Las curiosas –por decir algo-, declaraciones del
presidente Humala acerca de la modalidad “familiar” que afirma mantiene su
gobierno, ha reactivado rápidamente el debate sobre la hipotética candidatura
de la primera dama, también bautizada por el palomilla senior de la política
peruana como la “reelección conyugal”. Era inevitable que así ocurriera, lo que
hace pensar a algunos que la verdadera intención de esas palabras era recuperar
el centro de la atención con un tema que siempre dará para primeras páginas.
Puede ser. Como también debe ser verdad que el efecto
final de estas discusiones sobre si Nadine cogobierna y usurpa funciones de la
presidencia, es oscurecer la imagen del primer ministro que pasadas tres
semanas aparece tan deslucido como andaba su antecesor. Pero creo que en medio
de la hojarasca se pueden distinguir otros contenidos en el planteamiento
presidencial de los que también debiéramos preocuparnos.
Estoy con los que creen que lo que Humala señaló en
Cerro de Pasco, apuntaba a contraponer su familia, su esposa y sus hijos, a la
vida desestructurada de Alan García y Alberto Fujimori, y al aparente desorden
familiar de Alejandro Toledo. Algo así
como que es el único presidente que no se divorcia, el que vive con los suyos,
el que escucha a su esposa para las decisiones.
Hay quienes ven aquí una reivindicación del papel de
la mujer haciendo política en todo el sentido de la palabra, y los que creen
que estamos hablando de algo obvio, de que los asuntos de trabajo se conversan
en pareja. Me temo que no es a eso que apunta Ollanta, sino a colocarse como
representante de un segmento probablemente muy amplio de población que puede
ver con buenos ojos que el presidente se erija en un guardián de la “unidad
familiar”, así sea como idea y pretendido ejemplo.
En el Perú hemos visto a Fujimori volver a casarse con
una japonesa de la que hace años no se tiene noticia; a Toledo divorciarse y
volverse a casar con la misma persona y queriendo pasar desapercibido como si
siempre hubiera sido una pareja feliz; a García yendo del brazo con Pilar al
segundo gobierno, para anunciar su separación unos meses después. De Ollanta
también se han deslizado rumores sobre desavenencias de alcoba. Pero todo se
niega.
Más o menos como si el presidente tuviera alguna
obligación política, más allá de lo personal, de ser un buen esposo. Pero eso
no se pide ni a los ministros, ni a los parlamentarios, ni a las demás
autoridades, porque evidentemente cómo le va a uno como pareja no corresponde a
un plan político ni a un modelo que queremos imponer a los demás.
Saliendo de una visita al cardenal Cipriani, el
candidato Humala se definió como un “católico conservador”. A los que no nos
gustaron sus expresiones, todavía nos faltaba tiempo para conocer todas sus
implicancias.
14.11.13
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