El inminente director del diario El Comercio, le pide este
lunes al presidente, desde su columna en Perú 21, que hable lo menos posible
sobre economía (“no se le puede prohibir… hablar", se lamenta), como camino para
recuperar el entusiasmo económico en el país.
Hace unos meses, la misma columna y el mismo columnista,
hablaron de las inconveniencias de que el mandatario se dedicase a pensar sobre
el rol que el Estado podría cumplir en la reforma económica, a propósito del
asunto Repsol.
O sea, la situación se está haciendo más compleja, el piloto
automático se está agotando, pero Du Bois piensa en nombre del grupo más
poderoso de la prensa peruana, que mejor estaríamos con una estatua de bronce
con la banda presidencial que no piense ni hable y que nos permita creer que
todo va a estar bien… si no se hace nada.
En realidad, más allá de la audacia de escribirlo, la manera
como la derecha se ha conducido frente a Ollanta Humala desde que este arrió
sus banderas y dejó de ser una amenaza para el modelo económico y la
distribución de poder de los últimos 23 años, ha estado centrada en recortarle
cada vez más las funciones propias de su cargo, como son nombrar ministros y
funcionarios, definir las políticas de Estado, dirigir la política
internacional, entre otras, e imponerle sus criterios como si se tratara de
simples sentidos comunes.
Poco a poco, además, se ha ido invadiendo el campo personal
y los afectos del gobernante, enfrentándolo con su familia asumiendo que
cualquier cosa se puede decir o hacer con ellos y que el presidente tiene que
aceptarlo ante la posibilidad de ser acusado de favoritismo, lo mismo con los
miembros de su partido que bien o mal lo han acompañado por muchos años. Al
margen de lo que pueda decirse en cada caso específico y de las inmensas
debilidades del nacionalismo peruano, lo cierto es que la presión mediática ha
construido un hombre dispuesto a entregar cabezas de parientes, amigos y
partidarios, a cambio de bajar los escándalos mediáticos.
Así es que hemos llegado al momento en que pensar o hablar
es el peor pecado y que el optimismo existente que pretende que la crisis puede
ser lo mundial que sea pero nosotros no somos parte del mundo, sólo puede
resquebrajarse si es por culpa de los descontroles de Humala.
La ecuación es fantástica porque significa que si por la
razón que fuera, la gente se mantiene crédula y sigue endeudándose y gastando
su dinero apenas le llega continuando la feria de consumismo de los últimos
años, y los empresarios hacen inversiones sin considerar la baja de la demanda
internacional y las incertidumbres, y mueven masas de dinero, y si todo esto no se quiebra en el tiempo y nos encontramos con otra ola de ascenso, que es toda la
apuesta neoliberal, se deberá a que el modelo es muy bueno y a sus prohombres:
Fujimori, Boloña, PPK, Carranza, Castilla y otros. Y por supuesto a que se
logró amarrar al actual presidente.
Pero si la situación se torna difícil y hay que tomar
medidas de emergencia antes que se arme el desastre, que es lo que temen cada
vez más personas, entonces la culpa habrá sido del incontinente Humala, que no
se dio cuenta que su tarea era no pensar y no hablar.
El profundo desprecio que trasuntan estas nociones sólo
puede explicarse en la sicología del tecnócrata que ya pasó por los altos
niveles del MEF (aunque no tuviera los requisitos profesionales para hacerlo) y
que se ha acostumbrado al tono de los funcionarios que vienen del FMI y el BM,
que se sienten siempre por encima de los presidentes de turno que son sólo
políticos de paso, mientras ellos representan el poder económico que es
permanente.
La única diferencia con Humala, es que este trato a los que
gobiernan ha salido a la luz pública. La batería de El Comercio así lo ha
decidido. De ahí que hasta Keiko Fujimori crea que puede silenciar al
presidente. Como si ella sí supiera de economía, o de alguna cosa.
18.09.13
Columna de Wiener
Miércoles de Política Nº 12
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