, fue un primer paso para que la foto muestre a “los dos presidentes” preocupados por los problemas del país y por qué no, “cooperando” para solucionarlos. Los que estuvieron allí cuentan que Alan anotó que él y Alejandro eran los “mejores estrategas” en campañas electorales actualmente en el Perú, que es como sugerir qué tal si nos juntamos. O sea García sigue moviendo fichas a su gusto y una buena parte de nuestros aspirantes presidenciales dejan que los muevan para donde el grandote quiere. No conocen el cuento del abrazo del oso, en el que el apapachado terminó aplastado.

07.11.10



Dilma y Meche

Hay quienes piensan que a García lo ha inspirado Lula, con su candidata a la que acompañó en toda la elección y que finalmente hizo ganar, inaugurando la era del gobierno del PT sin el ex dirigente obrero. Ciertamente Dilma y Meche tienen en común que son economistas y ex ministras. Y García debe tener en cuenta que Lula y él han gobernado dos veces y están subidos de peso. Pero hasta ahí las coincidencias. La brasileña es una mujer hecha en la lucha, con sacrificios y riesgos asumidos a lo largo de su vida, que no alardea venir del barrunto, sino que procediendo de una familia acomodada se ligó a los trabajadores y a la rebelión contra la dictadura. Meche nunca fue pobre, pero apuntó siempre a ser rica. Y vio su oportunidad cuando García llegó al gobierno y quería manejar lo del TLC con alguien que no fuera inmediatamente identificado con Toledo. Ahí apareció la campeona, cuya sensibilidad social y cultural se mostró en el conflicto de la selva y es casi equivalente a cero.

Pero García tampoco tiene algo que ver con su “amigo” Lula. Mientras el brasileño se despide con más de 89% de aprobación, el peruano con la justas pasa el 20%. Mientras en el Brasil, el neoliberalismo fue sujeto por un Estado fuerte, empeñado en políticas profundas de redistribución, el Perú es el reino de las trasnacionales. Mientras Lula es un líder continental y mundial, García ha mantenido al Perú en el aislamiento en Suramérica y en la subordinación a las potencias globales. García y Araoz son definitivamente de otro barrunto, frente a los líderes del Partido de los Trabajadores del Brasil.

La libertad de Lori

Si la jueza León había resuelto que Lori Berenson había reunido los requisitos para obtener la libertad condicional, porque a través del trabajo y el estudio había logrado rebajar su pena y porque aplicado este descuento había cumplido el requisito de superar los dos tercios de la condena, poniendo a un lado los argumentos de la Procuraduría que pretendían separar los beneficios, y si la Sala superior devolvió a prisión a la norteamericana para que se subsanara el procedimiento de revisión del domicilio de la procesada, temas a los que el procurador Julio Galindo y la ministra Fernández no han podido agregar nada nuevo: ¿a qué tanto salto ahora cuando el resultado de todas las apelaciones y maniobras han dado como conclusión una ratificación del primer fallo, con ampliaciones doctrinarias de parte de la juez, y declaraciones destempladas del representante del gobierno?

La ministra y la periodista Palacios discutían el viernes sobre el punto y lo que se hacía evidente era que no estaban refiriéndose a los seis meses que según la posición oficial le restan a Lori Berenson para llegar a los quince años, momento en el cual ya no habría ni siquiera que agregarle lo ganado legalmente, con esfuerzo de redención; sino que, si se le rechazaba en este momento la actual solicitud de libertad, la prisionera quedaría fuera del grupo de los que solicitaron los beneficios antes de la bárbara ley de Alan García que, sin ningún motivo, salvo el de satisfacer presiones de prensa, anuló todos los beneficios para los acusados por terrorismo, hace alrededor de un año. Lo que se quiere es forzar el regreso de la Berenson a la cárcel por cinco años más y presentar eso como un triunfo de la dureza “antiterrorista”, en el mejor estilo Fujimori.

El procurador Galindo ha dicho que la juez se burla del país hablando repetidamente de “reinserción”, con lo que está afirmando que los procesados como Berenson no tienen derecho a buscar reinsertarse, siguiendo los derroteros señalados por la ley. En un extremo de patetismo, Fernández y Palacios discutían sobre si era al INPE, en sus evaluaciones de los presos, o la juez, de acuerdo a su conciencia, al que le tocaba cerrar las puertas a personas como Berenson. No era si la evaluación del INPE era la correcta, ya que Lori efectivamente ha tenido buena conducta en sus muchos años de encierro, ha sido una lideresa trabajadora y ha expresado, aunque no estuviera obligado a hacerlo, arrepentimiento explícito por sus actos, sino si por algún lado estaba la clave para mantener a Lori y a otros presos más amenazantes, el mayor tiempo de prisión posible, y evitarse los escándalos de prensa que vienen después de estos episodios y que el gobierno siente como que lo mancharan de debilidad ante la violencia. Por su lado la ministra indicaba que la jueza podía negar la libertad aún sin tomar en cuenta el informe de INPE, que es una entidad bajo su jurisdicción; no que el informe estuviera mal, o que su criterio fuera el que está en la sentencia, sino que lo que se quería de ella era más años de cárcel para los “terroristas”. En ningún caso, estas dos, estaban conversando de lo que todo el mundo ve, que Lori Berenson no es ningún peligro y que el castigo recibido sobrepasa largamente el de otros crímenes mayores que el de planear sin ejecutar una imposible toma del Congreso y vociferar en la presentación de la DIRCOTE.

Es más que obvio que Galindo, Fernández y Palacios creen realmente estar poniéndose a tono con una supuesta opinión pública que no quiere ver libres a los condenados por terrorismo así hayan cumplido sus penas. Pero tal vez estén confundiendo la opinión de una sola cuadra de una calle de Miraflores, con la del Perú entero. O, lo que es peor, la de los propios medios que agitan miedos e irracionalidad, para mejor manipular nuestras conciencias, y que pasan por opinión de todos.

07.11.10

miércoles, noviembre 03, 2010

La izquierda del 2016

En una entrevista con LA PRIMERA, la alcaldesa electa y lideresa de Fuerza Social, Susana Villarán, nos ofrece dos afirmaciones políticas: en la primera descarta la alianza con Ollanta Humala, para lo cual argumenta diferencias de “estilo” y de “programa”; y en la segunda recomienda a la izquierda mirar al 2016 porque los procesos de unidad deben ser lentos.

Propongo algunas reflexiones sobre ambos puntos:

Estilo: la tesis es que la que la gente ya no quiere caudillos. Pero no estoy muy seguro que la propia Susana o el cura Arana, que son los que más insisten en este asunto, no se estén convirtiendo en caudillos de su corriente política, en el sentido que no son fácilmente reemplazables y hacen girar la política en torno a ellos. ¿O qué significa eso de esperar al 2016, sino poner el cronograma en función de una alcaldesa que en la siguiente elección puede ser aspirante a la presidencia?, ¿y cómo entendemos que Tierra y Libertad se acerque a Fuerza Social y sostenga que Arana sigue siendo su candidato para el 2011 y que los demás tengamos que aceptarlo? ¿No es que todo sector político tiene el derecho de levantar una propuesta propia? Pero que para resolver hay que tomar en cuenta factores objetivos, como pueden ser el 47% de votos por el cambio en el 2006 y el 15% actual en las encuestas que tiene Ollanta, donde otros no figuran.

Programa: según Zegarra, Prialé, Guerra García y otros de Fuerza Social, hay tremendas diferencias programáticas entre ellos y el nacionalismo que hacen imposible la unidad. Ahora Susana ha aclarado esos abismos, anotando que existe diferencia de acento en la agenda ambiental y falta de un “discurso emprendedor que empate con el esfuerzo económico individual de la mayoría de la población…”. También que hay una coincidencia en lo de las empresas extractivas y el impuesto a las sobreganancias. ¿Y…? Exijo una explicación… como diría el Condorito, ya que no es fácil descubrir dónde se ha manifestado esta discrepancia: ¿será en la huelga amazónica?, ¿en la discusión de la ley de PYMES?, ¿o estamos ante un forzamiento de diferencias para mantener el discurso de la “no unidad”, con sus variantes: vamos solos, con el “centro” (Toledo), o nos reducimos al parlamento, pero no nos contaminamos, como ya lo hicimos en las municipales?

Plazos: finalmente, la alcaldesa electa llega a decir “preferimos tomar las cosas con calma. La historia no camina al ritmo de nuestras impaciencias”. Y esto debe leerse como que el 2011 no corresponden pelear por el gobierno nacional, ni en preocuparse en unidad de las izquierdas (donde ella no ubica al nacionalismo) y que si se “apresuraran” las cosas ahora, terminarían en una disputa por cuoteos. ¿Cómo entender esto? Solamente, bajo una óptica de que Susana lo sabe todo: ella conoce cuando debemos ir a las municipales y gobernar Lima, y cuando no debemos aspirar al gobierno del país, porque no es “tiempo”. Por ahora que siga conservando el poder la derecha, y en el mejor de los casos repitamos a Toledo. No es un caso de falsa modestia, por cierto, sino un concepto que subordina el reclamo de cambio de los sectores populares expresado en octubre del 2010, no sólo en Lima, sino en muchos lugares del país, y que por supuesto tiene que ver con lo que pasó el 2006 (aunque a Fuerza Social le convenga olvidarlo), a la dinámica interna de la izquierda, sus planes y la agenda de sus dirigentes políticos.

El Perú, como el resto de América Latina, quiere tumbar el programa neoliberal y distribuir poder a las mayorías, como una tarea urgente. Pero Susana quiere que la esperemos para el 2016, y construye pretextos programáticos y de estilo, para no dar el siguiente paso después de las victorias regionales y municipales, y tratar de hacernos retroceder sobre lo ganado.

3.11.10
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lunes, noviembre 01, 2010

Jueces fallan contra la prensa independiente

En los juicios por difamación agravada, lo que se busca es acallar la investigación periodística y la lucha contra la corrupción. Los jueces que fallan a favor de los poderosos que se consideran “insultados” por los medios independientes, actúan no sólo como enemigos de la libertad sino como guardianes de la impunidad.


La condena del bloguero José Alejandro Godoy por delito de difamación agravada, con una pena de 3 años de prisión suspendida, 300 mil soles de multa (más de 100 mil dólares) y 120 días de trabajo comunitario, ha traído una ola de solidaridad en distintos sectores: (a) los habitantes regulares del ciberespacio, que se han considerado directamente vulnerados en sus derechos, en tanto Godoy ha respetado las reglas de expresión de estos medios, vinculando (linkeando) sus opiniones con otras, que prueban que lo que dice no es un invento para dañar al denunciante; (b) la comunidad de querellados por Mufarech, que por lo visto es amplia, e incluye algunos personajes significativos, y que tiene que ver con las peculiaridades del personaje y con el dinero que debe sobrarle para impulsar este tipo de demandas; (c) la prensa en general, que con mayor o menor convicción estima que el aumento de condenas por difamación es una amenaza contra todo el gremio periodístico.

Tal vez por todo esto, el caso Godoy está sonando más fuerte que otros, como el del periodista Efraín Rúa de LA PRIMERA condenado por recoger la denuncia de campesinos de la comunidad de San Pedro de Lloc, en La Libertad, sobre la intervención directa del hijo del presidente de la república en la venta ilegal de terrenos comunales a una empresa privada, bajo el insólito argumento de que la denuncia buscaba “afectar” la imagen del presidente, o sea hacía intocables a los miembros de su familia. Otro paquete de demandas poco difundido es el que la empresa Lima Airport Partners LAP, ha lanzado en contra del periodista independiente Herbert Mujica (5 denuncias), por la publicación de un libro sobre el proceso de privatización y por otras opiniones expresadas a través de la Internet. De estos procesos, dos se encuentran con “suspensión de fallo condenatorio”, y en uno acaba de ser declarado absuelto. También, el estudioso Manuel Dammert ha sido perseguido por Pedro Pablo Kuczynski, por haber puesto al descubierto su papel de lobista en la revisión de los contratos del gas.

En mi caso particular, tengo una acción de amparo orientada a decomisar un libro de investigación sobre LAP del año 2005, que los jueces en dos instancias diferentes rechazaron por improcedente, pero que el Tribunal Constitucional increíblemente ordenó darle curso a fines del año anterior; tres demandas más de LAP, por publicación de información fiscal y judicial referida a un caso de tráfico de drogas detectado en el Aeropuerto Jorge Chávez y que comprometía a funcionarios de seguridad de varias empresas, entre ellas de LAP; una demanda del presidente de la Autoridad Portuaria Nacional, por informar de las relaciones entre el consorcio ganador de la concesión del puerto de Paita, e intereses de empresas portuarias chilenas. Dos de estos procesos han estado próximos a sentencia. En LA PRIMERA hay otros compañeros denunciados y hasta donde sé también existen en otros medios. Los denunciantes, además, recurren a incluir en su demanda a los directores de los medios, a pesar que las notas se encuentren firmadas, y a las empresas periodísticas (como terceros civilmente responsables). Evidentemente la intención es poner contra la pared al medio y a los periodistas, con el objeto de que las investigaciones no sigan adelante

Algunas conclusiones se desprenden de lo que está sucediendo: (a) los poderes políticos y económicos se están valiendo de las normas que se refieren a delitos contra el honor (de las personas y las empresas), difamación agravada y otros relacionados con el ejercicio de la libertad de prensa, para presionar a los escasos espacios de prensa independiente y de investigación que existen en el país, incluidos los que se ejercen a través de la Internet, y para judicializar a los medios que les son molestos; (b) las que se suponen son garantías para que los ciudadanos puedan defenderse de eventuales abusos de la prensa, donde el polo más fuerte es el medio de comunicación y el débil las personas comunes y corrientes, se están distorsionando gravemente al convertirse en un recurso de los que tienen dinero y poder político, contra medios pequeños y periodistas e investigadores libres (como los de Internet o los que publican libros). Todos los casos recientes de condenas, dentro de ellos el del bloguero Godoy, muestra este patrón; (c) los jueces que reciben las demandas, no toman en cuenta el fondo y la verdad de los temas bajo investigación y denuncia, sino el supuesto “daño” que se causa al demandante, es decir los jueces presumen que hay intención de afectar el honor y reputación del demandante, y no que hay un trabajo periodístico que precisamente consiste en limpiar al país de actos corruptos, lo que supone investigar y denunciar, con sustento, posibles hechos dolosos; (d) en el momento de sopesar dos derechos: honor y buena imagen; frente a libertad de expresión y prensa; los jueces que reciben denuncias por difamación suelen actuar como si sólo existiera uno de ellos. No hacen el equilibrio debido, y se reducen a preguntarse si hubo o no intención difamatoria, poniendo en la balanza adjetivos y expresiones que se pudieran calificar de ofensivas.

En un país donde hay un cada vez más claro oligopolio de prensa (pocos propietarios; muchos medios en muy escasas mano; dominio concentrado de la cuota publicitaria y de los más altos índices de circulación y de audiencia), la proliferación de los juicios por difamación y el sometimiento de los jueces a los grupos de poder, ponen un claro interrogante sobre la afirmación de que en el Perú reina una prístina libertad de prensa. Eres libre, pero puedes terminar preso o quebrado por denunciar la corrupción.

01.11.10
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