lunes, noviembre 25, 2013

Una periodista que trabaja con la Policía

Era finales de 2008, el año de la crisis financiera global y de los petroaudios, y en el Perú se preparaba una reunión internacional del Foro APEC, que al decir de los medios, era la de mayor nivel ocurrida en el país (ahora todo es del “mayor nivel”, desde los músicos que nos visitan hasta los juegos bolivarianos). Llegaban a nuestro país, George Bush, que estaba acabando su mandato, y el presidente China, Hu Jintao, al que Alan García recibiría en Palacio saludándolo en idioma mandarín que nadie entendió.

El hecho es que a pocos días del evento llegaron a mis manos algunas páginas de un informe de la División contra el Terrorismo Internacional DIVITI, sección de la DINCOTE (Dirección contra el Terrorismo), firmado por el mayor Anhuamán Centeno, que pretendía demostrar en base al texto de algunos mails atribuidos a la computadora del dirigente de las FARC, Raúl Reyes, y documentos y fotografías de archivo, que había una relación entre la izquierda peruana con la guerrilla de Colombia. Los mails tenían comentarios sobre la situación de Perú, referencias a participantes en reuniones internacionales, y  nada que tuviera que ver con acciones de violencia o fuera de la legalidad.

Sin embargo a los autores del informe les era suficiente la “relación”, para deducir de ahí una complicidad terrorista y presumir que las FARC y sus amigos peruanos estarían planeando sabotear a la APEC. Por eso el jefe policial concluía su informe recomendando la detención de 13 dirigentes de la izquierda peruana por vínculos con las FARC y la citación de grado o fuerza del entonces candidato Ollanta Humala, por aparecer en una foto en la embajada venezolana en un brindis, al lado de un diputado de ese país, que es identificado como cercano a las FARC.

El “destape” que iba a remecer el inicio de la APEC con una redada al viejo estilo, abortó porque publicamos los papeles “secretos” que habíamos recibido. Eso no liquidó las “investigaciones” que siguieron por varios meses y me comprendieron como el investigado número catorce, pero lo más interesante fue enterarse del origen de este caso. Resulta que septiembre de 2008, la periodista Valenzuela y su equipo se habían instalado en Bogotá para sacar información de la famosa computadora contra la izquierda peruana. No era que tuviera una pista, sino que iba a buscar alguna.

Armó un material realmente lamentable pero estridente. ¿Y qué creen que hizo? No lo sacó al aire, sino que se lo dio a la Policía donde tiene sus puntas, los que abrieron la “investigación”. Es decir actuó al revés. Primero como si ella fuera parte de la persecución, para luego aparecer dando la “primicia” de que había una acusación contra una serie de personas. Sólo que la adelanté y por eso me gané sus peores epítetos. Condecorado.
  
25.11.13

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