Cuando la pantalla del hemiciclo marcó 71
abstenciones frente a 47 votos a favor de la confianza solicitada por el
gabinete Cornejo se pensó que aunque fuese por la fuerza de los acontecimientos
el Congreso había encontrado una forma de ponerle condiciones al gobierno. El
lunes la ilusión se cayó. Y nos quedamos en el mismo pantano de impotencias que
es la política peruana.
Después de la derrota
del gobierno en el Congreso, que ni siquiera había podido atraer a su lado a la
totalidad de los votos de Perú Posible y alcanzado el más alto grado de
aislamiento, los actores principales del gobierno se repartieron roles para
enfrentar la crisis.
Nadine reunió a su
Comité Ejecutivo y afirmó su posición haciendo hablar a ese organismo como si
señalara la línea que iba a seguir el gobierno. Y por supuesto la primera dama
estampó su firma en el documento para hacer notar que ella hablaba por los
nacionalistas del Congreso.
Ollanta, puso en
suspenso a sus ministros con el argumento falaz de que habían puesto su cargo a
disposición y acusó al Congreso de la parálisis gubernamental que generaba la
crisis de confianza planteada. Ignoró las normas que establecen que los cargos
de autoridad no se abandonan hasta que no haya reemplazo. Y para remarcar el
vacío en que estaba operando dispuso viajes al interior sin ministros de
compañía y en cuanto pudo subrayó que la crisis no era por causa de su esposa
sino de los intereses partidarios en época preelectoral.
Cornejo fue mandatado a
hablar por su cuenta y dar las garantías a los sectores políticos dispuestos a
la conciliación, que la primera dama y el presidente se negaban a ofrecer
directamente. Una de estas intervenciones en la radio dio origen a una nota de
prensa en la que se dice que él, René Cornejo, no permitirá ningún tipo de
intromisión, cuando su cargo lo debe precisamente a la grotesca impertinencia
del dúo Castilla-Heredia. Es de esta nota informativa que se agarró el PPC para
cambiar su abstención por voto a favor del gobierno.
La trampa estaba tendida
ni Nadine, ni Ollanta, ni Castilla (que permanecía en silencio) hacían
compromiso sobre ninguna cosa. Y en cambio encargaban a su premier de fantasía hacer
declaraciones periodísticas de las que un sector de la oposición pudiese
agarrarse para cambiar su voto. Una farsa redonda que seguramente redundará aún
más en el desprestigio del Congreso.
El asunto legal
La única votación seria
de la noche del viernes fue la primera en la que el Congreso se polarizó entre
abstenciones y votos de confianza, y el abstencionismo alcanzó una mayoría del
60%. Constitucionalmente se había producido una situación en la que ante un
pedido de confianza del gabinete, este había sido rehusado. No cabe interpretar
de que se hubiese producido una situación neutra o que existiera alguna opción
entre confianza y no confianza. Pero lo que era verdad es que un sector de los
abstencionistas querían dejar el problema en un calculado limbo para replegarse
más adelante.
Esa es la teoría del
“voto de mensaje” del que se hablaba después del primer cachetazo al gobierno.
Pero esa figura es puramente retórica. El mecanismo constitucional que estaba
en aplicación mantiene otra lógica como se puede ver en los siguientes
artículos del texto de 1993:
Dentro de los treinta días de haber asumido sus funciones, el Presidente
del Consejo concurre al Congreso… (y) plantea al efecto cuestión de confianza
(artículo 130)
El Congreso hace efectiva la responsabilidad política del Consejo de
Ministros, o de los ministros por separado, mediante el voto de censura o el
rechazo de la cuestión de confianza. Esta última sólo se plantea por iniciativa
ministerial….
La desaprobación de una iniciativa ministerial no obliga al ministro a
dimitir, salvo que haya hecho cuestión de confianza de la aprobación (artículo
132).
El presidente del Consejo de Ministros puede plantear ante el Congreso una
cuestión de confianza a nombre del
Consejo. Si la confianza le es rehusada o si es censurado, o si renuncia o es
removido por el presidente de la república, se produce la crisis total del
gabinete. (artículo 133)
El presidente de la república está facultado para disolver el Congreso si
este ha censurado o negado su confianza a dos consejos de ministros. (artículo
134)
En resumen no hay posibilidad
de un escenario de indefinición, ni se considera la hipótesis de un gabinete
esperando una votación tras otra que finalmente lo apruebe. Un ministro
censurado o uno que solicita la confianza y no la obtiene, debe renunciar. Si
es el primer ministro, cae todo el gabinete.
¿Le dieron o no la
confianza al gabinete Cornejo el 14 de marzo? Evidentemente que no. Pero todos
los componentes de la clase política se hicieron los locos creyendo que podían
ganar algo de una situación apretada y de paso evitarse el riesgo de disolución
señalado en el artículo 134.
Fracasaron de la peor
forma. Y si había un riesgo de ridículo en confiar en un gabinete nacido de las
malas artes del poder, ahora hay una situación empeorada cuando sin ninguna
concesión real la oposición se desintegra en varios pedazos y algunos de sus
miembros terminan retrocediendo por bagatelas o miedos a quedar fuera del
Congreso y hasta hablan de golpe de Estado para cubrir sus temores y
vergüenzas.
El dato político
De acuerdo con el
resultado final de la votación del lunes por la tarde, hubieron 19 votos de
abstención que pasaron al sí de la confianza.
Pero lo interesante es escuchar algunas explicaciones para el cambiazo.
· Nuestras demandas han sido satisfechas.
Vamos a dar el voto de confianza. (Javier Bedoya)
· Estábamos pidiendo un deslinde claro y
el deslinde claro está en el documento (Alberto Beingolea)
· El gabinete ministerial “aprendió la
lección” al buscar un acercamiento con las demás fuerzas políticas, por lo que
ya es hora de darle el pase para que funcione tranquilamente. (Yehude Simon)
Se dan cuenta de la
profundidad de la crisis de la política peruana. ¿Cuál era la osada demanda del
PPC que logró doblarle el brazo al
gobierno? Nada que no hubiera dicho Villanueva o Jiménez, primeros ministros
que también aseguraban que no aceptaban intromisiones y nada que Cornejo
hubiera probado en sus años de ministro.
Y a eso Beingolea le llama “deslinde claro”. Y Yehude en el colmo de la
sobonería lo titula “gabinete ministerial (que) aprendió la lección”, porque lo
han invitado a conversar a la PCM.
El balance de la crisis
de confianza no puede ser más pesimista. Si la actitud del Congreso reflejaba
de alguna forma el sentimiento del país hacia la descomposición del gobierno humalista
atravesado por imposiciones caprichosas y presiones de los grupos económicos,
la respuesta contradictoria del Congreso, incapaz de sostener su voto, está
agravando la crisis institucional. El preámbulo de aquellos momentos en los que
el pueblo termina por desear que se vayan todos. Y se moviliza para lograrlo.
22.03.14
Publicado en Hildebrandt en sus
Trece
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