martes, noviembre 05, 2013

El protofascismo de Martha Chávez

A la Comisión de Derechos Humanos asistieron tres de sus seis integrantes. Dos fujimoristas y un distraído Heriberto Benítez, que no sé cómo, representa a Solidaridad Nacional de Luis Castañeda. Los fujimoristas eran el pastor evangélico Julio Rosas y Martha Chávez que había convocado a la sesión en condición de congresista de mayor edad. Y estos tres decidieron darle la presidencia a la señora que desde ese día viene lanzando amenazas sobre lo que va a hacer con los organismos de derechos humanos, la CVR y todos los que critican su nombramiento.

Hay quienes dicen que así es la democracia, que aunque sea de pura suerte, o por la irresponsabilidad de los demás la Chávez ya está elegida y a aguantar nomás. Lo mismo se decía de la repartija, pero al final la calle se impuso, porque democracia no es sólo un grupo de logreros con curul decidiendo repartirse el Estado y olvidando su compromiso con los electores, sino la movilización activa de la población para poner límites políticos y morales que realmente existen.

En sustancia, que parezca tan de rutina la entrada de lo peor del fujimorismo a un espacio contra el que siempre han peleado, afirmando que defender los derechos humanos frente al poder del Estado, sólo lo pueden hacer los proterroristas, es como una señal de que ya todo empieza a hacerse posible. Es lo que veníamos diciendo cuando advertíamos del cambio de clima político en el país. Chávez más o menos lo ha interpretado a su manera, como que llega el momento de ajustar cuentas con los enemigos del autoritarismo y los que los echaron del poder que usufructuaron por tantos años.

Todavía está fresca en mi memoria aquellos días en que la expresidenta del Congreso, que defendía la amnistía al Grupo Colina con el mismo aplomo con que negaba el secuestro de los estudiantes y un profesor de La Cantuta, y que era una defensora franca de Vladimiro Montesinos, era obligada a retirarse de espacios públicos cuando la detectaban los concurrentes que empezaban a pifiarla por encarnar al régimen de corrupción y violación de derechos humanos que había acabado de la peor forma posible. Eso pasaba a comienzos del 2001, cuando el Perú había tomado la bandera de dictadura nunca más.

Hoy, el mismo personaje imagina que puede burlarse anunciando que su papel como coordinadora de derechos humanos, no va a ser el de fortalecer la protección de tales derechos, sino investigar y perseguir a los que venían haciéndolo. Es decir, el gobierno de la familia Fujimori adelantado. Pero eso es sólo una parte de la realidad. En el otro lado de la cancha tenemos una oposición activa de gente que no está dispuesta a que el protofascismo fujimorista, disfrazado de democrático, avance en el país.   

05.11.13

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