lunes, marzo 10, 2014

La izquierda y Humala (II)

¿A quién “engañó” Humala, si cabe la expresión, cuando decidió archivar su programa de gobierno y las propuestas nacionalistas y sociales que difundió durante seis años, y dejó la economía en manos de la tecnocracia asociada a los organismos financieros internacionales y de directa confianza de la CONFIEP?

Casi no hay que pensarlo: los traicionados del 2011, fueron los sectores populares, castigados por las iniquidades del modelo, que creían que iban a poder abrirle una brecha al sistema, y que quedaron en la situación de siempre, quizás con un poco más de asistencialismo paternalista para los muy pobres y una cierta ralentización de las agresiones sobre los derechos, que sin embargo ha seguido la misma tendencia anterior.  

Lo que no es cierto es que estos sectores populares “pertenecieran” a la izquierda o que pudieran haber sido levantados fácilmente a un proyecto político como pudo hacerlo el comandante de Locumba. A la izquierda de comienzos de los 2000, le pesaban sus divisiones y derrotas previas, su falta de mito y su confusión entre radicalizar o centrear para recuperar espacio político. En cambio Humala, se presentaba como lo nuevo, cargado de una leyenda insurgente y rebelde, y sin reparos en diferenciarse brutalmente de los partidos que habían ejercido el poder.

Con esta fuerza logró ganar las dos primeras vueltas de 2006 y 2011, con más del 30% del electorado; y estuvo cerca del 50% en la segunda vuelta de su primer lanzamiento electoral, sin hacer concesiones programáticas. Cinco años después, logró 51.5% en segunda vuelta, en un deslizamiento hacia la moderación que se fue acentuando en la fase final de la campaña, y que después de la elección derivó en sucesivas concesiones de fondo hasta que no hubo dudas que se trataba de una traición.

Las dudas y resistencias que existieron en la izquierda del 2006, que en algunos sectores llegaron hasta no votar por Humala contra García en segunda vuelta, reflejaban precisamente eso que ahora algunos plantean de no endosar apoyo a candidatos ajenos. Pero no hizo crecer ni recolocar a la izquierda. Por eso cinco años después estábamos más débiles que antes, lo que hizo más sencilla la operación de desembarcar a Patria Roja, que tenía inscripción legal, y reducir la alianza con la izquierda a un acuerdo con los no inscritos, que Humala creyó haber cumplido por algunos puestos que cedió en sus listas.

No hubo por cierto fortaleza para un compromiso programático. Pero algo es verdad. Más allá de engaños y traiciones, Ollanta hizo una tarea fundamental al liderar por un tiempo a un tercio del país colocado claramente en una línea contra el modelo económico y por una redistribución del poder. Ese es un germen de cambio, en un país que dicen que es conservador sin remedio. La izquierda no debería olvidar que si tiene algún futuro es luchar por liderar esta corriente socio-política.     

10.03.14

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