El
miércoles, el nacionalismo, humalismo u ollantismo, llámenle como quieran, se
graduó como integrante de la clase política tradicional, con lo mejor de sus
mañas y con la misma incapacidad para escuchar la voz de la calle y detenerse
cuando todavía le quedaba tiempo. Ya había demostrado el presidente que él
podía hacer con su victoria electoral lo que quisiese, cambiar su programa y
sus alianzas, tan sólo porque tenía en sus manos hacerlo.
Pero
el día de la repartija de cargos para el Tribunal Constitucional, Banco Central
y Defensoría del Pueblo, lo que salió a
flote es un elemento adicional que es el de la dictadura del número y el método
de la componenda para imponer condiciones. Ya nada diferencia al nacionalismo
de los otros partidos que antes repudiaba por coaligarse contra el pueblo.
Y de
paso se puede decir que tampoco nada diferencia al toledismo de la dictadura que
antes repudió con la que se alió para poner en la Defensoría a la persona con
más cuestionamientos morales que se ha visto en una elección como esta; y al
fujimorismo que hasta un golpe le hizo a la llamada “partidocracia”, para
convertirse luego en aliado del APRA y el PPC, y ahora perdonarle a Ollanta el
no indulto a cambio de dos asientos en el Tribunal Constitucional como los que
tenía en los 90, cuando impulsó la destitución de los magistrados que estaban
contra la re-reelección.
El
caballazo de miércoles ha sido tan brutal que por primera vez en mucho tiempo
los titulares de todos los diarios son convergentes en frases como “vergüenza”,
“pacto miserable”, “indignación” y otros. Cierto que unos enfatizan lo de
Freitas, otros lo de Souza y así por el estilo. Pero si hay algo de fondo aquí
es que esto no hubiera procedido si el oficialismo no se mete a fondo en el reparto
negro.
Son
los miembros del partido gobernante los que se creen más ganadores de este
enjuague, ya que se llevaron tres sobre siete miembros del TC, que parece ser
lo único que les interesa y le aseguraron a Castilla y Velarde un directorio
del BCR totalmente alineado a una sola visión de la economía. Por este aparente
logro, de algún modo parecido a haber alcanzado 47 parlamentarios en el 2011
(luego convertidos en 43), se ha sacrificado no sólo imagen del gobierno y el
Congreso, sino de la democracia convertida en gobierno contra la voluntad del
pueblo.
Sabemos
además como se maneja los votos en Gana Perú, donde no hay debates ni
orientación política, sólo directivas verticales aún contra la conciencia de
los votantes como en el caso de la sanción a Diez Canseco, la ley SERVIR y
ahora en la repartija de los puestos en organismos supuestamente autónomos. La
pregunta es si personas de trayectoria honesta como Eguiguren o viejos
izquierdistas como Mayorga actuarán contra ellos mismos por una orden de
Palacio.
19.07.13
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