miércoles, septiembre 18, 2013

Que no hable para que no afecte nuestro optimismo

El inminente director del diario El Comercio, le pide este lunes al presidente, desde su columna en Perú 21, que hable lo menos posible sobre economía (“no se le puede prohibir… hablar", se lamenta), como camino para recuperar el entusiasmo económico en el país.

Hace unos meses, la misma columna y el mismo columnista, hablaron de las inconveniencias de que el mandatario se dedicase a pensar sobre el rol que el Estado podría cumplir en la reforma económica, a propósito del asunto Repsol.

O sea, la situación se está haciendo más compleja, el piloto automático se está agotando, pero Du Bois piensa en nombre del grupo más poderoso de la prensa peruana, que mejor estaríamos con una estatua de bronce con la banda presidencial que no piense ni hable y que nos permita creer que todo va a estar bien… si no se hace nada.

En realidad, más allá de la audacia de escribirlo, la manera como la derecha se ha conducido frente a Ollanta Humala desde que este arrió sus banderas y dejó de ser una amenaza para el modelo económico y la distribución de poder de los últimos 23 años, ha estado centrada en recortarle cada vez más las funciones propias de su cargo, como son nombrar ministros y funcionarios, definir las políticas de Estado, dirigir la política internacional, entre otras, e imponerle sus criterios como si se tratara de simples sentidos comunes.

Poco a poco, además, se ha ido invadiendo el campo personal y los afectos del gobernante, enfrentándolo con su familia asumiendo que cualquier cosa se puede decir o hacer con ellos y que el presidente tiene que aceptarlo ante la posibilidad de ser acusado de favoritismo, lo mismo con los miembros de su partido que bien o mal lo han acompañado por muchos años. Al margen de lo que pueda decirse en cada caso específico y de las inmensas debilidades del nacionalismo peruano, lo cierto es que la presión mediática ha construido un hombre dispuesto a entregar cabezas de parientes, amigos y partidarios, a cambio de bajar los escándalos mediáticos.

Así es que hemos llegado al momento en que pensar o hablar es el peor pecado y que el optimismo existente que pretende que la crisis puede ser lo mundial que sea pero nosotros no somos parte del mundo, sólo puede resquebrajarse si es por culpa de los descontroles de Humala.  

La ecuación es fantástica porque significa que si por la razón que fuera, la gente se mantiene crédula y sigue endeudándose y gastando su dinero apenas le llega continuando la feria de consumismo de los últimos años, y los empresarios hacen inversiones sin considerar la baja de la demanda internacional y las incertidumbres, y mueven masas de dinero, y si todo esto no se quiebra en el tiempo y nos encontramos con otra ola de ascenso, que es toda la apuesta neoliberal, se deberá a que el modelo es muy bueno y a sus prohombres: Fujimori, Boloña, PPK, Carranza, Castilla y otros. Y por supuesto a que se logró amarrar al actual presidente.

Pero si la situación se torna difícil y hay que tomar medidas de emergencia antes que se arme el desastre, que es lo que temen cada vez más personas, entonces la culpa habrá sido del incontinente Humala, que no se dio cuenta que su tarea era no pensar y no hablar.

El profundo desprecio que trasuntan estas nociones sólo puede explicarse en la sicología del tecnócrata que ya pasó por los altos niveles del MEF (aunque no tuviera los requisitos profesionales para hacerlo) y que se ha acostumbrado al tono de los funcionarios que vienen del FMI y el BM, que se sienten siempre por encima de los presidentes de turno que son sólo políticos de paso, mientras ellos representan el poder económico que es permanente.

La única diferencia con Humala, es que este trato a los que gobiernan ha salido a la luz pública. La batería de El Comercio así lo ha decidido. De ahí que hasta Keiko Fujimori crea que puede silenciar al presidente. Como si ella sí supiera de economía, o de alguna cosa.

18.09.13
Columna de Wiener
Miércoles de Política Nº 12

No hay comentarios.: