La imagen de Ollanta en la madrugada del sábado era la del
desconcierto. Y hasta podría pensarse que realmente no lograba comprender por
qué se había llegado a ese punto. Unas horas antes el gabinete Cornejo había
sido vapuleado con aplastantes 71 abstenciones contra 47, que indicaban que los
partidos del Congreso no habían querido votar por él. Luego había venido una
segunda votación sobre las 11 de la noche, en la que un sector del oficialismo
ensayó la maniobra de votar en contra, para anular el valor de las
abstenciones.
Esa vez los votos fueron 41 a favor, 6 en contra y 73 abstenciones.
Pero al presidente del Congreso no le convenció la jugada y levantó la sesión
dejando la cuestión de confianza en el aire. En la misma línea, Humala reclamó
un voto claro, o sea que el Congreso le dijese si relevaba al equipo de
ministros o lo reconocía como tal. El presidente demostraba así que solo
entendía la crisis en su aspecto administrativo y de ahí su énfasis en los
programas sociales que podrían paralizarse y el efecto sobre las inversiones.
Fácil podría decirse que el presidente envió a sus ministros
sin considerar la menor posibilidad de que ocurriera lo que sucedió. Y por
tanto no había un plan B para las circunstancias, lo que explica lo burdo de la
maniobra de último momento. Todo indica que la pareja H-H (Humala-Heredia) está
tan mareada de poder que no puede ver lo que está ante sus ojos. La seguidilla
del aumentazo de los ministros, el retiro de la agenda del tema del salario mínimo
y la desautorización del premier Villanueva, el nombramiento de un gabinete
incoloro e inodoro que acrecienta los rasgos tecnocráticos del gobierno, la
violenta respuesta del presidente a los críticos de Nadine, convertían el pleno
congresal del viernes en el terreno de una inevitable respuesta.
Pero Humala sigue hablando de las “agendas electorales” de
los que chocan con su manera de hacer gobierno. Ni por acá se le pasa que el
Congreso podría obligarlo a hacer concesiones que hasta ahora no ha hecho. Ciertamente
se ha beneficiado de la fragmentación y los enconos entre los distintos grupos,
pero lo que demuestran los últimos hechos es que la soberbia del poder siempre
puede terminar uniendo a los demás contra uno.
Lo que habría que subrayar es que los abstencionistas lo han
sido porque no han querido pelearse del todo con el gobierno, tal vez porque
cada uno tiene cosas que negociar (el fujimorismo las cabezas de Cateriano y
Albán; Bruce la de Omonte; y así en adelante), y porque todos temen la aplicación
del artículo constitucional que indica que la negación de confianza a dos
gabinetes sucesivos conduce a la disolución del Congreso. Pero no parece que
esto tenga mucho significado para Humala. Así que seguiremos en el limbo.
16.03.14
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