Estaba por cruzar la primera cuadra de la Avenida Petit
Thouars, en el cruce con la Avenida 28 de julio, para llegar a mi trabajo en el
ministerio de Vivienda, en el llamado Edificio Cosmana, donde mi padre solía
contarme que mataron a Luis Negreiros algunos meses después de mi nacimiento,
cuando me cruzó un vendedor de diarios que ofrecía una edición especial de la
Ultima Hora, la versión popular del derechista La Prensa, que llevaba como título
“Golpe Militar en Chile”, con una foto en primera página de los aviones
bombardeando el Palacio La Moneda.
Me detuve y compré ese diario por el que pagué muy pocas
veces en mi vida. El despacho que transcribía de la Agencia AP de los Estados
Unidos era breve y la foto era de la misma procedencia. La velocidad de las
comunicaciones hace 41 años no podía ser mayor que eso. A las 9 de la mañana,
empezaba a saber que había comenzado el último capítulo del gobierno de la
Unidad Popular, y se abría para chile una larga y brutal noche dictatorial.
Confieso que sentí como un profundo hincón a la altura del vientre y perdí las
ganas de hundirme entre papeles en la oficina que tenía al frente.
Se habían cumplido poco menos de tres meses desde el “tancazo”
de junio, cuando también se tituló de que había golpe y sectores de derecha de
los medios peruanos siguieron la ilusión de sus congéneres del sur y llegaron a
creer que Allende y su gobierno se rendiría al desacato de un regimiento
blindado. Los tanques fueron detenidos por los trabajadores y los militantes de
la izquierda, que le dieron el tiempo al general Pratts para concentrar sus
fuerzas y derrotar la intentona. Pero desde entonces la cofradía golpista que
trabajaba día y noche, con la directa intervención de los Estados Unidos que
había llenado de agentes los hoteles de Santiago y Valparaíso, había completado
el aprendizaje necesario para la acción decisiva.
Esa mañana, en la que me paralizó la noticia, intuí, como
casi todos, que este no era un nuevo “tancazo”, sino que estábamos ante la
batalla total y que lo más probable sería que los trabajadores y el pueblo
chileno serían aplastados a sangre y fuego. En las horas siguientes nos
coordinamos con varios compañeros para recoger noticias sobre lo que estaba
pasando. Fue un día interminable. Muchos peruanos sobre los veinte o treinta
años que nunca pasamos lo que sabíamos que estaba pasando al otro lado de la
frontera (en el Perú, teníamos el gobierno militar progresista de Velasco, que
fue amigo del de Allende y enemigo frontal del de Pinochet), esperábamos que
algo pusiese ocurrir para revertir lo que había empezado como una violenta
derrota.
A media mañana supimos que el presidente Allende había
muerto con una metralleta en la mano y un casco de combate. Los radicales de
izquierda lo habíamos visto siempre como un reformista, lo que era casi una
degradación en el santoral revolucionario, y un ingenuo creyente en la
democracia, las instituciones militares respetuosas de la Constitución, y en la
negociación política con sus adversarios. Pero esa imagen, a la que se le
imputaba las contradicciones del régimen y los frenos al desarme de sus
enemigos, no se ajustaba bien con la del presidente mártir resistiendo a tiros
en el Palacio de Gobierno. Recuerdo que cuando llegaron las informaciones que
confirmaban la muerte del primer presidente socialista electo en América
Latina, se agregaron notas que señalaban que se había suicidado con la
metralleta que le había regalado Fidel Castro.
Para los que estábamos al otro lado de la noticia empezó
entonces una controversia. Todos estábamos impresionados del sacrificio de un
hombre del que no esperábamos un gesto tan fuerte en una hora tan decisiva.
Pero algunos se molestaban de la sola idea que se pretendiera que se había
suicidado cuando los únicos testigos vivos eran los propios golpistas. Tenían
que haberlo asesinado y luego inventado la historia del suicidio. Mi amigo
Alberto zanjó el dilema: lo hayan matado en combate o se haya quitado la vida
él mismo para evitar que lo capturen vivo, Allende es un héroe que no se rindió
a sus enemigos. Y nos quedamos con esa sentencia.
La noche
El 11 de septiembre de 1973, había durado más de lo normal,
pero no había concluido. En la Plaza Dos de Mayo, frente al local de la CGTP,
estábamos concentrados trabajadores, estudiantes, intelectuales, miles de miles
de personas que buscaban una explicación y alguna luz por lo que imaginábamos
que estaba pasando en Chile, donde
además teníamos muchos compatriotas integrados en el proceso político de esos
años.
El altoparlante de la Central Sindical había establecido un
extraño diálogo con los presentes, trasmitiendo despachos que llegaban desde
diversos lugares de Chile y hablaban de resistencias que fueron mucho más
débiles de lo que decían, si acaso existieron. Se informaba de regimientos que
se negaban a plegarse a los golpistas y en la apoteosis escuchamos una nota que
indicaba que el general Pratts, que entonces ya estaba en el retiro, marchaba
sobre Santiago con diversos batallones del sur del país. La Plaza rompió en
aplausos, queríamos creer que podía ser cierto.
Después de tantas discusiones acerca de si el error de fondo
de la Unidad Popular era confiar en sectores militares y tratar de forjar
alguna alianza con las organizaciones populares, los que estábamos en las
calles expresando nuestro dolor y nuestra protesta, deseábamos ardientemente
que fuera verdad que la unidad militar se hubiese quebrado en Chile e impidiese
la consolidación del golpe de Estado. Nunca pasó que hubiesen resistencias
significativas dentro de las instituciones militares. Los marinos se llevaron
varios días antes los barcos a alta mar y controlaron toda inquietud del
personal subalterno, evitando una reacción como la que hubo el 29 de junio
cuando varios barcos quedaron en poder de los marineros. Los carabineros
(policía) acuartelaron sus fuerzas más institucionalistas e hicieron un golpe
de Estado dentro de su propia institución. Pratts no rompió la disciplina
militar, lo que no le sirvió de mucho ya que fue asesinado con su esposa poco
después en una calle de Buenos Aires.
Los días siguientes
No sé como, pero mi casa se llenó primero de cintas de
grabaciones con decenas y decenas de grabaciones de canciones de Víctor Jara,
Violeta y demás miembros de la familia Parra, Tito Fernández, los Quilapayún,
Inti Illimani y otros. Era como entrar a vivir el clima cultural que cargó la
experiencia chilena, cuando ya había sido silenciada en su lugar de origen.
Todo el día escuchaba canciones que antes casi desconocía.
Y la afición me duraría años. Recuerdo un día en 1982, nueve
años después, en que el caricaturista Heduardo con el que éramos buenos amigos,
subió a mi carro y yo quise lucirme con mis casetes de música comprometida, y
me dijo que no lo adoctrinara con canciones.
Pero no pasó mucho para que empezara el paso de los exilados
y el pedido de apoyo para alojarlos mientras organizaban su vida en el país o
preparaban su salida a Europa u otros destinos. En mi casa que sólo tenía un
dormitorio se alojaron unos cinco o seis chilenos, por etapas sucesivas, todos
los cuales pasaron en algún momento por la casa de mis padres, en almuerzos
hechos por mi mamá que se llenaban de conversaciones salpicadas de lisuras de
los recién llegados. Era notorio el nivel político y cultural de los chilenos
exilados, encima del promedio peruano, y la coprolalia que condimentaba sus
conversaciones. Era lo que se decía entonces, el efecto de identificación
popular de los militantes, que luego se extendió hasta la misma derecha.
Hacia mediados del 74, se fue la pareja formada por Liliana
y Patricio que partían para el África, exactamente a Mozambique, donde habían
conseguido un empleo. Liliana había sido militante del MIR y “Pato” era
socialista. Redujeron sus diferencias en la sala de mi casa que era también su
dormitorio y formaron una familia. Muchos años después la vimos a ella cuando
pasó por Lima de retorno a su país, donde las cosas estaban cambiando.
Epílogo
En el 2010, llegué a
Santiago para la segunda vuelta electoral que sería ganada por Sebastián
Piñera, el heredero político del pinochetismo que ha hecho todo lo posible por
distanciarse de la parte oscura de la historia de su país con la que estuvo
comprometido (su hermano fue ministro de la dictadura y él hizo sus mejores
negocios en ese período).
En los varios días en que me moví desde el tema político a
llenar los espacios libres que me quedaban recorriendo aspectos que no conocía
de la ciudad, surgió la idea de mi amigo Claudio y su pareja, que me
acompañaron en esos días, de visitar el recién inaugurado Museo de la Memoria y
los Derechos Humanos, construido para conmemorar a las víctimas del 11 de
septiembre, sin ambigüedades y subterfugios.
Caminamos en silencio viendo fotos, documentos, periódicos
de la época, proclamas oficiales y otros recuerdos. Y en una inmensa pared que
se elevaba los varios pisos del edificio, los nombres de los muertos y
desaparecidos en forma de pequeños nichos que prueban hasta donde se puede
hundir el ser humano.
Al salir, tenía la sensación que eso yo lo había vivido de
alguna forma, que parte de las cosas en las que creo y que me mueven cada día
nacieron ese lejano 11 de septiembre.
31.08.14
8 comentarios:
Alllende y los rojetes se lo tienen merecido por golpistas. Llegaron como una minoría ye gobernaban como una mayoría en camino a una dictadura.
Recuerdo haber leido una extensa nota donde se acusa a los hermanos Castro de Cuba de trabajar como dobles agentes pro norteamericanos, por eso nunca caen y se dice ellos infiltraron agentes de inteligencia con Allende y uno de ellos lo asesinó, los rusos hoy en dia creen mucho más en el doble papel que jugó Fidel.....muy interesante el artculo, merece una investigación mas profunda
Pensamiento Ambrosio, sin Ambrosio. Allende y los rojetes que fueron brillantemente masacrados eran los golpistas a los que había que darles un merecido y sangriento golpe, para que se les quite las ganas de ser dictadura, que dictadura solo puede ser de derecha.
La historia es inapelable. En marzo de 1973, con la crisis muy avanzada la derecha unida perdió las elecciones parlamentarias frente a la izquierda. ¿Cuál mayorí y cuál minoría? Lo que pasa es que a los dueños de Chile no les gustaba que hubiesen tocado sus privilegios y vivían temerosos del ascenso social. Ese era todo el asunto.
Allende fue demócrata hasta el exceso. Lo que se probó en Chile es que los que se creen encarnación del sistema, lo traicionaros brutalmente. Y que el experimento neoliberal llegó al país del sur, al lado de las caravanas de la muerte, los fusilamientos sumarios y las desapariciones.
Es bueno que los falsos demócratas, defensores de Fujimori, conocido chinochet, se desenmascaren ante todos aún cuando se oculten en el anonimato. Y si hay rojetes hay naranjetes y pardetes para los que quieran probar el sabor de la bota sobre la cabeza.
La hitsoria de los dobles y triple agentes está de película. Pero del agente 86. Ni James Bond o Bourne llegan a tanto
Me cuesta trabajo decir que Un "Democrata" como lo califica Wiener a Allende, haya tomado por Decreto! el control de la gran minería del cobre, Sin embargo, antes de hacerlo, estatizó las compañías nacionales del carbón, creando la Empresa Nacional del Carbón (Enacar), en diciembre de 1970.
El 11 de julio de 1971, Determino, la nacionalización de la gran minería del cobre, cuyos grandes yacimientos eran, en su gran mayoría, propiedad de empresas estadounidenses.Y ademas resulto Ladronzuelo este Allende pues determinó pagar la indemnización correspondiente al "valor libro" a las empresas norteamericans, es decir, descontando las ganancias excesivas. En la práctica, esto significaba no cancelar monto alguno a dichas empresas. Luego llego el 1% de Inflacion Diario debido a la emision de moneda sin sustento "maquinita", ademas de la expropiacion de Millones de Hectareas que enfrento a los Campesinos con sus Propietarios, pero claro estas actitudes son DEMOCRATAS para WIener.
Y es que, a mediados de la década del '60, surgió el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR)Movimiento al que tengo entendido pertenecio WIENER y que buscaba instaurar el socialismo por la vía ARMADA!!!!! AHORA ENTIENDEN LO QUE SIGNIFICA "DEMOCRACIA" PARA WIENER?
"otro Anonimo"
Me cuesta trabajo decir que Allende fue demócrata si expropió el cobre y tuvo tensiones al negociar co los gringos. Pinochet fue demócrata porque devolvió propiedades a los gringos que habían financiado el golpe y expolió hasta donde pudo la economía de los pobres.
Claro, si demòcrata puede significar lo que quiera, o mejor dicho lo que respònda a los grandes intereses económicos, entonces enfrentarse con ellos, con el voto mayoritario del pueblo es golpista-dictatorial. Así que depués hayan habido diez mil muertos y 17 años de gobierno militar, es nada más que "democracia", sólo que no nos dimos cuenta, como con Fujimori.
Y perdón, el MIR chileno fue el ala radical del proceso, pero no una organización de lucha armada. En el Perú, el MIR que originalmente era un ala del APRA hizo una guerrilla que fue derrotada. Yo hice una militancia posterior de cuatro años en el MIR cuando era estudiante universitario. Si por eso me tienen miedo, me tiene sin cuidado.
La CIA estuvo metida en el golpe de Estado en Chile, financiando a los huelguistas para crear desabastecimiento, financiando con casi 2 millones de dólares al opositor "El Mercurio" para esparcir el odio contra Allende y la Unidad Popular, y lo que resultó fueuna dictadura (que a diferencia de la de Velasco) generó miles de desaparecidos.
El austriaco de la carabina se fue de vacaciones, pero su barra brava de oligofrénicos no descansa, y como en la novela de Orwell quieren reescribir la historia y llamar dictador a Allende y demócrata a Pinochet. Es que estos neoliberales son tan democratas como Pinochet o Fujimori.
HONOR Y GLORIA A SALVADOR ALLENDE, a los que poco o nada saben de la historia real de Chile es bueno que lean algo más sobre como la DBA chilena al verse afectada en sus intereses materiales por el ascenso de la clases popular comensaron a tocar las puertas del CIA y ahí comenzó todo; pero la justicia tarda y llegó.
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