Reflexiones sobre la concentración de medios.
Que no nos preocupemos, ha editorializado el gran diario,
¿acaso hemos olvidado que con todo el aparato de prensa que acompañó la
candidatura de Vargas Llosa en 1990, finalmente el escritor perdió las
elecciones?, ¿o no recordamos que teniendo a casi todos los medios en contra,
Ollanta se hizo presidente el 2011? Así que nada acredita que si El Comercio
sigue comprando otros diarios y medios de comunicación y hegemonizando los mercados
conexos: producción, distribución, publicidad, etc., lo más probable es que la
gente continúe sin hacerles caso a la hora decisiva de votar.
No faltaba más. Si hasta conmueve leer que los Miró Quesada
invierten para perder en lo que más les interesa que es en el control del poder
político en el país. Porque, ¿qué importancia puede tener llegar a contar con
663 mil lectores de esa creación insigne que lleva como nombre El Trome, o que
en su totalidad el grupo venda (antes de EPENSA) casi un millón de periódicos
diarios (con EPENSA sobrepasan el millón y medio) y que sin embargo pierdan
casi todas las elecciones? Claro que eso no es lo que Fritz Du Bois anda
diciéndole a los empresarios (que son los lectores que más importan), acerca de
que la compra de acciones de los Agois no es un tena comercial sino una
operación política, pensando en el 2016.
Pareciera entonces que la gran familia y sus operadores
periodísticos no se curan de sus errores del pasado (el 2013, no más, perdieron
en el tema de la revocatoria municipal en Lima), y que siguen pensando que lo
que les faltó anteriormente fue concentrarse aún más. En fin, yo también estoy
convencido que la llamada “asociación” con EPENSA (en realidad una compra cruda
del paquete mayoritario de acciones), no tiene que ver estrictamente con
mayores expectativas de venta o de ganancias (para eso se potencian los medios
propios), sino con política pura: (a) evitar que La República se aproxime a
equilibrar el mercado si realizaba la compra de las acciones; (b) mostrar un
punche mucho mayor que el que ya tenían frente al Estado y los demás grupos de
poder.
Poder de prensa
Pero, valga la aclaración, el valor político de la gran
prensa va mucho más allá que su influencia en los períodos electorales. Mucho
más importante es lo que significa el control mediático cuando no hay elección
y los electores han sido devueltos a sus actividades cotidianas. La gran prensa
pudo estar con el escritor en el 90, hasta límites cercanos al golpismo y el
racismo, pero no le costó mucho asociarse poco después con Fujimori y
Montesinos y convertirse en una de las columnas básicas del régimen
autoritario. El Comercio podrá contar la epopeya antidictatorial del Canal N
(ahora devenido en profujimorista), pero la maquinaria de prensa de los Miró
Quesada fue profundamente colaboracionista en los diez años del régimen
autoritario.
Frente a Humala, la familia mediática hizo dos anticampañas
(2006-2011), que bien podrían figurar en los estudios sobre el más vil de los
oficios, incluyendo la creación de un programa de ataque sostenido semanal para
destruir al candidato; pero apenas a los días siguientes a la elección empezó
el cerco y la presión que llevaría finalmente al nuevo gobernante a entregar la
decisiva cartera de Economía a la tecnocracia del MEF capitaneada por el
exviceministro de Alan García, y el BCR a un economista conservador del PPC, a
la vez que ensayaba su primer perdón por su familia por el extraño viaje de
Alexis a Rusia antes de la juramentación de Ollanta Humala.
Como lo cuenta el mismo Bayly, el giro humalista de El
Comercio lo mandó de regreso a los Estados Unidos y lo alejó de la política, reemplazando más
adelante su programa de televisión por una columna semanal en Perú 21 para
especular sobre enfermedades y suicidios, y abrió una luna de miel entre el
gran poder mediático y la antigua bestia negra de las derechas, convertido en
repentino amigo de los ricos. Pero el fondo de la cuestión era mucho más
profundo: Ollanta, como sus antecesores, comprendió (o le hicieron comprender)
que no podía gobernar contra la prensa y que poco más del 50% de la prensa
peruana estaba relacionada con la familia Miró Quesada.
Entonces, el poder que no aseguraba ganar elecciones, se
mostraba tremendamente eficaz para domesticar a los presidentes que parecían
más chúcaros. Eso que ha sido calificado como un sistema por el cual los
perdedores se convierten en ganadores, copando gobiernos y cambiándoles el
programa, tiene como columna vertebral el papel de la gran prensa. Aquella que
se alía en 24 horas con el que decía que traería todas las desgracias. Y, como se ha visto, en dos años y medio,
esta relación puede empezar como un “descubrimiento” de que el “radical” de la Gran Transformación, ya se había convertido
en el mediocre abanderado de la Hoja de Ruta, que justificaba sus primeros
virajes y deslealtades; para pasar a la presión abierta con el cuento de la
“confianza”, cuando ya sabían que no había riesgo de reversión; y terminar en
el paradójico escenario actual, en el que el gobierno que moldearon como si
Humala fuera uno de ellos, es ahora el objeto de apaleos diarios que indican
que ya se sirvieron todo lo que podían del capitulador y lo van poniendo de
lado. Para los sectores populares esta puede ser una de las derrotas más apabullantes,
si la derecha después de robarle a su falso líder, logra reconformar el poder
compacto que existía hace casi 25 años.
Concentración de propiedad
Los Miró Quesada deben estar pensando que si con lo que
tenían el 2011-2013, consiguieron doblegar a Humala, qué no podrán hacer con la
versión recargada con la compra de EPENSA. Y es precisamente en este punto
donde se aprecia el tamaño de la osadía de Humala de hablar contra la
concentración mediática, enfrentamiento en el que a primera vista tiene todas
las de perder porque carece de medios y relación de fuerzas para imponerse,
pero está demorando en retroceder más que otras veces; y donde, al mismo
tiempo, se percibe que el abuso de poder del grupo hegemónico, tiene sus puntos
vulnerables, porque todos se dan cuenta que han crecido mas de lo que es
tolerable y que a la vez han acrecentado su soberbia y prepotencia (dicen que
los críticos les tienen envidia), lo que significa que podrían llegar a perder en
credibilidad, lo que hace muy poco han ganado en tamaño de propiedad. Este
nuevo capítulo de la concentración de los medios de comunicación en el Perú,
está todavía a medio escribir. Tal vez falte lo más interesante.
14.01.14
Publicado en
Hildebrandt en sus Trece
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