Los diarios han dado cuenta de los centenares de candidatos
regionales y municipales que tienen condenas vigentes y han hecho como que les
escandalizara una situación que parece caída del aire. El ministro Urresti y
Jaime Antezana han ofrecido nombres de narcos metidos en la campaña. La
ministra Omonte ha hecho su aporte con nombre de deudores alimentarios y
violadores sexuales. Y ya se habla de una nueva legislación que restringiría el
acceso de personas con vínculos con hechos delictivos a los procesos
electorales.
Pero el Congreso que tiene que definir esa eventual ley,
acaba de poner en la picota a uno de sus miembros, por impulsar, nada menos que
con la cobertura de la “propiedad” de su madre de 80 años, una hostal en la que
se practica la prostitución de menores. El tipo ya había sido “investigado”
hace más de un año, con las mismas pruebas e igual mecanismo de defensa, y
absuelto por el “ético” Lay y su comparsa. Ahora un remake del escándalo
lanzado por televisión ha hecho que el partido fujimorista lo expulse como en
un resorte y pida entregarlo a la justicia, mientras Lay anuncia
parsimoniosamente que hará una nueva investigación.
En el actual Congreso ya se ha producido el desafuero del
señor Urtecho que aprovechaba su condición de discapacitado para lucrar con el
tema de las necesidades de las personas con limitaciones físicas y de paso
recortaba sueldos de sus trabajadores para sus cuentas y las de su mujer. Hay,
a su vez, dos congresistas suspendidos. Y varios otros que ya pasaron por esa
situación. Pero lo mejor es que a Kenji le encontraron droga en su empresa y no
pasó nada; a Velásquez Quesquén le han hallado nexos económicos con Orellana e
ídem; Heriberto Benítez y Víctor
Crisólogo tiemblan en un hilo por el asunto de Ancash, pero no caen; a Bedoya
de Vivanco lo acusaron de intento de violación y nada; el “ético” Lay tiene
acusaciones de corrupción en su iglesia y su partido; el fujimorista Melgar roba
agua a los agricultores de Huaura, luz a las empresas eléctricas y tierras al
Estado, pero la Comisión de Ética no ve el problema; Víctor Isla tiene varias
novias en el Congreso y usaba el dinero de la presidencia para viajes de placer
y no comprende dónde esta su falta.
En el Ejecutivo, ya sabemos, hay una intensa labor lobista
que se desarrolla al amparo de las múltiples relaciones personales tejidas
entre ministros y exfuncionarios del Estado que ahora representan a empresas.
En medio de loas al mercado libre el país se ha vuelto una feria de favores a
grupos de interés que está palmariamente reflejada en los recientes paquetes
económicos de supuesta reactivación. El ministro Mayorga está en su puesto como
un delegado de las petroleras, que no ve incompatibilidades en su tarea de
ablandar las resistencias de los sectores de Ambiente y Cultura para que las
nuevas inversiones ingresen sin los estudios de impacto ambiental que ellas
mismas financiaban y aprobaban, y que ahora ni en eso quieren gastar. El
ministro Castilla, por cierto, es el articulador de un Estado que diluye sus
límites con el espacio privado. Y el presidente lanza un discurso el 28 de
julio hablando de educación y salud, como si no se diera cuenta de lo que está
pasando o no quisiera ver.
Por si todo lo dicho fuera poco, hay tres presidentes regionales
presos, uno prófugo, varios con comparecencia y otros tantos bajo
investigación. La sensación impuesta es que la descentralización ha devenido en
una corrupción generalizada, mientras en Lima un exalcalde con probados
vínculos con hechos de corrupción que están siendo aún procesados, al que el
Fiscal de la Nación salvó de la denuncia, y del que se sabe era el campeón de
las comisiones a los proveedores y constructoras, anda flotando en las
encuestas y en el silencio más ominoso, mandando mensajes con sus allegados de
que si gana volverá a hacer lo que hizo durante ocho años en que estuvo en esa
función. ¿Cuántos mas que no son condenados o narcos visibles, están en la
carrera para hacerse de las regiones y principales alcaldías? Un ejemplo
elocuente es el de Waldo Ríos, tránsfuga filmado cobrando a Montesinos, que ya
cumplió su condena y aparece primero en los sondeos nada menos que para el
gobierno de Ancash. El otro es el de la banda de los chimpunes de Kouri-Moreno-Sotomayor,
en el Callao.
¿No da todo esto la sensación de que algo muy malo se está
viniendo sobre el país y que lo que se ha llamado ya delitocracia está desatada
en el país. No hablamos aquí de candidatos presidenciales para centrarnos en lo
que está pasando en este año 2014, pero ahí la cosa probablemente sea aún más
grave. Descomposición total, crisis de instituciones, ausencia de partidos, se
dice por doquier para tratar de interpretar este despelote. Pero ¿quién detiene
lo que se descompone, reforma las instituciones o construye nuevos partidos?
Nada indica que eso esté en camino en algún sentido. Al contrario, cada vez es
mayor la distancia entre la política y la población, y el sentimiento de que
toda la oferta de siglas y aspirantes está contaminada está cada vez más
extendida. Lo que se dice de los candidatos, las autoridades elegidas y sus
funcionarios de confianza hace que casi todas las personas con un mínimo de
entereza y decencia rechacen meterse en el fango y queden excluidas de un
sistema hecho solo para logreros.
El riesgo de que algún esfuerzo por adecentar la política y
desfujimorizar un país que aún lleva las huellas de los noventa, concluya en
una contraacusación de los que entienden que para salvar a la corrupción hay
que hacer que todo el mundo sea visto como corrupto, es alto. Un buen ejemplo es
lo que tuvo que vivir Javier Diez Canseco que sufrió en los dos últimos años de
su vida una metralla inmunda e ignorante que partía del concepto de que podían
igualarlo hacia abajo con sus principales enemigos y que con toda seguridad
incidió en su enfermedad. Algo por el estilo ha sido el intento de colgarle el
cartel de “ratera” a Susana Villarán con cualquier argumento. Así todos somos
rateros, pero unos hacen más obras, o reinan el populismo más ramplón.
En realidad, el Perú está llegando nuevamente a un momento
de ruptura. Toda la política de los últimos 25 años está viciada y no tienen
capacidad alguna de autoreformarse, porque está ha estructurada para que los
que participan de ella sólo se interesen en conservar sus posiciones y
privilegios. Es evidente que en la polarización que se siente a la distancia,
donde los intereses en juego no resultan conciliables, hay los que entienden
que para corregir el podrido mundo de la antipolítica que nos trajo el
autoritarismo de los 90, hay que ser aún más autoritario y elitista de lo que
se ha venido siendo.
Es el discurso que está detrás de la concentración económica
y mediática, de los que creen que el Perú todavía sigue en guerra y que sólo
ellos pueden “salvarnos”, de los lobistas pro-grandes empresas que se reparten
el país en nombre del crecimiento y del no crecimiento. La pregunta es si
frente a ellos queda tiempo para levantar una alternativa democratizadora, de
multitudes que despiertan a sus derechos y que no temen las consecuencias de
enfrentar el viejo orden que nos asfixia. El futuro no se pinta bueno, pero
mucho peor es cerrarle los ojos y creer que la lenta caída puede seguir para
siempre.
25.08.14
Publicado en Hildebrandt en sus trece
4 comentarios:
Saludos desde Bruselas
Es una lástima no encontrar comentarios en este excelente artículo de Raúl. Pero, si creen que clase política corrupta es privilegios de los peruanos, diré que no es así, Miren a España, Argentina o Brasil.
La defensa está en un electorado informado. No lo olvidemos.
CJ
No renovaron contrato al Anónimo Ambrosio.
No creo para tanto el troll alditus u odla o ambrosio debe estar tratando de buscar el cuarto de neurona que le falta para completar su mitad y así poder estar metiendo pavada y media a este foro de la verdadera democracia.
Don Raúl, me ha dejado muy mal leer su artículo, con un desasosiego e impotencia enormes. ¿Qué nos queda? ¿ir a las armas?
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