El problema del contralor Fuad Khoury, no es que el Poder
Judicial no le de importancia a sus denuncias, y que en cuatro años solo se
haya condenado a 90 de sus acusados, mientras se ha exculpado a 210 y se
mantienen pendiente más 3 mil 500 casos. Los números pueden ser abrumadores,
pero lo esencial es que la sociedad no tiene la menor idea de dónde anda la
Contraloría cada vez que estallan escándalos de corrupción en el país y nadie
le reconoce el liderazgo que debería tener en esta materia.
La Contraloría no es un ente separado del sistema de
administración pública al que podrían sorpréndelo con un asunto mientras está
haciendo el seguimiento de otros. En el plan por crear un superpoder que pueda
disponer de la mayor información posible, en tiempo real, las oficinas de
control de ministerios e instituciones públicas, se convirtieron en unidades
operativas de la Contraloría de la República, con personal escogido y pagado de
su presupuesto, que no responden al jefe del pliego controlado, sino al señor
Khoury, como antes al señor Matute que creó esa estructura.
El problema no es que esta presencia cercana y la existencia
de manuales de procedimiento para cada decisión que involucra recursos, no
intimide a los funcionarios públicos, que temen verse afectados si se saltan
algún paso y caen sobre ellos. De hecho se sabe que muchas decisiones no se
toman para no ser luego objeto de investigaciones. Pero en ciertos niveles del
poder, ya se sabe que la Contraloría hace entrar otras consideraciones en sus
pesquisas y ahí los sentimientos son distintos. Nos referimos en primer lugar a
los casos en proceso que se quedan ahí mientras se va conversando por otras
vías con los implicados, pero que cuando el tema aparece en los medios, don
Khoury sale a decir que sí se ha estado investigando como consta en muchos
papeles.
En segundo lugar, están los casos en los que se recibe la
solicitud del Ejecutivo o de alguien influyente para que se caiga con todo
contra alguien: un presidente regional o un alcalde por ejemplo, a los que los
desnudan en todas sus determinaciones hasta encontrar algo de qué acusarlos.
Aquí la estrategia del Contralor es quedar bien con el poder, o mejor dicho ser
parte del poder del que debería permanecer autónomo para poder vigilarlo. En
estos intercambios la Contraloría puede ganar espacios, como que varios de sus
gerentes han derivado a viceministerios y jefaturas de instituciones claves,
armando una especie de red.
En tercer lugar, habría que preguntarse sobre la capacidad
moral del contralor Khoury (como ocurría también con su antecesor)para ejercer
el liderazgo anticorrupción, sin que alguien con poder le recuerde lo de la
quiebra del Banco Nuevo Mundo, o el supersueldo que se aumentó por su cuenta,
sus viajes acompañado con plata del Estado, etc.
12.10.13
www.rwiener.blogspot.com
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