Ya hemos visto que Alan García tiene
fiscales y jueces dispuestos a salvarlo, en las más difíciles circunstancias,
así como medios para tapar sus escándalos y empresarios para aparecer a su lado
en las fotos sobre la inversión. Pero además de ello tiene una guardia dorada
para trompearse con los ciudadanos comunes y corrientes que expresan lo que
sienten ante quién fuera dos veces presidente y en ambas salió investigado por
grave corrupción.
El miércoles, día del diálogo con el gobierno
para el que García había preparado una batería de fuegos artificiales que
dieran a entender que estaba ocupado en “cosas más importantes”, que de los
“insultos” (investigaciones), del Congreso y la Procuraduría Anticorrupción, un
espontáneo le preguntó en la calle a
unos pasos de Palacio por qué había indultado a los narcos y lo acusó de
corrupto.
Y, como ya se sabe, no fue la Policía la
que puso el orden, sino los matones de García que masacraron al gritón hasta
tumbarlo en el suelo. Entretanto el ego colosal hacía como que no estaba
enterado, y hasta el día de hoy no ha vuelto a referirse al tema. Varias
historias han vuelto a la memoria de mucha gente sobre esta asociación pertinaz
que existe entre AGP y el uso directo de la fuerza. Así algunos se han acordado
de la patadita del año 2004, al tipo que se puso en su delante durante una
marcha sindical que el APRA adhirió oportunistamente.
O al empleado del Seguro Social que lo
emplazó por el tema de los petroaudios en los interiores del Hospital Rebagliati
que recibió un sopapo del propio presidente con el apoyo de su seguridad,
imaginemos que el agredido hubiera respondido. Otra historia que no debe
olvidarse ocurrió en la campaña del 2006, cuando el candidato de la estrella
decidió disputarle el sur a Humala en la segunda vuelta y fue recibido con
pifias por la gente que estaba en las veredas marcando el paso de la caravana. La
guardia dorada no se limitó en este caso a las trompadas y los patadones, sino
que disparó al bulto al lugar de donde venían los abucheos.
Total tres heridos de bala y varios
contusos. Por supuesto García dejó de soñar en el sur y se regresó a Lima, que
fue junto con el norte, las plazas que le dieron la victoria. En esa misma
campaña a Ollanta Humala lo apedrearon en Trujillo cuando fue a dejar flores a
la tumba de Haya de la Torre y en la Universidad Ricardo Palma cuando iba a
votar. En la elección del 2011, no se vieron choques equivalentes, y la
explicación es bien clara: el APRA no estaba entre las fuerzas en disputa. Estamos
avisados, con AGP, el golpe avisa.
07.09.13
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