La conclusión cae de su peso: a unos cuantos días de la
finalización del diálogo que según ha señalado el gobierno ha servido nada
menos que para establecer una agenda nacional que deberá trabajarse con los
técnicos de los partidos, el país real ha puesto de manifiesto que no cree que
por allí hay una vía de solución a sus problemas.
Las provincias que paralizaron sus labores, las marchas que
recorrieron el país y que tuvieron su cota más alta en la de la capital, eran
la expresión de un descontento profundo que ya no cree en maniobras políticas y
que está exigiendo soluciones inmediatas. Un gobierno al que la derecha
económica y mediática trata de dirigir a golpes, se expone por supuesto a que
del otro lado se le presione con los medios sindicales y de masas que les son
propios.
Al final de cuentas el gobierno que Humala había ofrecido en
campaña era uno que traería paz social por la supuesta cercanía del presidente
con los movimientos sociales a los que podría canalizar a través de un trato
directo y un compromiso por el desarrollo y la justicia social. Esto nunca
existió y lo que parece más bien que está resultando es un gobierno inestable y
débil, que no satisface a ningún lado.
Si el diálogo hubiese sido hecho con propuestas en la mano
que pudiesen hacer ver alguna tendencia de cambio, es posible que el gobierno
hubiera conseguido algo más que unas cuantas semanas de distracción política.
Pero la señal que ha recibido el país después de la serie de reuniones y
declaraciones del premier y los distintos partidos, es que el gobierno se hace
más prominero de lo que ya era y viaja a Arequipa a darles todas las
seguridades a los empresarios, mayormente extranjeros, que dominan este sector.
Este es el único diálogo real, en la percepción más
extendida de la gente. Ergo, no hay mucho que pensar sobre cómo están ordenadas
las cosas en el país y que la inclusión social, el Perú progreso para todos, y
otros lemas por el estilo no dicen otra cosa de que seguimos siendo lo mismo de
antes. En estas condiciones el mejor organizador de paros y movilizaciones es
el propio Ollanta Humala, que suscita una especial irritación entre muchísimas
personas que se sienten burladas por sus discursos electorales.
El premier Jiménez, por supuesto, puede molestarse porque su
cuidado andamiaje al que ha dedicado 40 horas sucesivas de su valioso tiempo
(según informe de la PCM), se difumina en el aire como si no tuviera de donde
sostenerse. Pero quizás la vía que se abra casi de inmediato vaya a ser tratar
de hacer pasar al movimiento sindical por el mismo aro que se ha hecho pasar a
los partidos. Otro diálogo para otra nueva agenda. Mientras la agenda
neoliberal sigue adelante.
27.09.13
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