domingo, noviembre 10, 2013

¿Existe una historia latinoamericana?

Un evento como el que he asistido en estos días en Buenos Aires en los que uno escucha hablar de la patria grande, de compatriotas y reconoce que formamos parte de la parte del mundo en la que es posible recorrer los más extensos territorios en los que la gente se expresa en un mismo idioma y mantiene enfoques más o menos comunes sobre lo bueno y lo malo de nuestros pueblos, es una experiencia que fortalece el espíritu y que ayuda a salir del provincialismo en que vivimos con nuestros políticos de opereta.

Hace unos años estuve en Santiago de Chile, en una cátedra internacional sobre integración, con participación de delegaciones de muchos países, y pude captar un sentimiento de hermandad que incluía reconocimientos a las profundas heridas que han dejado sobre nuestra gente del pueblo la memoria de las guerras, con las cuales nos hemos mantenido divididos y recelosos a pesar de la comunidad de nuestros problemas. El destino de los Estados Unidos, que anticipó Bolívar, de causar inmensos sufrimientos a los habitantes del sur en nombre de la libertad, se ha cumplido rigurosamente, pero la conciencia de que debemos unirnos para compensar tan devastador poder dominante sigue siendo velada por las oligarquías locales que se diputan el favor del imperio.

Aquí, en Argentina, hace poco, una candidata presidencial de las derechas presentaba como un activo, sus contactos con Washington, resaltando que eran mejores que los de Cristina. En el Perú, la astucia perversa de García lo inspiró a dar forma como uno de sus últimos actos de gobierno, a la llamada Alianza del Pacífico, para reunir a los cuatro gobiernos más afines a las políticas neoliberales y a caminar del brazo con Estados Unidos, dejándole tendida una trampa a Humala para separarlo de Unasur, CELAC y otros procesos integradores que necesariamente van a terminar colisionando con el nuevo bloque político-comercial.

Ollanta Humala, como en otras cosas, se ha excusado con que se encontraba ante hechos consumados y compromisos armados en nombre del país, por más precarios e incipientes que fueran, y ha caminado desde el primer día de su gobierno como gran amigo de los gobiernos que estaban colocados en la corriente opuesta al progresismo e integracionismo latinoamericano que cobró auge la década pasada. El propio gobierno nacionalista sería incomprensible sin los cambios ocurridos en países vecinos en los años 2000, pero la torpeza absoluta de nuestro presidente lo ha transformado en un instrumento para contraponer el Pacífico al Atlántico, el neoliberalismo al progresismo, la subordinación a la integración.     

La historia latinoamericana que no aprendemos en la escuela, muchas veces ni siquiera en las universidades, se está escribiendo en este momento. Y como en la época de la independencia, el Perú va a contramano del subcontinente por responsabilidad de su clase dirigente.

10.11.13

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mas que un comentario es un llamado al APRA a que recuerde que su ideología auroral fue la unidad de los pueblos de Latinoamérica, su vocación anti imperialista, la reivindicación del rol del Estado y que si no
actúa en tal sentido pierde la
ocasión histórica de estos tiempos y traiciona la lucha ,
la esperanza y el sacrificio de
las generaciones que creyeron en
ese mensaje.