Aldo Mariátegui ha dicho que no va a hacer una pataleta por
lo que le hizo Agois y que ahora se conoce: ofrecer su cabeza a Humala (que no
se la aceptó), como gesto de aproximación luego que ganó las elecciones y
empezaron las movidas para la formación de un nuevo gobierno.
Es su derecho, por cierto. Mucho más si ahora es columnista
de uno de los medios “asociados” al diario del que era director, y del que lo
botaron sin darle la menor explicación. Pero la oportunidad de la salida a luz
de este asunto no debería desperdiciarse para comentar algo sobre la prensa y
el oficio de periodista en el Perú.
En primer lugar decir que cualquier periodista, de la
posición que sea, puede ser negociado con terceros de acuerdo a alas conveniencias
de los dueños de sus empresas. Es lo que explica que Delgado Parker fuera a la
salita de Montesinos con la cabeza de César Hildebrandt para conseguir favores
judiciales y que Ivcher asistiera con el mismo presente a la reunión de los
medios con Toledo para ver la campaña anti-Humala a fines del 2005 donde
también se discutió de su “indemnización” de 20 millones por su “lucha
democrática”.
Y lo que pasó en el 2011, con Rosa María Palacios que la
echaron de la TV porque el fujimorismo la consideraba demasiado tibia con el
mismo Humala, todo lo cual se corona con la despedida del jefe de la DBA, el
que más se había batido por detener al comandante radical, con el cual los
Agois habían decidido entenderse. Hay una línea de actuación de los dueños de
los grandes medios en cada uno de estos casos, que parece estar legitimada por
el hecho de que ninguno se arrepiente realmente y muy pocos se rebelan contra
este sistema.
En segundo lugar, hay una singularidad del caso Aldo que no
debiera pasarse por alto. Cualquiera hubiera creído que la línea de Correo de
2005 a 2011, era la de sus dueños, con todos sus excesos. Sin embargo, cuando
no les dio resultado para resolver el problema de la presidencia, decidieron
que esa no era su línea, sino la de un director antipático. Interesante
detalle, ahora que dicen que El Comercio les ha comprado todo, menos su derecho
de manejar los contenidos periodísticos. Esos contenidos que ofrecen al mejor
postor.
En tercer lugar, resulta casi una regla que estas decisiones
dizque empresariales no respondan a una lógica de mercado, es decir al que se
bota es al que tiene la mayor sintonía o mayor número de lectores. Eso también
niega uno de los argumentos más preciados de la concentración: de que la gran
prensa lo es porque ofrece el mejor producto. Basta ver quienes dirigen los
tres diarios “serios” del grupo asociado, para ponerse a pensar en que la gran
prensa elige conscientemente por la mediocridad.
20.01.14
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