Fritz Du Bois es un gracioso involuntario. Siempre quiere
pegarla de dramático como cuando inventó eso de que el mayor error de Ollanta
había sido “pensar” en la posibilidad de adquirir los activos de Repsol, lo que
le habría traído una “crisis de confianza”.
Pero si uno reflexiona sobre el asunto bien podría concluir
que lo que más daña la confianza general
(no sólo la de los empresarios), es que el presidente confiese que lo
que piensa no lo puede hacer porque no lo dejan. Y eso sí, no es nada gracioso.
Ayer una encuesta de DATUM, publicada en Perú 21, indica que
entre los encuestados un 48% confía poco en el presidente y 33% no confía nada,
lo que significa una baja confianza de 81%, muy por encima de la desaprobación
a la gestión que alcanza al 54%.
Para el gracioso Fritz, estas cifras confirman su subrayada
crisis de confianza que en realidad sólo tiene un sentido: que el presidente se
someta al pliego de exigencias de la CONFIEP y a las iniciativas del ministro
Castilla que repite que si no hacen lo que propone se va de inmediato al puesto
que le tiene reservado en el Banco Mundial. O sea la gente dice que no confía
en un gobierno que no cumple sus promesas, que es desbordado por la
delincuencia, no respeta la palabra empeñada y se le nota la inexperiencia
(desagregado de las propias encuestas que Perú 21 no publica), y Du Bois
concluye, ya ven eso le pasa por querer salirse de la agenda de los
empresarios.
Hay confianzas y confianzas. Pero para el exasesor económico
del gobierno de Fujimori, sólo vale la de los que reclaman ahora mayor
flexibilización laboral y menos impuestos, como si los trabajadores y la caja
fiscal tuvieran que pagar por los pensamientos de Humala, a pesar de que de
marzo para acá el presidente no ha hecho sino retroceder sin pausa a las
presiones de la derecha.
Un dato de la encuesta que por supuesto a Fritz no le dice nada es que el 53% de la población
consultada siente que el país está igual que antes. Quiere decir que Humala
ganó las elecciones para sumirnos en un continuismo que debe ser muy poco
estimulante. Obviamente los que salieron desde el 5 de junio, día de la segunda
vuelta, a cortarle las manos y los pies a Humala para que no vaya a ninguna
parte (y luego han querido prohibirle hasta el pensamiento), no tienen de qué
quejarse del inmovilismo al que apostaron en defensa de los intereses
particulares a los que sirven.
El tema es si alguien pudiera esperar que haya confianza
hacia un presidente que cuando uno recoge opiniones de la calle encuentra que
produce vergüenza ajena por su debilidad ante las presiones. Y todavía quieren
que ceda más. Después de entregar la cabeza de Nadine, que siga cediendo. ¡Qué
graciosos!.
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