sábado, enero 25, 2014

Una larga historia de frustraciones

El Perú ha vivido 135 años de sus casi 200 años de existencia republicana, bajo el signo de la derrota humillante que nos impuso Chile en la llamada Guerra del Pacífico. Todos los que, por fortuna o desgracia, nacimos dentro de este espacio de América del Sur donde florecieron imperios y culturas precolombinas y donde rigió el más resistente de los virreinatos españoles, recibimos desde muy pequeños la conciencia de ser parte de una nación despojada por un vecino ambicioso y de haber sufrido la desgracia de nuestras élites que fueron incapaces de organizar una defensa unificada y eficaz ante el agresor.

Estas lecciones que nos persiguen desde la infancia laten por supuesto en los momentos previos al esperado fallo de la Haya, como un mecanismo compensatorio a una larga frustración histórica. ¿Podrá el Perú ganarle a Chile en una disputa judicial sobre los límites marítimos y resarcir en algo esa sensación de eternos perdedores? El optimismo que anotan las encuestas y que se palpa en las calles, no viene sólo de haber entendido de alguna forma las razones con la que la delegación peruana se presentó ante la Corte, en Holanda, sino de la intuición de que el fallo va a tener el sentido de reivindicación histórica. Es como si imagináramos que los 17 jueces internacionales se darán cuenta de que nuestro país merece esta victoria y que una porción de mar podría compensar heridas que llevamos tan adentro.

Decimos esto, además, porque el dilema de La Haya no es que nos falte razón en que la proyección marítima de nuestras fronteras ha sido establecida erradamente y en nuestro perjuicio, añadiendo un desbalance más en las relaciones con nuestro vecino sureño, sino que en la argumentación chilena las razones esgrimidas van por el lado de que la línea paralela podrá ser injusta, pero hay documentos firmados por los peruanos que las sustentan. La tesis de que estos fueron acuerdos de delimitación de derechos pesqueros que se establecieron antes de que se diseñaran los actuales principios del derecho del mar, son sin duda inteligentes, tanto que los únicos que han dudado de la fuerza de sus puntos de vista son nuestros rivales de ocasión. Pero esto no quita que hubo autoridades peruanas en el pasado que aceptaron, aunque fuera sólo para la pesca, una distribución del mar que cercenaba los derechos nacionales. No hay como explicar los años en que ha estado vigente la línea paralela, que Chile convirtió en frontera y que militarizó precisamente contra los pescadores peruanos.

¿Cómo podríamos obviar que lo que estamos reclamando ante la Corte de La Haya, es una usurpación sin guerra, que nuestro país ha tardado en cuestionar? Más aún, si el problema económico de la zona en discusión es el pesquero y una de las soluciones previsibles puede ser soberanía con derechos compartidos para la pesca de los dos países, atendiendo a que el Perú ha argumentado exactamente eso, porque no le quedaba manera para negar que hubieron convenios en los años 50 aunque fuesen delimitados a una finalidad determinada. Nunca se terminará de entender la debilidad con las que las clases dirigentes de Lima han tratado con sus similares de Santiago.

No vamos a tratar aquí de la cadena de traiciones que llevó al tratado de Ancón y las debilidades para hacer cumplir lo acordado en 1929, pero sí preguntarnos por qué un gobierno militar como el de Odría que fue especialmente insidioso en su represión interna, se rindió a compromisos de pesca sin nada que ganar para el país, o qué impulsó a Toledo y García a ceder la soberanía aérea a Chile y lo que hizo dudar a este último en la demanda ante la Haya hasta el año 2008 (en Chile dicen que tenía un acuerdo de no mover el tema) y a ponerlo en marcha cuando pareció que Humala lo iba a arrinconar agitando el tema de la frontera marítima. Después de todo, no se olvidará la frase emblemática del grandazo: “que los chilenos no se molesten”, sus abrazos con Piñera y las facilidades que dio para la entrada de sus inversiones en asuntos tan delicados como puertos y distribución de combustible. Que hoy se haya convertido en poeta patriotero y embanderador de ciudades cuando ni siquiera se conocen los alcances del fallo, sólo da una idea de la manera como los sentimientos de la población pueden ser manipulados por el oportunismo.

Al otro lado


Alguien ha recordado por ahí que hasta Japón ha pedido disculpas a China y Corea por las invasiones y violaciones contra su población que se cometieron en el pasado, y que Chile no lo ha hecho con los peruanos ni bolivianos. Lo cierto es que si en  nuestro país hay resentimientos que son parte de la cultura nacional, al sur de nuestra frontera hay sentimientos de superioridad que han forjado una mentalidad de país victorioso que se impuso a rivales más fuertes que ellos. es verdad que hay cada vez más intelectuales que expresan una perspectiva distinta y están dispuestos a decir que hubo una guerra de agresión y un despojo histórico, que no puede soslayarse. No faltan los que creen que a Chile le conviene perder, aunque sea simbólicamente, en el fallo de La Haya, para que así exista un nuevo ánimo para nuestra inexorable convivencia.

Pero son una clara minoría. Si los peruanos contestan las encuestas diciendo que confían en un fallo favorable, pero que aún si nos va mal, aceptaremos lo que se resuelva, lo que refleja por supuesto de dónde es que venimos y cuál es la real capacidad que tenemos de seguir otra vía diferente a la jurídica, en Chile la opinión se ha ido haciéndo pesimista y las repuestas a los encuestadores son claramente mayoritarias de que un fallo en contra no debería aceptarse. Obviamente se trata de una expresión de una actitud enraizada en la gente de que lo que conquistaron por las armas u otros medios, no lo pueden ceder sin negar el país que fueron por casi 200 años. Pero la verdad es que todo depende de los gobernantes. Esos que saben que, si pierden, van a tener que lidiar con las reglas del derecho internacional y con la presión de su pueblo.

La discusión sobre si los fallos son de acatamiento inmediato, o se implementan en una período prolongado de negociaciones y adaptaciones, encierra un afán de ponerle un paracaídas a lo que podría ser una profunda caída del orgullo chileno. Esperemos con calma.

25.01.14
Publicado en Hildebrandt

en sus Trece 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

En este tema ha habido traicion de nuestra clase politica. Don Isaac ha dado un buen ejemplo, te quito tu gorra y luego te devuelvo un hilachita. A eso no se le puede llamar triunfo pues

Juan A. Cavero G. dijo...

Cualquiera que sea el fallo, el gobierno de Chile lo considerará una derrota. Su única posibilidad de triunfo sería que las cosas queden como están, lo cual es prácticamente imposible. Ahora bien, ¿acatará Chile un fallo desfavorable? La respuesta está en la Historia. Al final de la guerra en que Chile nos robó Tarapacá, se firmó el Tratado de Ancón, indicando la realización de un plebiscito, luego de 10 años, en las cautivas Tacna y Arica. Pues Chile no cumplió el tal Tratado y casi 50 años después, en 1929, y por la presión del gobierno yanqui, firmó el Tratado de Lima, que tampoco fue cumplido cabalmente, hasta décadas después.
Lo más probable, vistos los antecedentes, es que el gobierno chileno no acate el fallo. Probablemente haga con el fallo el mismo uso que se da a una servilleta de papel, o, tal vez, lo declare "inejecutable", y solicite aclaraciones y dilaciones, por todo el tiempo necesario, hasta que haya un gobierno peruano propenso al arreglo bajo la mesa (cosa nada extraña, con los antecedentes de Bustamante y Odría), que le acepte condiciones más digeribles para sus designios hegemónicos en la región.