Julio Arbizu es como un personaje de otra
historia que se ha quedado entre nosotros para hacernos recordar las promesas
que hicimos cuando el régimen de Fujimori llegaba a su fin y prometimos que
nunca más permitiríamos que nuestro país fuera gobernado por ladrones que
habían usado el poder para llenarse de dinero y para corromper todo el sistema
político, y que repetimos más tarde durante la campaña en la que Ollanta Humala
anunciaba que tras diez años perdidos por fin la corrupción recibiría su merecido
castigo, tanto en su vieja versión dictatorial como en la de los demócratas que
engordaron con la plata del fisco.
No fue Humala, sin embargo, que estuvo
atacado de una bacteria de “realismo” desde el primer día con la banda presidencial
y abandonó la ofrecida cruzada por la limpieza moral del Estado y el sistema
político, de la misma forma como desertó de sus demás juramentos
transformadores, sino un personaje desconocido para la mayoría, un abogado
joven, parapetado en una oficina del Estado con apenas unos cuantos medios
técnicos y unos ayudantes, al que el gobierno y el partido oficialista han
mantenido casi abandonado como si su tema no fuera el de ellos, quién se compró
el pleito de demostrar que sí era posible hacer algo en el campo de la
moralidad pública.
Este jacobino de tamaño físico más bien
pequeño, pero de corazón e inteligencia realmente fuera de serie, ha concitado
la atención pública porque se ha enfrentado a los más pintados del poder
corrupto. Tal vez la mejor forma de aquilatar su dimensión sea ver la manera
como levanta odios en el fujimorismo y el APRA, que son los partidos con
mayores pasivos de corrupción, y el extraño acompañamiento que éstos han
recibido del PPC y el partido de Acuña que ahora también piden la cabeza de
Arbizu. Pareciera que el nuevo ambiente de supuesto “diálogo” con los partidos
ha puesto sobre la mesa la relación de cabezas que deben rodar para que se
produzca el abrazo del conjunto de la clase política y el abandono de las
investigaciones sobre corrupción. Pero Arbizu no es solo un perseguidor de
políticos y funcionarios con uñas largas, sino que es el primero de nuestra
historia que está haciendo pagar las reparaciones civiles a las que estaban
obligados los asaltantes del fisco, el que ha impuesto embargos a los que se
resisten y el que ha desenmascarados diversas maniobras para trasladar los
bienes de los corruptos a terceros. Ha logrado también regresar al país dinero
en cuentas al exterior.
Hay quién dice que la primera dama ya le bajó
el dedo a Arbizu y que Ollanta no hará nada para defenderlo. Si ocurre será uno
de los baldones más sucios de este gobierno. Porque atentará no sólo contra
Arbizu, sino contra las últimas esperanzas que existen de que en este país no
nos gobiernen delincuentes.
29.08.13
www.rwiener.blogspot.com
1 comentario:
Estimado amigo Raùl Wiener, gracias por comentar sobre el trabajo Julio Arbizu, necesitamos por lo menos un Julio Arbizu en cada Región , si pudiéramos CLONAR mas Julios, seria fenomenal uno para cada Distrito y desde allí podemos eliminar la maldita lacra de CORRUPCIÓN, que lleva al fracaso a nuestro País.
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