La izquierda de los 70 ha empezado a irse.
No lo pensé cuando estaba enfermo y con diagnóstico
pesimista, pero tuve la intuición cuando ocurrió lo de Diez Canseco.
Era demasiado perder al gran líder de una generación
política y darse cuenta que la condición de sesentones nos había hecho mucho
más vulnerables a enfermedades crónicas o ataques repentinos.
El año 2013 lo recordaré por los amigos que perdí y mucho
menos por la salud que recuperé.
No quiero hacer aquí una lista de las despedidas que tuve
que acompañar porque tendría que contar mi historia con cada compañero y eso lo
dejo para mis sentimientos más íntimos.
Y no se sorprendan si les digo que creí que al cambiar el año
podía girar la suerte. Pura superstición, ustedes saben.
Pero ayer abro mis correos y me encuentro con otra muerte
emblemática que me ha remecido en lo más profundo.
Manuel Cortez era uno de los más fuertes entre los nuestros.
Se hizo obrero muy joven para convertirse en sindicalista y vivir toda su vida
como parte de la clase trabajadora.
La juventud de esos años era así.
Fue secretario general del sindicato de Siderperú, cuando
esa organización era un centro de la vanguardia política del movimiento obrero
peruano y se podían contar por decenas o cientos, los obreros politizados, con
una formación que muchas veces superaba a los universitarios.
También encabezó por largo tiempo la FEDISETA, federación de
trabajadores de la provincia del Santa, que era conocida como una de las más
combativas del país y que fue uno de los actores de los movimientos de finales
de los años 70 que echaron a la dictadura de Morales Bermúdez y cambiaron la
historia.
Tengo el recuerdo de que el año 1985, en pleno auge de
Izquierda Unida fue elegido diputado.
En los 90 ingresó a la dirigencia nacional de la CGTP y
desde esa trinchera enfrentó a la dictadura de Fujimori, sus privatizaciones
corruptas y su política de despidos masivos y atropello a los derechos de los
trabajadores.
No sé cuál será el número de trabajadores que lograron a
través de la intermediación de Manuel Cortez su reposición o el pago de sus
beneficios, dentro de las famosas listas de despedidos de la dictadura.
El rostro de Cortez se hizo conocido en las calles por esta
incansable campaña por resarcir a los que habían sido lanzados a la
desocupación sin medios para defenderse.
Nos hemos cruzado muchas veces en distintas circunstancias,
él como sindicalista y yo como periodista. Teníamos además en común la amistad
de nuestras hijas mayores.
Hace poco lo vieron tomando cerveza y comiendo butifarra en
el Queirolo de Pueblo Libre. Quién iba a pensar que llevaba ya la marca de la
muerte. No se le veía debilitado a pesar de tantos años de lucha. Tampoco
decepcionado a pesar de los altos y los bajos de la lucha política.
Descansa en paz, amigo mío.
15.01.13
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