Manuel Guerra, dirigente del Partido Comunista del Perú,
Patria Roja, director del periódico oficial de esa organización, presentó el
último viernes una novela que podría calificarse como testimonial, en la que
recrea sobre la base de sus recuerdos la historia de su familia de Celendín,
Cajamarca, y el proceso de su transformación en un militante de uno de los
partidos de izquierda más importantes y de los que menos se conoce.
Cuando conocí a Manuel, me dieron como referencia que era
uno de los duros de un partido al que desde fuera se le ve muchas veces rígido,
formalista y hasta sectario. Pero yo descubrí que se trataba de una buena
persona, reflexiva, dispuesta a tratar los problemas de la izquierda y las
dificultades que el partido al que le ha entregado la mayor parte de su vida,
ha tenido para cumplir con sus proyectos. Al tener en mis manos el libro, que
me pidió comentar al lado de nada menos que el escritor Oswaldo Reynoso y la
poetisa Rocío Silva Santisteban, estuve seguro que en sus páginas traduciría su
inquietud por la política.
El libro lleva por título “Trasiegos”, que se entiende como
ese constante cambiar de una vasija a otra de los vinos que se ven limpiando
poco a poco de impurezas, y es una crónica dulce y amarga a la vez sobre la
vida en la sierra norte, los sueños, los prejuicios, las supersticiones y los
hechos que influyeron en la formación de la personalidad del autor y que ayudan
a explicar dónde está ahora. Llama la atención que la familia: el padre, la
madre, los hermanos, los tíos que van sucediéndose en pequeñas historias,
recorran sus vidas sin cuestionar su destino, sus pobreza y las desgracias que
caen sobre ellas.
Manuel dice que él se hizo militante cuando dejó ese mundo, pero
se lo llevó grabado en sus sentimientos, se vino a la ciudad, pasó por el
servicio militar y descubrió que su hermano se había relacionado con el Partido
al que luego se sumaría y del que forma parte hace más de 30 años. Y cuando
habla de ello se refiere al hombre de base, el que cuidaba la puerta de un
evento de Izquierda Unida y el que viajaba de un lado a otro tratando de
organizar nuevos compañeros. No cuenta nada sobre su ascenso en la organización
que seguramente daría para otro libro de
trasiegos.
Es un acercamiento honesto a la realidad real, como diría
Reynoso, a partir de construir una realidad de ficción que puede ser vista con
el sencillo recurso de plantearse cómo es que se forma la militancia
izquierdista que ha vivido victorias, aguantado fracasos y pasado por tantas
pruebas. Manuel Guerra nos está dando una lección de honestidad intelectual que
vale la pena leer. Tal vez sientan como yo, que vivir honestamente cada vida es
hacer un poco de historia.
15.09.13
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