El jueves, ante la prensa y desde Puno, Ollanta Humala no
sólo salió en defensa de las impertinencias de su cónyuge, que desde Lima
puntualizó que no tenía nada que añadir a las palabras de su marido, sino que
marcó abierta distancia con su premier de cuatro meses, el recién renunciado
César Villanueva, con los tres conceptos que más ha usado desde que se
conocieron los resultados electorales de junio del 2011: es un mal agradecido,
me estuvo presionando y tiene una agenda electoral que ya veremos pronto. Los
tres pecados capitales de la política, al decir del comandante.
De acuerdo al presidente, todos los demás miembros de su
gobierno, o casi todos (es probable que en la lista no esté Castilla y su
mancha, que deben su nombramiento a otros motivos), deben considerar que cuando
les propusieron el cargo adquirieron una deuda con el dueño del negocio. No fue
una asociación política, un compromiso con el pueblo, sino una gracia de su
majestad por la cual algunos llegan donde otros ni siquiera sueñan llegar algún
día. Por eso Villanueva debería sentirse obligado con la pareja Humala-Heredia
en vez de andarse en entrevistas para los medios.
Pero justamente por esta idea de que el poder le otorga una
superioridad sobre el resto es que Humala cambió casi al día siguiente de su
elección su trato con los que habían sido sus colaboradores más cercanos y
convirtió cualquier crítica o propuesta distinta a lo que estaba pensando, en
una presión inaceptable. Así los amigos más sinceros no sólo resultaron
malagradecidos, sino presionadores. Y las traiciones que se fueron produciendo
contra el proyecto original del nacionalismo, una especie de derecho del
elegido contra el que nadie podía hablar. Pasó el tiempo y la pareja hizo nueva
relaciones y se valió cada vez más de tecnócratas para “su gobierno”.
Pero, como se ve en el caso Villanueva, siguió pensando que
la franqueza equivalía a una inaceptable presión. Al presidente regional que
sacaron de su puesto en San Martín, le escucharon decir muchas veces que había
que hacer cambios en el gabinete, y lo que pensaron en Palacio fue que los
estaba presionando. Puso su renuncia sobre la mesa repetidamente, como reconoce
Humala, porque no le hacían caso, y el concepto fue que un gobierno no puede
vivir bajo presiones. Y eso que se trata del presidente más presionado por la
CONFIEP y los grandes medios que se tenga memoria, los que tienen a Castilla
como intermediario. Pero esa es otra cosa.
Finalmente, está la lapidaria respuesta de los esposos: lo
que pasa es que Villanueva, o cualquier otro que les moleste, tiene una agenda
electoral propia, como si tenerla fuera algo oscuro y se hubiera olvidado los
años que pasó bajo ese tipo de agenda. Será que recuerda que en nombre de lo
electoral se dicen muchas mentiras.
01.03.14
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