El señor Iván Slocovich, por si no lo saben, dirige Correo y
ha logrado un milagro que podía parecer imposible: hacer extrañar a Aldo M y
sus columnas armadas con comentarios intermitentes (casi a la manera de las
“chiquitas”) y cargadas de elementos ofensivos con sus adversarios, pero que
por lo menos representaban el sentido común oculto de las derechas y daban
material para el debate.
Slocovich, como Garrido en Perú 21, casi pasan
desapercibidos con su nombre en el postón de dos diarios, que son tal cual a
cuando ellos no estaban, lo que demuestra que no se les necesita como
directores, y que perpetran columnas editoriales de lectura insufrible por esa
pretensión de aparecer enseñando a los que no saben. Claro, que ni por eso,
Garrido hace extrañar a Du Bois, que debe escribir en un idioma que pocos
conocen, más allá de la familia Miró Quesada; pero, en fin, lo que me ha
impresionado de esos dos es que últimamente se han mostrado preocupados por la
“reconciliación”.
La tesis es aproximadamente la siguiente: cómo es que ha
habido una Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR) y en el Perú diez
años después, seguimos peleando porque Martha Chávez coordina una subcomisión
sobre derechos humanos y los sectores que acusan de intolerancia a la
fujimorista son tan intolerantes como ella. Se podría agregar ciertamente la
pregunta de cómo vamos a reconciliarnos, si nos molestamos porque Fujimori da
entrevistas, quiere salir de la cárcel y no niega que si lo hace volverá a la
política. O por qué no se erige un monumento a Camet por el martirologio
judicial que dicen que sufrió sólo por ser “un buen ministro de Economía”.
Para Slocovich y Garrido, por tanto, el concepto de
Reconciliación que introdujo Toledo a lo que se llamaba originalmente Comisión
de la Verdad, tenía como sentido no sólo volverse a abrazar con los que habían
sido desalojados del poder prácticamente por la fuerza unos meses antes (donde
pensaban quedarse para siempre), sino volverse tolerantes con los más oscuros
aspectos del viejo régimen: la violación continuada de derechos humanos, la
corrupción y la desnacionalización de la economía.
No era que la CVR debía ayudar a revisar la historia, para
evitar que volviera a abrirse un nuevo ciclo de violencia y poner en evidencia
el sufrimiento que nos había traído la guerra, descartando el simplismo
fujimorista de que el golpe del 92 y la dictadura eran la forma como se debía
conquistar la paz y el desarrollo económico. Evidentemente no fue la CVR, ni
los “mercaderes de los derechos humanos”, ni los intelectuales sesgados
ideológicamente, los que han mantenido un país polarizado, sino la persistencia
del espíritu de los 90, que nadie representa mejor que la Chávez y el Fujimori
de estos días. A los que Slocovich y Garrido quieren de vuelta.
12.11.13
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