Hemos sostenido, a lo largo de tres entregas, la hipótesis
de que el gobierno de Humala se está convirtiendo en un punto de giro hacia un
nuevo ciclo autoritario de la política en el Perú. Decimos para eso que la
democracia formal instaurada con la crisis del año 2000, ha dado todo lo que
podía con una transición incompleta a cargo de Paniagua, un liderazgo frívolo
con Toledo, un gobierno cínico y restauracionista con García, y un fin de
fiesta de falso izquierdismo y capitulación de Humala.
Ninguno de estos gobiernos y mucho menos los parlamentos y
todo el aparato institucional que los sostenía, ha podido conquistar siquiera
por un tiempo, la imaginación y las esperanzas de la población, muy por el
contrario estamos llegando al fin de ciclo con varias conclusiones que nos
devuelven al terreno de la antipolítica donde prosperan los autoritarismos:
(a) todos los gobiernos aparecen como
corruptos y sus líderes como grandes mentirosos; (b) todos los que hacen política
son vistos como aprovechadores del poder (el caso más reciente y decepcionante,
el de Michael Urtecho; (c) todos los
partidos no son sino clubes en busca de trabajo en el sector estatal; (d) lo
que se ofrece en elecciones no se cumple en el poder (la experiencia más
cínica, la de García que se burla de los ingenuos que creyeron en él; la más
dramática la de Humala, que pasó por dos actos de insurgencia armada y por una
larga campaña electoral con banderas nacionales y sociales, para traicionarlas
desde antes del primer día en el poder); (e) la frustración de los sueños y
aspiraciones de cambio, está conduciendo a un recrudecimiento de viejos miedos
(crisis económica, precios, terrorismo) y al desarrollo de nuevos (delincuencia
e inseguridad, inestabilidad social), que reclaman mano dura y un Estado
punitivo.
El gobierno de Humala es como una zona de límite. El propio
régimen oscila entre la salida autoritaria (gabinete Valdés) y la
contemporizadora (Jiménez); pero lo fundamental es que da la idea de que no
sabe para donde va. La derecha ya entendió este escenario y quiere marcar el
rumbo. Esa es la esencia de la operación política que concentra los medios en
una sola mano y que pone al frente del principal de ellos a un hombre de ataque
del modelo económico que hace además de puente con el fujimorismo y el APRA.
Fritz es algo así como el espíritu del período que se viene, donde los procesos
deben ser mucho más controlados en cuanto a la información y opinión dominante,
como en relación a las normas y a la acción represiva. Para eso Humala es
insuficiente y desconfiable. El objetivo es que el 2016 la victoria sea
completa. O que se tenga la capacidad de manejar la situación si las cosas se
ponen calientes antes de esa fecha.
18.10.13
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