Ollanta Humala ha descendido su aprobación en ocho puntos de
junio a julio, según IPSOS Perú. Y ha confirmado el derrumbe de 21 puntos de
febrero a julio (de 54 a 33%) que se parece mucho a lo señalado por otras
encuestas. Pero más notable aún es el bajón de Nadine Heredia que pasa de una
aprobación de 50% en junio a 38% (doce puntos de caída), que significa 22
puntos menos de marzo a la fecha (de 60 a 38%).
Es la primera vez que el descenso de la primera dama va a
mayor velocidad que el del primer gobernante. Y eso ocurre precisamente cuando
se trataba de medir el impacto del anuncio que dejaba de lado la llamada
“reelección conyugal”. En síntesis se podría decir que si en los últimos meses
la ambigüedad supuso un costo que Nadine fue pagando de a pocos, el retroceso
final no ha hecho sino precipitarla a niveles que nunca hubiera imaginado.
En esta columna venimos insistiendo que este es el drama
actual del gobierno: que genera resistencias por lo que intenta hacer y aumenta
el rechazo cuando no puede sostener ninguna orientación. No es que la gente no
quiera rectificaciones, sino que no quiere ser tomada como tonta. Es lo que
pasa cuando se dice que la candidatura nunca existió o la inventó la oposición,
que es lo mismo que lleva a reaccionar cuando el presidente pretende que lo de
la repartija fue un asunto meramente parlamentario.
De acuerdo con IPSOS, el 69% de los encuestados responde que
lo peor de este gobierno es que no cumple con sus promesas y es mentiroso. Esta
opinión no existía en más de veinte meses de gestión presidencial de Humala,
pero ahora parece que ya es una visión asentada. Basta observar lo que se
responde sobre la decisión de Nadine de no postular el 2016. Un 61% considera
que la primera dama no está diciendo la verdad, a pesar del énfasis puesto en
anunciarlo, y sólo un 25% opina que está siendo sincera.
Es obvio que la credibilidad está en el centro de la crisis
de popularidad del gobierno, lo que choca duramente con el casi olvidado eslogan
de la campaña que decía que la honestidad iba a hacer la diferencia entre
Humala y sus predecesores. En este momento lo que hace la diferencia es en
realidad la manera acelerada como un gobierno de alta popularidad se convierte
en uno cada vez más impopular.
Fujimori tuvo diez años de cifras altas y llegó a su final
con un país dividido; Toledo anduvo siempre por el sótano de las encuestas y lo
que sorprendió fue que acabó con poco más de 30%; García se mantuvo siempre
entre 20 y 30%; pero Ollanta está en un plano inclinado sin ninguna señal de
que podría variar las tendencias. Y eso lo está viendo todo el mundo.
23.07.13
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