Invito a imaginar el referéndum que se le ha ocurrido
proponer a ese activista político llamado Juan Luis Cipriani, que como un
candidato cualquiera apela a los 250 mil que dice que acudieron a su marcha,
como argumento para oponerse a derechos reclamados por una parte de la
población, que por supuesto no estaba entre los marchistas.
El problema empezaría en el tema de las preguntas:
Opción uno: ¿defiende usted la vida y por eso se opone a
todo tipo de aborto?, ¿sí o no?; ¿cree que las personas de un mismo sexo pueden
unirse en algo que parezca matrimonio y que es un sacramento de la santa
Iglesia?, ¿sí o no?
Opción dos: ¿aprobaría que una mujer en riesgo de perder la
vida en un embarazo, pueda interrumpirlo con asistencia médica y una que ha
sufrido violación sexual pueda decidir si continua o no el embarazo?, ¿sí o
no?; ¿considera que las personas del mismo sexo que hacen vida en común tienen derecho
a la protección del Estado?
Estoy seguro que no nos podríamos poner de acuerdo en lo que
hay que preguntar. Y es que la perspectiva de la Iglesia no puede ser la del
Estado. Ni 250 mil ni cualquier número puede justificar que a una persona la
condenen a muerte por no poder abortar o le obliguen a tener un hijo del
estupro, si es que los hijos son frutos del amor.
Y ciertamente es un absurdo que una mayoría no gay, vote
para impedir la extensión de derechos hacia el sector gay de la población,
cuando el limitado mecanismo de la unión civil no afecta en absoluto a las
familias y parejas heterosexuales existentes, y probablemente las favorezca al
contribuir a una mejor convivencia entre todos. ¿O es que hemos olvidado que
los homosexuales son hijos de relaciones heterosexuales?
Cuando se dice que los derechos individuales y fundamentales
no pueden ser objeto de plebiscito alguno, se está dejando claro que ninguna
mayoría puede aplastar a las minorías o a las personas individuales. El
“demócrata” Cipriani, al que no lo eligieron los católicos sino el dedo del
Papa (el Opus Dei siempre fue una élite super minoritaria), no aceptaría jamás
que haya un referéndum sobre el celibato entre los sacerdotes, o sobre el
sacerdocio femenino entre la población religiosa.
Y si es capaz de lanzar el desafío en relación al aborto
terapéutico (que ya existe legalmente, pero lleva 90 años sin reglamentar) o la
unión civil, es porque se siente fuerte, no por los que convocó a las calles,
que incluían escolares obligados a plegarse al movimiento, personal religioso y
otros, sino porque se ha dado cuenta que tiene la mejor correlación política:
prensa concentrada bajo el mando de una cucufata periodística, partidos
políticos plagados de oportunistas que se ponen el hábito para conseguir votos
y gobierno conservador que le teme a todo y también a la Iglesia.
31.03.14
2 comentarios:
Nada de “anónimo”. Soy Ambrosio.
Vamos a ver, Raúl. En el Perú existe separación de Iglesia y Estado; también libertad de culto, parte fundamental de la libertad de pensamiento.
La Iglesia, los evangélicos, los seguidores de Zoroastro, mahometanos y judíos tienen todo el derecho de creer y encausar sus vidas lo mejor que les parece, como ciudadanos peruanos. La religión es lo que es, de los creyentes, los cardenales los elije el Papa, la institución tiene 20 siglos. Los católicos (y la mayoría de los evangélicos) cree fundamentalmente que la vida en sí -que tú y yo, tus hijos y nietos, todos nosotros- nuestras vidas se originaron en la concepción, con el agregado de que los seres humanos no deben matar a ningún ser humano. La idea es simple, como verás. Con el aborte, si puedes “matar” a tu hijo o hija, un ser humano en su condición de feto al abortarlo, ¿por qué lo puedes “matar” a los tres años?
Con respecto al “matrimonio gay”.
Si el matrimonio en sí no es únicamente entre un hombre y una mujer, si dos hombres o dos mujeres, se pueden casar entre ellos, ¿por qué no se pueden casar un hermano con su hermana, una mujer con su tortuga, un hombre con su perro?
La parte cómica de tu columna es, a saber:
(1) de “los reclamados por una parte de la población, que por supuesto no estaba entre los marchistas”. ¿Dónde estaba esta línea de pensamiento tuya cuando defendías a Goyo Santos quemando llantas, interrumpiendo carreteras desde Cajamarca hasta Lima? Allí hablabas de los “legítimos intereses”, el “agua sobre el oro” y otros sofismas.
(2) Cuando dices, con toda razón por lo demás, que “los derechos individuales y fundamentales no pueden ser objeto de plebiscito alguno, se está dejando claro que ninguna mayoría puede aplastar a las minorías o a las personas individuales”. ¿Dónde estaba ese Raúl cuando apoyas la represión de Maduro en Venezuela?
Saludos afectuosos,
Ambrosio
Felipe Cortijo, alias Ambrosio.....sigues con lo de Venezuela y descuidas tu vida personal, las mujeres a las cuales te has acercado te rechazan porque ven a un enfermito...si no me crees, preguntale a Ketty
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