sábado, enero 25, 2014

La izquierda ante sí misma

Veinticinco años atrás, parecía que nadie ni nada podía detener a la izquierda. Los que no lo vivieron difícilmente podrán lograr la imagen de lo que fueron los preparativos del Congreso de Izquierda Unida y lo que significó la reunión de más de 4 mil delegados elegidos por todas las provincias y distritos del país en una carpa en el Centro Vacacional de Huampaní.

Cuando leo que como si fuera una verdad comprobada que la izquierda nunca aplicó la democracia y el principio de un militante un voto, y que eso nos garantizará la unidad para enfrentar a los adversarios, me sonrío porque esa no fue la historia. Porque la izquierda desgraciadamente se desunió y se auto-descalificó para el período electoral 1989-1990 que se venía, cuando era más fuerte y cuando intentó canalizar sus diferencias por mayorías y minorías.

Lo que quiero decir es que las grandes divisiones (y las pequeñas) dependen mucho más de factores políticos que de orgánicos: ¿quién tiene al candidato y quiénes no lo tienen?, ¿cuáles son las expectativas de alianzas por fuera de la izquierda de cada uno de sus componentes?, ¿cuáles son los elementos de presión de la derecha sobre la izquierda? Podría decirlo de esta manera: en 1989, los izquierdistas creíamos que éramos dueños de las masas y que podíamos quitárnoslas entre nosotros. Las perdimos y ayudamos a engendrar a Fujimori que se llevó la mayor parte de nuestros votos.

Hoy, por cierto, somos una sombra de lo que fuimos. Pero aún así podemos volver a engañarnos con simplificaciones tales como que nuestro error fue no ir solos y confiar en Humala (¿y lo qué pasó el 2006?); que estamos acumulando para el futuro; que la igualdad entre los militantes es lo mismo que ante los electores y que se puede confundir eso de que “no hay candidatos naturales”, con que cualquiera puede ser candidato; etc.

La verdad es que la izquierda con la trayectoria de los viejos militantes y las buenas vibras que aportan los jóvenes, está básicamente descolocada en el escenario política actual. Como hace 25 años, la unidad es necesaria porque el enemigo es poderoso y porque en el centro de la disputa está el poder. Pero las pruebas de este y los siguientes años son aún más difíciles: (a) que Castañeda no sea el próximo alcalde de Lima; (b) que Cajamarca no sea recuperada para Yanacocha; (c) que el 2016 haya una opción democrático-popular contra las derechas, (d) que la crisis crónica del gobierno de Humala no precipite un giro autoritario en el país.

Si vamos a la unidad, elecciones internas, compromisos entre los partidos, debe ser porque tenemos clara que esa es la dirección en la que debemos jugarnos. Y, sobre todo, romper la inacción, responder ante cada hecho, sacar a la gente a la calle, construir una izquierda real. 

25.01.14

1 comentario:

Anónimo dijo...

Señor Raúl Wiener se habla mucho de la unidad en el "Frente Amplio”. En mi opinión la unidad está en Cajamarca, entre las fuerzas contestatarias de Cajamarca, basada en la voluntad de la sociedad civil de Cajamarca. Si las fuerzas progresistas allí no se unen y logran prevalecer sobre las fuerzas conservadoras limeñas en la capital, pro Yanacocha, no habrá unidad valedera en el resto del país. Tiene que haber una gran coalición de resistencia política y social desde provincias contra la megaminera y contra el statu quo neoliberal. Saludos.