Dice Ariel Bracamonte (que ahora firma como Ariel Fefer),
que la anulación del juicio contra su hermana no es obviamente una absolución y
agrega que es sinónimo de un Poder Judicial que no sabe hacer su labor o, en el
peor de los casos, de corrupción.
Pues bien, lo que hemos visto durante más de cuatro años es
un poder judicial capaz de condenar a alguien a 30 años de prisión, sin pruebas
suficientes y sin respeto al debido proceso, y a una Corte Suprema incapaz de
cumplir su labor de exculpar a una persona que ha sufrido una carcelería
increíblemente larga, cuando lo único que existía en su contra eran
suposiciones y prejuicios.
El último vocal que tenía que votar en este caso podía
haberse pronunciado por la completa absolución y el fin de un juicio de ribetes
kafkianos. Pero eso equivalía a declarar que los fiscales y los jueces que
habían intervenido en el caso hasta el momento de la primera condena, se habían
ensañado con la joven, no se sabe si por adaptarse al linchamiento mediático, o porque realmente
hubo corrupción y Ariel sabe de donde vino.
Los fiscales y los jueces que consideraron que el hombre que
ingresó a la medianoche a la casa de Miriam Fefer y forcejeó con ella al ser
descubierto, ahorcándola con lo que encontró a la mano, era un sicario a paga,
sin haber podido probar que se dedicaba a tal oficio y que no era un
ladronzuelo cualquiera; que supusieron que alguien le había abierto la puerta y
que dentro de las varias personas que estaban en la casa, tenía que haber sido
Eva, a pesar que el asesino decía haber subido por las rejas; que tomaron como
prueba una llamada no contestada del celular de la madre hacia la hija, en un
momento en que posiblemente ya estaba muerta; y otros tantos indicios imprecisos
para condenarla; deberían ser marcados con fuego.
La verdad es que todos ellos son un peligro para la
sociedad, porque han confundido su función jurisdiccional con el papel de
Dioses omnipotentes que creen que pueden decidir libremente sobre la vida de
los demás. Cuatro años de prisión sin pruebas y tener que volver a comenzar
otro juicio es un castigo inaudito, que seguramente se hace mucho más doloroso
cuando se comprueba hasta dónde puede caer un hermano. No podemos ocultar nuestro
asombro por la falta de coraje del vocal Segundo Morales que se inclinó a la
opción del nuevo juicio.
La Suprema estaba a punto de reparar aunque sea parcialmente
el daño producido por las decisiones judiciales previas. Pero no se atrevió a
hacerlo y prefirió lavarse las manos. Así Eva tendrá que postergar la
reconstrucción de su vida y no podrá escapar del foco del escándalo mediático
por un tiempo adicional. Me parece una nueva injusticia.
28.09.13
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