Era finales de 2008, el año de la crisis financiera global y
de los petroaudios, y en el Perú se preparaba una reunión internacional del
Foro APEC, que al decir de los medios, era la de mayor nivel ocurrida en el país
(ahora todo es del “mayor nivel”, desde los músicos que nos visitan hasta los
juegos bolivarianos). Llegaban a nuestro país, George Bush, que estaba acabando
su mandato, y el presidente China, Hu Jintao, al que Alan García recibiría en
Palacio saludándolo en idioma mandarín que nadie entendió.
El hecho es que a pocos días del evento llegaron a mis manos
algunas páginas de un informe de la División contra el Terrorismo Internacional
DIVITI, sección de la DINCOTE (Dirección contra el Terrorismo), firmado por el
mayor Anhuamán Centeno, que pretendía demostrar en base al texto de algunos
mails atribuidos a la computadora del dirigente de las FARC, Raúl Reyes, y
documentos y fotografías de archivo, que había una relación entre la izquierda
peruana con la guerrilla de Colombia. Los mails tenían comentarios sobre la
situación de Perú, referencias a participantes en reuniones internacionales,
y nada que tuviera que ver con acciones
de violencia o fuera de la legalidad.
Sin embargo a los autores del informe les era suficiente la
“relación”, para deducir de ahí una complicidad terrorista y presumir que las
FARC y sus amigos peruanos estarían planeando sabotear a la APEC. Por eso el
jefe policial concluía su informe recomendando la detención de 13 dirigentes de
la izquierda peruana por vínculos con las FARC y la citación de grado o fuerza
del entonces candidato Ollanta Humala, por aparecer en una foto en la embajada
venezolana en un brindis, al lado de un diputado de ese país, que es
identificado como cercano a las FARC.
El “destape” que iba a remecer el inicio de la APEC con una
redada al viejo estilo, abortó porque publicamos los papeles “secretos” que
habíamos recibido. Eso no liquidó las “investigaciones” que siguieron por
varios meses y me comprendieron como el investigado número catorce, pero lo más
interesante fue enterarse del origen de este caso. Resulta que septiembre de
2008, la periodista Valenzuela y su equipo se habían instalado en Bogotá para
sacar información de la famosa computadora contra la izquierda peruana. No era
que tuviera una pista, sino que iba a buscar alguna.
Armó un material realmente lamentable pero estridente. ¿Y
qué creen que hizo? No lo sacó al aire, sino que se lo dio a la Policía donde
tiene sus puntas, los que abrieron la “investigación”. Es decir actuó al revés.
Primero como si ella fuera parte de la persecución, para luego aparecer dando
la “primicia” de que había una acusación contra una serie de personas. Sólo que
la adelanté y por eso me gané sus peores epítetos. Condecorado.
25.11.13
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