viernes, julio 05, 2013

La cólera popular de julio

El punto culminante de la ruptura del presidente Ollanta Humala con la izquierda y los movimientos sociales organizados, no lo van a marcar probablemente sus palabras en la entrevista para el diario El País hace algunos días, ni las respuestas en diversos tonos de los aludidos, sino la convocatoria para el día de mañana de la primera jornada de lucha de los gremios populares contra el actual gobierno…
4 de julio: El momento de la ruptura
Revista Miércoles de Política
 
Cuando los empresarios le dicen en el peor de los tonos a Humala que no le tienen confianza, éste los invita a desayunar a Palacio y los recibe no solo con bocaditos sino con borradores de normas que se agregan a otras que acababan de ser aprobadas y que flexibilizan cada vez más el régimen de regulación y protección de intereses que no son los de los inversionistas. Cuando los trabajadores estatales reclaman diálogo y consenso antes de aprobar la ley del llamado “servicio civil”, preparada por el mismo ministerio que arma el menú legislativo para las empresas, la respuesta resulta similar como una gota de agua a la de Alan García cuando quería acallar la protesta por los hechos de Bagua el 2009 o a las de Fujimori para imponer la re-reelección.
 
Al momento de escribir esta nota se sabía de la muerte de un manifestante en Barranca, y de heridos y detenidos en distintas partes del país. El gobierno evidentemente había decidido salir de la relativa pasividad del último año y chocar con la protesta convocada por la CGTP. ¿Por qué? Todo hace pensar que la determinación viene de una nueva relación de fuerzas entre los ministros del Poder Ejecutivo. Si desde julio de 2011, Castilla fue un superministro que les cambió el proyecto a los frágiles líderes nacionalistas; ahora, bajo la amenaza de su renuncia  en un contexto en que crecen las sombras de un inminente deterioro económico, el hombre del MEF ha descubierto que puede poner de rodillas al presidente.
 
Eso es lo que puede explicar la perversa combinación de capitulación a las exigencias de la CONFIEP, con balas, palos y gases para las organizaciones sociales. Varios editoriales de los diarios de la sagrada familia han venido apaleando al presidente por “no definirse”, a pesar de todas las definiciones de los últimos dos años contra todas sus promesas. Lo que no está del todo claro es la fuerza real del gobierno para tener éxito en esta ruta. Ya se vio en el período de Valdés, las extraordinarias dificultades de Humala para imponerse por la fuerza. Ahora el enfrentamiento ha escalado, las luchas han dejado de estar aisladas y el ánimo de beligerancia ha crecido por el autoritarismo del poder que no ha querido escuchar razones. Este 4 de julio está marcando un momento nuevo, con graves incertidumbres hacia adelante.  

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