El caso López Meneses ha hecho aparecer un debate
sobre la capacidad de algo llamado montesinismo para infiltrar diferentes
gobiernos y desatar escándalos en los que unos y otros se acusan de tener lazos
con la organización mafiosa. Pero ¿existe posibilidad de separar fujimorismo de
montesinismo?, en otras palabras: ¿dónde ubicaría a Blanca Colán, Martha
Chávez, Caso Lay, Kenji Fujimori? ¿en el fujimorismo o el montesinismo?
Durante la redacción de mi libro “Fe de
Ratas”, tuve una sorprendente revelación: en una discreta calle de Chacarilla
del Estanque había, allá por los años 90, una sastrería conducida por un señor
de nombre Jhony Vargas Ayerbe, que era conocido en los círculos del poder como
“el sastre de Montesinos”.
Este caballero era recogido en su negocio
por un automóvil enviado por Vladimiro y conducido hacia las discretas
instalaciones del SIN, donde cada mes tomaba las medidas del asesor para
hacerle un nuevo terno. Otras veces hacia el servicio a Fujimori, Hermoza y
otros, a la cuenta de Montesinos.
Vargas Ayerbe, hizo los famosos ternos de
la entrevista de Álamo Pérez Luna en 1999, en la que presidente y asesor lucían
idénticas tenidas y corbatas intercambiables, lo que consolidó la idea de que
los dos eran uno, o como se solía decir eran siameses. Años después, en una visita a Lima, George W.
Bush luciría un terno del mismo color que el que usaba Toledo al recibirlo, y
sus esposas tenían vestidos muy parecidos.
En el protocolo de Estado de los Estados
Unidos, existe la indicación de que autoridades del mismo nivel deben vestirse
en forma similar para reuniones bilaterales en las que se quiere transmitir
entendimiento. Pero no se utiliza el mismo sastre y no se conoce algún caso en
el que la vestimenta iguale a la principal autoridad nacional con un asesor
nombrado por ella.
Pero así era la cosa. Montesinos ordenaba a
su sastre uniformarlos y Fujimori aceptaba dar fe que eran dos en el gobierno
del país. Algo parecido ocurrió en agosto del 2000, cuando se hizo una conferencia
de prensa para anunciar que se había capturado una banda de contrabandistas de
armas que habían usado cobertura oficial para hacer negocios con las FARC.
En realidad lo que había pasado era que el
contrabando era una operación gestada por Montesinos que había sido descubierta
por Colombia y para limpiarse se estaba echando la responsabilidad a una
organización formada por varios hermanos que hacía tiempo hacían trabajos
sucios para el gobierno. Lo decisivo ahí, sin embargo, era que el presidente estaba
presemnte para avalar la farsa.
Tendría que llegar el vladivideo
Kuori-Montesinos, que puso en evidencia el poder corruptor de Vladimiro para
que Fujimori se sintiera acorralado y después de dos días de pensarlo mucho
decidiese disolver el SIN, que era el orgullo de su gobierno y el centro de
donde habían procedido las disoluciones previas. Ahí la historia no había terminado porque
vendría la resistencia del asesor, la indemnización de 15 millones de dólares, el
viaje a Panamá en avión de los Romero, el regreso a Lima, la persecución de
Fujimori y la fuga en el yate Karisma.
Pero para fines de este artículo habría que
retener solamente una idea: si Montesinos adquirió poder aún antes del comienzo
formal del gobierno de Fujimori, cuando el líder de Cambio 90 todavía no tenía
claro lo que iba a hacer con el poder que le cayó en las manos, y si fue el
poder en la sombra, no paralelo sino complementario al presidencial durante
muchos años, hacia fines de la década ya era un personaje con ansias de figuración
pública y de blanqueamiento du su figura hasta entonces marcada por la
turbiedad.
Origen de un concepto
Fujimori inventó el fujimorismo a falta de
una manera como definir el movimiento de sus seguidores y que él mismo se
encargó de hacer pasar por múltiples denominaciones sin mayor significado:
Cambio 90, Nueva Mayoría, Vamos Vecinos, Perú al 2000, Alianza para el Futuro,
Fuerza Popular y otros, que lo que tenían en común era la adhesión al llamado
“chino” que luego se convirtió en respaldo a la sucesión familiar. Fujimorismo
quiere decir en síntesis perteneciente a la mancha de Fujimori.
Y, claro, los críticos de tal propuesta se
encargaron de puntualizar que el pragmático de los 90, jamás venía solo; que si
había Fujimori es porque había Montesinos, y si había fujimorismo es porque
existía el fujimontesinismo. Nunca había que olvidar eso. Pero no que hubiese
un fujimorismo y un montesinismo separables, sino que el fujimorismo, no se
podía desligar de los métodos de Montesinos, con el que había funcionado tantos
años.
Y esta “no separación” no sólo tenía un
aspecto político, sino que alcanzaba una dimensión personal. O alguien podría señalar si la exfiscal de la
Nación, Blanca Nélida Colán, no era una fujimorista de número, que trabajaba
día y noche para el gobierno y la reelección, y al mismo tiempo una protectora
del asesor en cada uno de sus problemas con la Justicia, como en el caso Vaticano
y de las cuentas del Banco Wiese.
O sobre Martha Chávez, que fue la
presidenta fujimorista del Congreso, y la encubridora montesinista de los
crímenes de Montesinos; o Caso Lay, que era el encubridor de los pases de
dinero secreto hacia las Fuerzas Armadas y el SIN para financiar operaciones
encubiertas, y el propagandista de la supuesta “honestidad ejemplar” del
gobierno fujimorista ante los foros
internacionales; o Kenji, el siempre engreído de papá y sobrino favorito del
asesor. El mismo López Meneses era el coordinador parlamentario de la bancada
oficialista, que tenía que hacer el puente con Palacio de Gobierno, pero que
por disposición del presidente también conectaba con el SIN en Las Palmas,
adonde llevaba los tránsfugas que iba recolectando para formar una mayoría
oficialista que no había nacido en las urnas.
“Operador montesinista”
Martha Chávez exigió a gritos que se
retirara la palabra fujimontesinista que había sido pronunciada en el debate
sobre la vigilancia indebida al domicilio de López Meneses. Gagó aseguró que el
gobierno tenía tratos con delincuentes. Mulder, que Humala estaba desarrollando
las mismas relaciones que le criticaba al APRA y al fujimorismo. En resumen
nadie quiere nada con los “montesinistas”, pero todos se acusan de buscar
operadores clandestinos y corruptos como manera de hacer política.
Tal vez la lección de todo esto es que el Estado
peruano que existe hasta hoy sigue siendo el que construyeron Fujimori y
Montesinos, y que la gente que trabajaba con ellos es todavía la guia para
manejar esas estructuras maleadas, lo que hace que haya tanto “operador” en
actividad y afán por negar estas relaciones insanas. Limpiar de
fujimontesinismo el Estado es una tarea pediente en la que han fracasado
sucesivos gobiernos que han mentenido no sólo un continuismo económico sino
también político.
25.11.13
Publicado en Hildebrandt
en sus Trece
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