Algunos ya se adelantan a decirnos que la disyuntiva del
2016 va a ser tan matizada como que en la segunda vuelta vamos a tener que
escoger entre Alan y Keiko, y ese será el epílogo del mediocre gobierno de
Humala, sometido al bullying de la derecha concentrada gremialmente en la
CONFIEP y mediáticamente en el
conglomerado de El Comercio y llevado de la mano para que no ponga en
riesgo los grandes intereses que dominan al Perú actual.
Es decir nos salvamos de la heredera y testaferra del
dictador de los 90, sólo para que la tengamos nuevamente en el bolo cinco años
después y frente a ella, la “alternativa” sería el personaje que el país
percibe como la cabeza del segundo y tercer gobiernos más corruptos de nuestra
historia, sólo superados por el del padre y guía de su posible competidora.
Como dice Fritz Du Bois es para esta perspectiva que se
desarrolla la operación política de unir tantos diarios, televisoras y radios
en las mismas manos. En otras palabras, lo evidente es que la derecha que
maneja al país, no quiere volver a jugarse el riesgo que ha representado los
resultados “sorpresa” de sucesivas elecciones y que han obligado luego a
ajustes forzados para reducir sobresaltos.
Desde la insólita victoria de Fujimori en 1990, contra la
supermaquinaria del FREDEMO, que obligó luego a cercar al ganador y convertirlo
en el gobierno necesario del gran capital durante diez años; la emergencia
inesperada de Toledo el 2000 que desbarató los planes de la re-reelección; hasta
la llegada de Humala al poder cuando ya creían haberlo liquidado como actor
político en la disputa por el poder; la derecha ha llegado a la conclusión de
que siempre es posible un resultado no calculado, que represente un costo
adicional para ajustar el sistema y un riesgo de que los sectores populares se
sientan con derechos sobre la victoria y hagan reclamos peligrosos.
Por eso el problema no es sólo tener una baraja cerrada de
candidatos donde no haya nada que escoger, sino de controlar el chip con el que
la gente funciona en el momento de elegir. Y lo obvio es que hace tiempo que la
población peruana vota en el sentido del cambio y arriesga casi como en un
juego de azar, todo lo que puede a aquello que niega lo establecido. Para que
la disyuntiva Alan-Keiko, sea asumida
con resignación o cinismo, hay que construir los miedos que hagan pensar que
otra cosa podría ser peor.
¿Se imaginan la tarea? Los dos representantes emblemáticos
de la corrupción, del estatus quo y del reparto desigual de la riqueza,
convertidos en las opciones de segunda vuelta. No es tan fácil, como parece. Y
la forma como tratarán de llevarnos a ese escenario va a determinar mucho de
los que pase en los próximos tiempos. Volveremos mañana.
17.10.13
2 comentarios:
Las 2 últimas elecciones han demostrado que por lo menos ⅓ del electorado es partidario de un cambio real en el statu quo. Ese tercio sube hasta la mitad, cuando se agregan aquellos que no quieren volver a los tiempos mafiosos (sean del Apra o del delincuente Fujimori). Hay, por tanto, un espacio amplio de votantes a conquistar por un candidato anti-sistema. Ese espacio no podrá ser llenado por sujetos pintorescos como Antauro o similares, que están quemados por la traición de Ollanta Humala. No es temerario pronosticar que el PNP desaparecerá del mapa electoral en las elecciones de 2016. Un rostro nuevo podría capitalizar el descontento, pero la tarea se hace harto difícil por el grave daño que Humala ha hecho en la credibilidad de sus votantes. Eso pone sobre el tapete 2 clases de salida: una desesperada, la violentista, que no conduce a nada, y la otra, tan típica del pequeño-burgués, la resignación ("basta ver los problemas que afrontan Venezuela, Bolivia y Ecuador"), igualmente estéril. La izquierda histórica, fuertemente golpeada por la desaparición de sus mejores dirigentes (Malpica y Diez Canseco), tiene por delante la tarea de construir un frente que capitalice el descontento mayoritario en el electorado.
Es una pena que en esta coyuntura la izquierda este tan venidsa a menos, con un Frente Amplio que represente a tan pocos; si se quiere que la izquierda sea una alternativa real de gobierno deben sintonizar con las mayorias que buscan el cambio y hacer una campaña que genere entusiasmo para vencer el pesimismo.
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