Circula una versión según la cual, el novísimo director de
El Comercio se presentó en una reunión con empresarios en la que a una pregunta
de los asistentes sobre los riesgos de la concentración de medios de prensa,
respondió aclarando que lo que había ocurrido con la compra de Epensa, era una
operación política y no un mero asunto de negocios. Los que la habían impulsado
estaban decididos a no permitir que nunca más se repita una situación
vergonzosa como la del 2011, cuando perdieron la elección con Humala y tuvieron
que hacer muchos forzamientos para evitar que el ganador cumpliese con su
programa y sus amenazas.
Para el buen Fritz, lo que corresponde para el 2016, es
tener todos los factores políticos bajo control y eso empieza, como es
inevitable, en el asunto de la prensa. El fortalecimiento del grupo La
República hubiera dejado muchos cabos sueltos y había la posibilidad de que
terminara inclinándose hacia dónde no se debe. Las opciones electorales de la
gran flota mediática de los Miró Quesada, reforzada con Epensa, serían también
bastante claras, según la misma versión. En orden decreciente, los candidatos
que para Du Bois podrían aspirar a ganar, con su modesto apoyo, empezarían en
Alan García, siguiendo por Keiko Fujimori, Pedro Pablo Kuczynski y Oscar
Valdés, en ese orden. Hasta ahí la historia recogida de una conversación entre
amigos y que le doy atención porque se ajusta mucho a lo que está sucediendo.
Es una verdad evidente que los dueños de los grandes medios
no terminan por entender porque es que han fracasado tan reiteradamente en
imponer sus criterios en escenarios electorales, y tienden a creer que son más
influyentes mientras más controlan la información y la opinión, y menos son los
que piensan distinto que ellos. Bajo esa mirada, la multiplicidad de diarios
que responden a una misma operación política (léase bien, no a una misma visión
política, sino a una operación política previamente planificada), van a cerrar
las posibilidades de que aparezca otro outsider que haga tambalear el sistema y
de paso liquidar a la izquierda como actor político en el país.
El manejo del caso Humala es notorio porque, como se ha
visto, no ha sido suficiente coparlo desde adentro y desde afuera, y quitarle
márgenes de autonomía, obligándolo a mantener intocable la política y el manejo
económico previo, sino que al mismo tiempo lo tratan como alguien que nunca
será aceptado en la cofradía de la derecha, al que hay que golpear diariamente,
al extremo de discutir si ha hecho violación constitucional por la escala que
hizo en París en su regreso a Lima. Claramente se ve que la derecha considera
su contragolpe de 2011, un triunfo precario, que tiene que ser saldado con una
aplanadora del 2016. Para eso habría sido la compra más importante de este
año.
10.10.13
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