El
domingo, el diario más antiguo de Lima, antes famoso por su antiaprismo,
publica una entrevista al dos veces presidente y eterno candidato del APRA,
Alan García Pérez, que es un extraordinario autorretrato hablado del personaje:
"El
señor Humala me ha puesto en manos de tres comunistas... y yo no encuentro más
que el objetivo de destruir a un candidato posible".
"Piensan
que yo definitivamente quiero ser candidato y que el objetivo de mi vida es ser
candidato".
"Estos
enterradores son baratos... estos son de poca monta frente a los adversarios de
antes".
"Me
llena de vanidad que cualquier cosa que se diga de Alan García salga en los
periódicos".
"Y
es una costumbre de 30 años decir cosas de Alan García, pero igual me
eligen".
"Si
podemos contribuir a que haya menos pobreza, más obras y más presencia del Perú
en el mundo, sería candidato".
Más
ego colosal que este, imposible.
Al
grado de confundir totalmente las cosas: imaginar que si algunos de los
comisionados fueran “comunistas”, ya no serían dignos de investigarlo; suponer
que a los candidatos se les investiga sólo para frustrar sus candidaturas;
asumir que reconocerle méritos a Tejada es rebajarse (¿será por su edad?,
¿porque es “comunista”?, ¿por qué no es candidato?); mezclar la desesperación
que le brota por los poros con la vanidad que todos le conocen (salgo en todos
los periódicos); pretender que el Perú puede necesitarlo contra la pobreza,
para que haga obras y nos venda ante el mundo, cuando lo que el país reclama es
que responda por malos manejos de su gobierno.
Y no
olvidemos que la entrevista que comentamos, tiene como objeto principal soplar
la pluma hacia los "funcionarios de segundo y tercer nivel", que según
él son los únicos que tienen que responder por multitud de hechos de su
gobierno. Pero lo de los narcoindultos y narcoconmutaciones fue un aspecto de
política planteado directamente por el presidente y alentado mediante cartas (como
que sigue diciendo que liberó “paqueteros”), que estaba a cargo de una comisión
que se relacionaba directamente con Palacio, que era obligación presidencial
revisar los expedientes para que no pasaran los prohibidos por la ley (y
pasaron un montón) y que, al final,
nadie hubiera salido libre si Alan no ponía su firma.
Frente
a tamaña responsabilidad, cualquiera haría alguna forma de autocrítica.
Cualquiera menos AGP, que está más que acostumbrado que otros paguen por él. No
tengo nada de qué arrepentirme repite el grandazo y no llega a darse cuenta que
la opinión nacional está cada vez más convencida que hubo una tremenda
corrupción en el asunto de los sentenciados que fueron liberados pasando sobre
la Constitución y las leyes. Aunque usted no lo crea en lo que el tipo está
pensando es en que a pesar de todo el Perú siempre lo elige.
02.07.13
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