Mientras
escribía mi libro “Fe de ratas” (historias de corrupción), llegué hasta un
personaje que había sido practicante de derecho en el estudio Solís, a lo largo
de la década de los 90. Rápidamente me di cuenta que el tipo era una fuente
inesperada de información sobre la manera como se manejaba la política en la
época de Fujimori-Montesinos.
La
historia comienza en una gran quema de archivos la noche del 14 de septiembre
del 2000 que concluye al final del día siguiente y que se convirtió además en
la destrucción a martillazos de computadoras y toda forma de información
electrónica. La operación estaba a cargo del chofer y seguridad del Dr. Edgar
Solís y con seguridad contaba con su probación y la de los socios del estudio,
los abogados César Aliaga y Ricardo Obregón, y a ella se fueron sumando los
empleados que llegaban a la casa de dos pisos en la quinta cuadra de la avenida
Dos de Mayo en Miraflores, desde donde se habían manejado las tareas delegadas
por el Doc.
Como
se recuerda, el 14 de septiembre, por el Canal N, que entonces pasaba por ser
la única ventana por la que podían filtrar informaciones contra el régimen de
Fujimori, se había trasmitido el video Kuori-Montesinos que iba a cambiar la
historia del Perú, y el presidente re-reeleccionista se había sumido en un
silencio absoluto que duraría dos días, en los que debería decidir lo que haría
frente a la evidencia de la inmensa corrupción que atravesaba su gobierno. Eran
horas inciertas mientras una densa columna negra iba cobrando altura en la
azotea del estudio Solís.
La
noche del 15 de septiembre, el chofer Arispe Carpio, salió del devastado
estudio de abogados y se dirigió al aeropuerto con el pasaje en el bolsillo
para abandonar definitivamente el país. Esa era la orden completa del doctor.
Como a Arispe no se le podía quemar o destruir con un martillo, lo mejor era
sacarlo al extranjero para que desapareciera con la memoria de todo lo que
había visto. El 16 de septiembre, Fujimori leyó una declaración pública en la
que se confesaba sorprendido por lo ocurrido y asumía las consecuencias con dos
decisiones: (1) recortar su tercer mandato a un año y convocar elecciones para
el 2001; (2) disolver el SIN, que había sido el orgullo de su gobierno por diez
años.
Hasta
antes de estas palabras, había crecido el rumor de que el presidente
renunciaría y los comandantes generales de las Fuerzas Armadas habían ido
varias veces a Palacio a convencerlo que no lo hiciera. Montesinos lo llamaba
con insistencia desde el local en Las Palmas, pero Fujimori no le contestaba el
teléfono, lo que llevó al asesor a considerar la posibilidad de organizar un
golpe de Estado. Optó por negociar su retiro por una cifra de 15 millones de
dólares, con los que viajó en un avión particular de la familia Romero hasta
Panamá. El estudio Solís cerró sus puertas para no volver a abrirlas, y su
propietario respiró tranquilo imaginando que había borrado las huellas que lo
conectaban con la corrupción del poder.
Pero
un año después aparecieron los videos del caso Lucchetti en el que el asesor
ofrecía sus influencias judiciales para una acción de amparo que el empresario
chileno Andrónico Luksic, había emprendido contra una ordenanza de la
Municipalidad de Lima que paralizaba la construcción de una planta industrial
en la zona ambientalmente protegida frente a los pantanos de Villa en
Chorrillos. En uno de esos documentos audiovisuales, el Doc., utiliza el
teléfono mientras conversa con Luksic y los gerentes de la empresa y se
comunica con Edgar para pedirle que se comunique con el juez Escobar y le diga
que quiere hablar con él sobre el caso Lucchetti. Esta simple frase le costó a
Edgar Solís Cano, cinco años de prisión efectiva y sirvió para demostrar que a
pesar de todas las hogueras y demoliciones realizadas en las oficinas de Dos de
Mayo, Miraflores, el “operador legal” del fujimontesinismo no había podido
salvarse.
La
resolución condenatoria por el caso Lucchetti indica lo siguiente: “De acuerdo con la investigación judicial,
Solís Cano era la persona encargada de contactar con los magistrados y hacer el
seguimiento de los procesos en los que la agrupación liderada por Montesinos
tenía interés”.
El Nissan rojo
Arispe
Carpio manejaba un automóvil Nissan de color rojo, que se estacionaba en un
sótano del estudio al lado de un Volvo negro. Ambos vehículos tenían las lunas
polarizadas para que nadie observase quiénes eran los que se movilizaban dentro
de ellos. Cuando Solís recibía una llamada de Montesinos pidiéndole que
conversara con algún miembro del Poder Judicial, el Ministerio Público o
cualquiera otra instancia en la que Montesinos “tenía interés”, se encendía el
Nissan y Carpio llegaba hasta la institución donde lo esperaba el convocado, lo
recogía y recorría raudamente la ciudad, haciendo sonar una circulina que le
abrió el paso entre el accidentado tráfico limeño y llegaba hasta el sótano de
la avenida Dos de Mayo.
Si
el encargo del asesor era que el magistrado, funcionario, dirigente político o
directivo de medio de comunicación, fuese llevado hasta el SIN, la operación
era la misma en el Nissan rojo, pero al regresar al sótano de Miraflores se
producía un cambio de carro. Arispe Carpio y los convocados se cambiaban de
automóvil y pasaban al Volvo negro, que era el que hacía la ruta hasta el SIN,
donde existían órdenes para dejarlo ingresar sin hacer preguntas. Esta rutina
la conocían los que trabajaban en el estudio porque Carpio la explicaba
abiertamente, como que agregaba detalles sobre sus movimientos a la Caja
Militar Policial y el Banco de Comercio (donde el presidente era el pepecista
Percy Tábory, que era visitado por Lourdes Flores que tenía clientes que
necesitaban de su ayuda para recibir facilidades del banco que era la caja de
los mafiosos.
Montesinismo y fujimorismo
En
estos días están resucitando los “operadores montesinistas”, y curiosamente los
que engendraron el estilo de gobierno de manejar el país a través de citas
clandestinas y de acuerdos en las sombras, que eran sin embargo filmados como
si tratara de constancias de los compromisos delictivos a los que se iba
arribando, están muy agitados tratando de mostrar que la red que ellos mismos
crearon sigue funcionando con los mismos individuos sólo que ahora al servicio
de los gobiernos de los líderes que alguna vez dijeron luchar contra el
fujimontesinismo.
Ahora
todos se acusas de “montesinistas” y hasta Lourdes quiere que le muestren al
prisionero de la Base Naval para ver si realmente está preso. Pero: ¿realmente
hemos entendido lo que era el régimen de dos cabezas de los años 90? Tal vez la
historia del practicante de derecho, de Arispe Carpio y del abogado Edgar Solís
ayuden algo a comprender de qué se trataba.
24.11.13
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