Desconozco si nuestra nota sobre la gran transformación
convertida en gran concentración mediática ha ayudado a Rosa María Palacios a
recordar los dos famosos párrafos del plan de gobierno nacionalista sobre el
tema de los medios de comunicación que repite en su nota en la página de
opinión de La República el último domingo y que se refieren a la existencia de
un oligopolio que atenta contra el derecho a la libertad de expresión y el que
toca la necesidad de una nueva ley de comunicaciones audiovisuales para un
reparto más equitativo de las nuevas frecuencias abiertas con la tecnología
digital.
En cualquier caso es un exceso de modestia decir que fue la
“reacción inmediata de los medios” la que llevó a retirar esas tesis, obviando
el papel de ella misma en acorralar al candidato para que le demuestre quiénes
formaban el oligopolio y porqué los canales existentes no podrían acaparar los
nuevos espacios y pasar de una o dos frecuencias a seis o siete. Eran los
tiempos en que según dice Rosa María, la gran familia de El Comercio permitía
la diversidad dentro de una misma corporación, lo que seguro influía en su
percepción de que la concentración no era esencialmente mala.
Hasta que de un día para otro los dueños de la corporación
estimaron que no les convenían periodistas que mantuvieran alguna independencia
y que se dedicaran a “humanizar” al candidato que tanto odiaban, y echaron a la
calle a los que consideraron peligrosos, entre ellos a la propia Rosa María. Se
acabó el mundo feliz de nuestra amiga periodista, de la misma forma como se le
había acabado a muchos otros en distintas circunstancias. Como diría Luis
Agois, tu puedes tener el dominio de la línea editorial del programa o el
periódico que diriges, pero si el otro te bota te vas con las manos vacías.
Por eso, después de todo su accidentado periplo por canales,
radios y diarios, Rosa María ha reconocido lo que no quería reconocer hace poco
más de dos años: que el problema de concentración de medios existe y es una
amenaza a la libertad. Y va más allá advirtiendo que si la prensa es el
contrapeso del poder político, y se exige que este último no se concentre,
tampoco puede admitirse que el balance lo haga una prensa concentrada. La
mismísima constitución fujimorista advierte que “la libertad de expresión y de
comunicación no pueden ser objeto de exclusividad, monopolio y acaparamiento”.
El problema es que hacemos si tenemos a la vista un poder
mediático abrumador, cercano al monopolio y obviamente acaparador. ¿Haremos,
como otras veces, aparentar que no ocurre lo que está ocurriendo? Entrando a un
período electoral es concebible que un solo grupo absorba casi el 80% del
mercado. ¿Qué nos anuncia todo esto?, ¿qué dicen el TC, el Congreso, Indecopi
sobre lo que está pasando?
09.09.13
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