Al final de las dos horas que dura el
documental de Francisco Adrianzén sobre la izquierda peruana de finales de la
década del 60 y los primeros siete años de los 70, se recoge una frase del Che
Guevara en la que indica que no es nuestra culpa que la sangre sea roja y el
corazón se ubique al lado izquierdo. Como lo advirtió el propio director, el
título de su obra ya existía cuando escuchó por primera vez la frase a
propósito de los homenajes por la muerte del comandante Hugo Chávez.
Y lo que uno ve en la pantalla tiene mucho
que ver con el corazón, en el sentido de una juventud entregada a la política,
que toma decisiones que hoy difícilmente se repetirían: viajar a zonas lejanas
donde no tenían ningún arraigo para ligarse a las luchas sociales; ingresar a
las fábricas para convertirse en obreros; imponerse tareas más allá de las
fuerzas de escribir y repartir periódicos, organizar círculos de estudio,
participar en debates políticos; cargar con la familia a distintas partes; etc.
Todo esto a cambio de nada. Porque no eran
tiempos de política pagada ni de posibilidad de ascender a cargos públicos a
través de la pertenencia a los partidos legales. Era como si un poderoso
impulso hubiese lanzado a toda una generación a renegar del pasado y a desear
ardientemente acelerar los cambios en el país. El documental establece el
primer impulso revolucionario en la guerrilla del MIR-ELN, a su vez tributaria
de la revolución cubana y de la idea de la época de que América Latina se
convertiría en una gran Sierra Maestra.
Pero ahí nomás, a la vuelta de tres años,
se iniciaría un segundo proceso aún más decisivo, con el golpe militar de
octubre de 1968, que contra todo pronóstico estrenó el gobierno más a la
izquierda de la historia del Perú, a completa contramano del curso represivo
que siguieron los demás gobiernos uniformados del continente, que en algún
momento llegaron a cubrir casi toda América Latina.
Adrianzén ha logrado captar lo que
significaba ser de izquierda en medio de una gigantesca ola mundial de cambios
políticos y sociales, en un país en el que un importante núcleo de
izquierdistas había muerto creyendo poder arrastrar al país dentro de esa
marejada, y en la que Un grupo de generales y coroneles decidió tomarse en sus
manos viejos anhelos nacionales como la recuperación del petróleo y la reforma
agraria.
Que nos equivocamos mucho en esos años de
juventud radicalizada, es una verdad fuera de todo debate. Pero eso no le quita
valor a ese esfuerzo por unir estudiantes, trabajadores y campesinos en un solo
puño, que luego tendría su fruto en la aparición de Izquierda Unida. El
documental usa imágenes y testimonios para dejar plasmado cuánto corazón le
pusimos a esa parte de nuestras vidas. Nada acartonada.
10.07.13
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