La historia es más o menos así: un conocido
periodista, que viene recomendando desde hace algunos meses que el gobierno
tome medidas para recuperar la “confianza” de los empresarios y estimularlos a
la inversión, se reunió con el presidente del Consejo de Ministros después de
las fiestas patrias y le resumió su conclusión en el sentido de que Humala no
estaba dotado para trasmitir energía a los inversionistas y sacar al gobierno
del hoyo en que estaba metido.
La opción era que el premier pudiese conseguir algún
aire que hiciese bajar la temperatura de julio en la que se juntaron todas las
formas del malestar social: protestas salariales, oposición a las reformas
gubernamentales, movilizaciones regionales, con el malestar político generado
por la repartija en el Congreso; y eso tal vez podría conseguirse si desde el
más alto nivel del poder se convocaba a un diálogo del gobierno con todos los
partidos para hacer algo por el país.
¡Un diálogo! Pero, ¿sobre qué dialogar?, ¿con quién
dialogar?, ¿y quién convoca a este diálogo?, ¿qué se conseguiría con este
intento? El periodista que había sido de la idea explicó: no se puede poner una
agenda, porque cada quién tiene la suya, mejor hablar cosas generales a las que
nadie puede oponerse como necesidad de fortalecer la seguridad ciudadana,
unidad contra el terrorismo en el VRAEM, lucha contra la corrupción, etc.
Sobre los participantes del diálogo, lo mejor es que
no haya exclusiones, y que si alguien se autoexcluye sea su problema. El
problema va a ser el del APRA y el fujimorismo que si aceptan asistir van a
perder algo de su perfil de oposición dura y si se mantienen fuera se van a
aislar. Es posible que hagan varios zigzags después de la invitación y eso ya
les va a quitar un poco de beligerancia.
Sobre quién convoca y quién dirige el diálogo, estoy
seguro que la oposición va a reclamar que sea el presidente, si no lo hicieran
no serían oposición y no tendrían nada de que agarrarse. Pero no conviene meter
a Humala en esto. Primero porque no se le ve cara de que crea en estas cosas y
segundo porque van a haber, casi desde el comienzo, partidos que sí acepten
reunirse con el premier. Esto va a crear una presión mediática en contra de los
duros.
Además dice la regla del ajedrez que usar al rey en
las primeras jugadas hace perder la partida. Finalmente sobre lo que se busca,
lo principal es no ilusionarse con conseguir grandes cosas. Si se logra que la
atención pública cambie de eje y la gente empiece a hablar del diálogo, ya se ha
conseguido algo. Si el APRA y el fujimorismo dejan de perseguir ministros por
algunas semanas, también hay una ganancia. Si sale alguna declaración general
de todos los participantes sería excelente.
El diálogo tiene buena imagen y es bien difícil decir
algo en su contra.
Además, si en septiembre se emite finalmente el fallo
de La Haya, como ha sido anunciado, y nos favorece, entonces el gobierno habrá
podido pasar al otro lado de la tormenta y podrá tener otro tiempo adicional
que podrá empatarse con la etapa electoral que comienza el siguiente año.
El periodista se retiró después de haber dicho estas
palabras seguro de que le había abierto una pista al ministro. Cuando estuvo
frente a su computadora escribió: el diálogo es una buena idea, pero no hay que
crear demasiadas expectativas en lo que puede conseguirse a través de él.
Y así es que comenzó el diálogo y por supuesto Lourdes
Flores fue la primera en aceptar hacerse presente.
28.08.13
Columna de Wiener
Miércoles de Política Nº 9
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