Tengo la imagen como grabada para siempre. Serían las 9 de
la mañana cuando caminaba rápido por la avenida 28 de julio casi en el cruce
con Petit Thouars, y me dirigía al llamado Edificio Cosmana, donde trabajaba en
el Plan Nacional de Desarrollo Urbano del ministerio de Vivienda, una de las
novedades que había traído el gobierno militar de la época para plantearse el
desarrollo equilibrado de las ciudades del país y contrarrestar el centralismo,
lo que obviamente no dio resultado, y entonces vi al vendedor de diarios
agitando una edición extraordinaria de Ultima Hora, el diario popular del grupo
La Prensa, con un titular que decía: Golpe en Chile.
No era una gran sorpresa porque unos meses antes, en junio
de ese año 1973, había habido una intentona conocida como tancazo que anunciaba
que sectores militares y de derecha
venían coordinando para sacar del poder al presidente Allende y romper de paso
la trayectoria institucional chilena que era un timbre de orgullo de su
población. Si fue en ese país en que se habló por primera vez de revolución en
democracia y del socialismo por la vía de las elecciones, era por esa creencia
arraigada de que cualquiera fuera el tamaño de las crisis y las divergencias
entre las fuerzas políticas, el modo de dirimirlas sería a través de las reglas
de la democracia, y que todos, incluidos por supuesto las Fuerzas Armadas
respetarían el principio.
Pero algo me dijo que estábamos ante un hecho definitivo que
cambiaba la historia. Llegué al tercer piso, donde me encontré con mis
compañeros de trabajo y todos comentaban lo que estaba ocurriendo en esos
momentos. Se hablaba de enfrentamientos y movilizaciones. Pero entonces caí en
la cuenta que Última Hora había informado del golpe a partir de los primeros
pronunciamientos de las unidades militares. En esos instantes en que empezaba
mi día de labores estaba corriendo el ultimátum para que el presidente
abandonara la Casa de la Moneda antes de desatar el ataque por aire y tierra.
Sin duda, carecíamos de información suficiente para saber que la batalla estaba
perdida y que Allende había decidido sacrificarse para que el mundo entendiera
la dimensión de la traición y la
tragedia.
En la noche éramos una multitud enardecida en la Plaza Dos
de Mayo frente al local de la CGTP. Gritábamos, llorábamos, cantábamos
acompañando a los parlantes que transmitían los himnos de la Unidad Popular y
cada cierto rato se oían informaciones que nos decían que estaba pasando al
otro lado de la frontera. Recuerdo muy vivamente que el que hablaba anunció que
divisiones militares y destacamentos de obreros y campesinos marchaban sobre
Santiago dirigidos por el general Pratts. Aplaudimos entusiasmados. Pero era
una ilusión, en esos mismos momentos los soldados de la dictadura registraban
las casas y buscaban a los dirigentes de izquierda para matarlos. Había
empezado una larga noche, que dejó una honda huella, hasta ahora.
14.09.13
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