Uno lee en las columnas de los diarios que el rumbo del
gobierno no está claro, que ya basta de piloto automático y que si bien no hubo
la “temida” Gran Transformación tampoco hay convicción suficiente para impulsar
el modelo económico por el que votó la mayoría de los peruanos. Hay por ahí
quién ya se lamenta que el presidente y el premier hayan dicho que no habrán
sorpresas el próximo 28 de julio, cuando lo que estaría esperando la derecha
económica y periodística del país es que los sorprendan con un Ollanta Humala
convertido definitivamente en Alan García o Alberto Fujimori.
El monotema se está haciendo cargoso, sobre todo porque los
que muestran estas insatisfacciones son los mismos que con toda la desfachatez
del mundo inventaron la especie de que dado que Humala apenas (¡) alcanzó poco
más del 30% en primera vuelta (los demás estuvieron en 20% para abajo), no
tenía derecho a mantener sus propuestas, porque el 70% estaba en contra (¿y a
favor de qué?, si marcharon en un montón de candidaturas separadas y
enfrentadas), lo que llevó a una digresión ridícula sobre Hoja de Ruta versus
Gran Transformación, cuando ambos documentos fueron escritos por las mismas
personas de acuerdo a las necesidades de ampliar las alianzas políticas y no de
renegar a las ideas de fondo.
El hecho es que si hubo parálisis en las iniciativas de
cambio y por tanto piloto automático, fue porque Humala capituló a las
presiones y no vio realista enfrentarse a los poderes que tenía al frente, ni
confió en la capacidad de movilizar a la masa de sus electores. Entonces, al
presidente paralizado lo llenaron de elogios por “sensato”, lo separaron de la
izquierda como si hubiera sido la responsable de una mala influencia, y lo
aprobaron abrumadoramente en las encuestas y los diarios que antes le hacían la
guerra. Ese fue el tiempo en que la CONFIEP, celebró a tambor batiente que
Humala no fuera el Humala que ellos habían dibujado.
Pero, dos años después, ¿quién es Ollanta Humala, presidente
del Perú? Todo indica que para ciertos sectores lo que le falta al hombre es
que diga me transformé, soy enemigo de mi pasado, allá los ingenuos que me
dieron sus votos. Falta algo como eso. No que haga la política de ellos, sino
que sea uno de ellos. Y para eso lo están apaleando nuevamente. Y no es que
Ollanta esté resistiendo, porque retrocede a cada paso, sino que persiste en
querer adoptar decisiones propias, cuando desde hace tiempo tiene prohibido
hasta pensar y menos comunicar lo que piensa. Por eso la mera idea de no
sorprender, de no hacerle a los empresarios lo que se le hace trabajadores (normas impuestas, sin diálogo),
ya no es suficiente. Un rumbo claro piden a toda voz. Es decir un rumbo que se
marque en los bancos, las grandes empresas y en el diario de la sagrada
familia. ¿Para qué más?
16.07.13
www.rwiener.blogspot.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario