Humala desperdició la oportunidad de hacer
del cambio del primer ministro un relanzamiento de su gobierno. Pero quizás al
final no sea esto lo más grave. El que más pierde es César Villanueva que se
hizo de rogar hace un año para aceptar encabezar el gabinete, lo que dejaba la
idea de que había planteado exigencias que el presidente no había querido
aceptar. Esto planteaba la hipótesis de que de repente este fin de año íbamos a
tener un presidente del Consejo de Ministros con mayor autonomía y liderazgo,
que era una de las quejas principales contra su antecesor.
Pero la prueba era saber hasta dónde iba a
influir en la composición del nuevo gabinete ministerial. Y en ese terreno la
frustración no ha podido ser más desoladora. De 18 ministros, sólo se cambió a
uno, en el sector Educación, reemplazando a la ministra Salas por un
exfuncionario del Banco Mundial que venía voceándose antes que se supiera el
nombre del primer ministro. ¿Para qué se cambia al premier, si la economía va a
seguir siendo el coto de Castilla y del núcleo del MEF que extiende su
influencia a otros ministerios e instituciones públicas que funcionan en
coordinación con el del mechoncito?
¿Para qué se sacó a Jiménez, si el
“jimenismo” sigue en el gobierno a través de sus amigos: Rivas y Figallo? ¿Qué
imagen de nuevo puede transmitir Villanueva, si los problemas de seguridad van
a seguir en las lamentables manos de Pedraza; si los médicos van a volver a
chocar con la señora De Habich; si Cateriano va a seguir creyendo que su misión
es cubrir los hechos irregulares que ocurren en las Fuerzas Armadas; si Rubio
no sabe responder por los problemas de Qali Warma; si Merino sigue hablando
cantinfladas para enredar la estrategia energética y nadie sabe si se
fortalecerá Petroperú, se construirá el oleoducto del sur o si se renovarán los
contratos petroleros; etc.?
La tragedia de Villanueva es que va a
cargar con todos los pasivos del período previo. Y para remate le han obligado
a declarar que seguirá el “diálogo”, es decir que va a repetir todo el paquete
desgastado que ha llevado al gobierno a vivir sus peores momentos a lo largo de
los últimos siete meses. Si el tándem Humala-Heredia, quería intentar remontar
las bajas cifras de aprobación (24% en octubre) presentando un nuevo primer ministro,
han borrado con una mano lo que hicieron con la otra. La pregunta que queda es
saber si Villanueva que tiene obvias ambiciones políticas se va a adaptar al
inmovilismo y va a aceptar el papel de apaga fuegos que cumplió tan
estoicamente don Juan Jiménez, o si va a buscar un perfil propio, que no se le
ha visto el día de la juramentación.
01.11.13
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