Respecto a si la izquierda fue ingenua o ilusa con
relación a Ollanta Humala y el proyecto nacionalista y si nunca hay que confiar
en militares y personas que no dan la impresión de tener la cultura política
para el poder, se hace necesario advertir que es mucho pretender que hubo una
sola línea de conducta de los partidos y sectores de izquierda en los años que
van desde el 2005, cuando se visibiliza el fenómeno electoral de Ollanta, y el
2014 cuando el comandante está llegando a la primera mitad de su gobierno y su
aprobación está próxima a descender debajo del 20%.
Diremos, por delante, que hubo militantes y núcleos de
izquierda que aceptaron trabajar desde dentro de la campaña de Humala; algunos
que se afiliaron al Partido Nacionalista y se fueron articulando con las bases,
participaron de la organización de los mítines, las escuelas de militantes, los
enfrentamientos con otros partidos, etc.; y otros que prefirieron el apoyo
político y programático al candidato. Detrás de los que tomaron este camino
estaban desde los decepcionados con la izquierda, los activistas natos que
creían que su tarea era aportar a una lucha verdadera y no quedarse en la
marginalidad, los intelectuales que tenían como referencia la experiencia de
Velasco y lo que está pasando en Latinoamérica, y que trataban de empujar para
que Humala siguiera ese camino.
Otra actitud era la de los partidos, que en general
pasaron por diversas desconfianzas en el 2005-2006, que se tradujo en una
derrota aplastante de las tres candidaturas izquierdistas frente a la
emergencia de Humala que casi gana la elección. Hacia el 2011, en cambio, los
partidos, como ahora, estuvieron haciendo esfuerzos de unidad y proclamando que
aplicarían el principio de un militante un voto, y que el candidato saldría de
una votación democrática. Al final, casi sobre la hora, la izquierda empezó a
negociar con Humala, con los acuerdos
precarios que se conocen y que por supuesto Humala no respetó para nada.
Finalmente, estuvieron los sectores más duros y radicales
de la izquierda que comprenden muchas variantes, pero que más o menos centran
su prédica en que no se debe confiar en candidatos “burgueses”, que se entiende
son los que no se han adherido a principios “proletarios”. En resumen, mejor
solos que mal acompañados, o peor aún que no hay que dejarse engañar por
prédicas nacionalistas y populistas, que es lo que los mantiene puros y
marginales si esto tiene algún valor en la vida política.
Lo que hay que preguntarse es cómo funcionaría un
extremista de izquierda ante experiencias como las de Venezuela, Ecuador o
Bolivia, que han surgido desde fuera del socialismo tradicional, y que a pesar
de sus contradicciones representan pasos fundamentales en un proceso de cambios
para países como los nuestros. Esa era la apuesta que traicionó Humala, pero
que era una hipótesis válida para quienes buscamos el poder político de verdad.
Seguiremos con el tema.
09.03.14
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