El presidente Humala ha reiterado hace poco que los
programas sociales son la “niña de sus ojos” y como para que no quede dudas (o
tal vez para crearlas, sin que sea muy consciente de ello, ha subrayado que en
su gobierno la prelación no es crecer para incluir, sino incluir para crecer.
También son recientes otras declaraciones presidenciales que se felicitan del
crecimiento de las clases medias como consecuencia de la mejora económica de
los últimos años.
Así tenemos que en la mirada de Ollanta Humala, somos un
país con una clase media mayoritaria, como consecuencia de un largo período de
crecimiento económico que inevitablemente se habría traducido en una mejora de
los ingresos económicos de mucha gente, pero que habría dejado fuera bolsones
de pobres y muy pobres, hacia los que debería dirigirse la acción del Estado.
La obsesión de los últimos veinte años por crecer y lograr el reconocimiento
mundial como una economía exitosa, tendría que ajustarse con la idea de que ha llegado el momento para
incluir a los que no gozan de la bonanza clase mediera.
En realidad este discurso sólo tiene un vago parecido con el
del Humala candidato que parecía ignorar el papel de balance de los sectores
medios y plantear la política como una oposición entre pobres mayoritarios a
los que convocaba a la “gran transformación”, y ricos minoritarios pero
poderosos que habían controlado históricamente la maquinaria de gobierno. Otra
forma de decir lo mismo era su referencia a los de abajo y los de arriba, que a
veces le servía para negar que fuera de “izquierda”, sino de “abajo”. Al
comenzar su gestión Humala ya había corregido, sin embargo, parte de sus
planteamientos con la fórmula de que los grandes proyectos, especialmente los
mineros, eran las fuentes de los recursos para los programas sociales en que
estaba empeñado.
La tesis crecer para incluir, antes fraseada como
crecimiento que chorrea para los de abajo (Toledo), volvía a tener presencia,
luego que Alan García redujera la pobreza a un asunto estadístico. Pero Ollanta
lleva en el poder casi la mitad de su mandato y debe estar pensando en la
debilidad presupuestal y organizativa de sus programas más queridos, y en que
el crecimiento se está yendo a otra parte. Es probable que el ministro de
Economía, en el que confía tanto, le haya explicado que el crecimiento no sólo
crea impuestos para pagar políticas antipobreza, sino que eleva a clase media a
muchas personas, y se haya reservado el otro aspecto del problema que es la
consolidación de grandes fortunas y las enormes remesas que parten al exterior.
En el entendimiento de Humala, esto quiere decir más o menos
que el crecimiento es asunto de inversionistas privados, que expanden el
ingreso y el empleo, reflejado en una clase media más grande, frente a un
Estado que ya no tendría mucho que hacer en estos campos, pero que tiene que
llegar adonde no lo hace la economía del
crecimiento.
Clases medias
Todos los estudios del crecimiento peruano indican que al
lado del auge minero, que genera escaso empleo y distribución, aunque paga una
parte importante de los impuestos, los sectores con mayor contribución al
aumento del producto han sido los de comercio, servicios y construcción. Estos
sí han tenido un efecto relevante sobre el empleo (se calcula que absorben el
60% de la PEA), con bajas remuneraciones y una productividad mínima.
¿Cómo podría explicarse que la mayoría de la población
ocupada esté concentrada en actividades cuyos promedios de ingresos oscilan
entre mil y mil 500 soles, se conviertan en una clase media pujante y autónoma
de la que el Estado no tiene que ocuparse? Más aún en el mundo de la PYMES y
los independientes que son el núcleo fuerte de estos tres sectores, los
promedios salariales se acercan mucho más al mínimo legal (750 soles). La cosa
empeora además cuando se observa el sector agropecuario que representa casi el
30% de la PEA y registra ingresos promedio debajo de los 500 soles.
Pero el tema de la clase media no se queda ahí: la
característica de los ingresos de los emergentes actuales es que sus ingresos
son inestables, carecen de ahorro, están fuertemente endeudados y carecen de
propiedades que mantengan valor, salvo sus viviendas originales. Todo el
proceso de expansión del consumo de los años recientes ha tenido que ver con
factores sobre los que no existe ninguna certeza futura: incremento del crédito
hipotecario y de consumo, atraso cambiario e importaciones abaratadas,
crecimiento de la actividad informal y el autoempleo alrededor de las grandes
actividades formalizadas, etc. Que hoy las familias de taxistas, trabadores de
la construcción o de servicios al hogar, reporten un mayor ingreso monetario
que hace algunos años, es un hecho consustancial al crecimiento, pero de ahí a
establecer una clase media sólida y extendida que empiece a parecerse a la de
los países desarrollados hay una considerable distancia.
El camino al desarrollo en los países avanzados precisamente
ha consistido en políticas públicas en materia de educación, salud, servicios
públicos masivos, investigación y tecnología, que no se han puesto en marcha en
el Perú a pesar de la inmensa cantidad de dinero que ha circulado en los años
del crecimiento. Por tanto ni los pobres que mejoran sus ingresos por esfuerzo
propio ni los que reciben los beneficios de los programas sociales –por más
ambiciosos que pudieran ser (…y a los que el MEF les ajusta el dinero)-,
caminan por un camino muy inseguro en el que pueden ser llevados a dolorosos
retrocesos. La razón es que no estamos creando fuerza productiva que genere
riqueza para sostenerse.
Alguien debería darle una lección de economía al presidente.
Distinta a las escuelitas que le entregó el ahora ministro Castilla para
cambiarle el chip de la campaña y que ahora se están mostrando como un
aprendizaje insuficiente.
05.11.13
Publicado en Actualidad Económica Nº1 (tercera etapa)
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