domingo, noviembre 24, 2013

El gobierno de los operadores clandestinos

Mientras escribía mi libro “Fe de ratas” (historias de corrupción), llegué hasta un personaje que había sido practicante de derecho en el estudio Solís, a lo largo de la década de los 90. Rápidamente me di cuenta que el tipo era una fuente inesperada de información sobre la manera como se manejaba la política en la época de Fujimori-Montesinos.

La historia comienza en una gran quema de archivos la noche del 14 de septiembre del 2000 que concluye al final del día siguiente y que se convirtió además en la destrucción a martillazos de computadoras y toda forma de información electrónica. La operación estaba a cargo del chofer y seguridad del Dr. Edgar Solís y con seguridad contaba con su probación y la de los socios del estudio, los abogados César Aliaga y Ricardo Obregón, y a ella se fueron sumando los empleados que llegaban a la casa de dos pisos en la quinta cuadra de la avenida Dos de Mayo en Miraflores, desde donde se habían manejado las tareas delegadas por el Doc.

Como se recuerda, el 14 de septiembre, por el Canal N, que entonces pasaba por ser la única ventana por la que podían filtrar informaciones contra el régimen de Fujimori, se había trasmitido el video Kuori-Montesinos que iba a cambiar la historia del Perú, y el presidente re-reeleccionista se había sumido en un silencio absoluto que duraría dos días, en los que debería decidir lo que haría frente a la evidencia de la inmensa corrupción que atravesaba su gobierno. Eran horas inciertas mientras una densa columna negra iba cobrando altura en la azotea del estudio Solís.

La noche del 15 de septiembre, el chofer Arispe Carpio, salió del devastado estudio de abogados y se dirigió al aeropuerto con el pasaje en el bolsillo para abandonar definitivamente el país. Esa era la orden completa del doctor. Como a Arispe no se le podía quemar o destruir con un martillo, lo mejor era sacarlo al extranjero para que desapareciera con la memoria de todo lo que había visto. El 16 de septiembre, Fujimori leyó una declaración pública en la que se confesaba sorprendido por lo ocurrido y asumía las consecuencias con dos decisiones: (1) recortar su tercer mandato a un año y convocar elecciones para el 2001; (2) disolver el SIN, que había sido el orgullo de su gobierno por diez años.

Hasta antes de estas palabras, había crecido el rumor de que el presidente renunciaría y los comandantes generales de las Fuerzas Armadas habían ido varias veces a Palacio a convencerlo que no lo hiciera. Montesinos lo llamaba con insistencia desde el local en Las Palmas, pero Fujimori no le contestaba el teléfono, lo que llevó al asesor a considerar la posibilidad de organizar un golpe de Estado. Optó por negociar su retiro por una cifra de 15 millones de dólares, con los que viajó en un avión particular de la familia Romero hasta Panamá. El estudio Solís cerró sus puertas para no volver a abrirlas, y su propietario respiró tranquilo imaginando que había borrado las huellas que lo conectaban con la corrupción del poder.

Pero un año después aparecieron los videos del caso Lucchetti en el que el asesor ofrecía sus influencias judiciales para una acción de amparo que el empresario chileno Andrónico Luksic, había emprendido contra una ordenanza de la Municipalidad de Lima que paralizaba la construcción de una planta industrial en la zona ambientalmente protegida frente a los pantanos de Villa en Chorrillos. En uno de esos documentos audiovisuales, el Doc., utiliza el teléfono mientras conversa con Luksic y los gerentes de la empresa y se comunica con Edgar para pedirle que se comunique con el juez Escobar y le diga que quiere hablar con él sobre el caso Lucchetti. Esta simple frase le costó a Edgar Solís Cano, cinco años de prisión efectiva y sirvió para demostrar que a pesar de todas las hogueras y demoliciones realizadas en las oficinas de Dos de Mayo, Miraflores, el “operador legal” del fujimontesinismo no había podido salvarse.

La resolución condenatoria por el caso Lucchetti indica lo siguiente: “De acuerdo con la investigación judicial, Solís Cano era la persona encargada de contactar con los magistrados y hacer el seguimiento de los procesos en los que la agrupación liderada por Montesinos tenía interés”.    

El Nissan rojo


Arispe Carpio manejaba un automóvil Nissan de color rojo, que se estacionaba en un sótano del estudio al lado de un Volvo negro. Ambos vehículos tenían las lunas polarizadas para que nadie observase quiénes eran los que se movilizaban dentro de ellos. Cuando Solís recibía una llamada de Montesinos pidiéndole que conversara con algún miembro del Poder Judicial, el Ministerio Público o cualquiera otra instancia en la que Montesinos “tenía interés”, se encendía el Nissan y Carpio llegaba hasta la institución donde lo esperaba el convocado, lo recogía y recorría raudamente la ciudad, haciendo sonar una circulina que le abrió el paso entre el accidentado tráfico limeño y llegaba hasta el sótano de la avenida Dos de Mayo.

Si el encargo del asesor era que el magistrado, funcionario, dirigente político o directivo de medio de comunicación, fuese llevado hasta el SIN, la operación era la misma en el Nissan rojo, pero al regresar al sótano de Miraflores se producía un cambio de carro. Arispe Carpio y los convocados se cambiaban de automóvil y pasaban al Volvo negro, que era el que hacía la ruta hasta el SIN, donde existían órdenes para dejarlo ingresar sin hacer preguntas. Esta rutina la conocían los que trabajaban en el estudio porque Carpio la explicaba abiertamente, como que agregaba detalles sobre sus movimientos a la Caja Militar Policial y el Banco de Comercio (donde el presidente era el pepecista Percy Tábory, que era visitado por Lourdes Flores que tenía clientes que necesitaban de su ayuda para recibir facilidades del banco que era la caja de los mafiosos.

Montesinismo y fujimorismo


En estos días están resucitando los “operadores montesinistas”, y curiosamente los que engendraron el estilo de gobierno de manejar el país a través de citas clandestinas y de acuerdos en las sombras, que eran sin embargo filmados como si tratara de constancias de los compromisos delictivos a los que se iba arribando, están muy agitados tratando de mostrar que la red que ellos mismos crearon sigue funcionando con los mismos individuos sólo que ahora al servicio de los gobiernos de los líderes que alguna vez dijeron luchar contra el fujimontesinismo.

Ahora todos se acusas de “montesinistas” y hasta Lourdes quiere que le muestren al prisionero de la Base Naval para ver si realmente está preso. Pero: ¿realmente hemos entendido lo que era el régimen de dos cabezas de los años 90? Tal vez la historia del practicante de derecho, de Arispe Carpio y del abogado Edgar Solís ayuden algo a comprender de qué se trataba. 

24.11.13

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