¿Cómo
se explica que el juez que condenó a Alberto Fujimori por haber tenido
responsabilidad por la existencia y los actos de grupos irregulares de las
Fuerzas Armadas y la Policía que asesinaron a personas que vinculaban con el
terrorismo (muchas de ellas inocentes) y a opositores políticos, aparezca de
pronto como parte de una concertación para buscarle una salida al caso Chavín
de Huántar en donde también funcionó la misma cadena de mando que hacía operar
al Grupo Colina, con los mismos personajes (Fujimori-Montesinos-Hermoza) y con
el resultado de nuevas violaciones de derechos humanos en el proceso de la
lucha antisubversiva?
¿Cómo
se entiende que un abogado que proviene del campo de los derechos humanos,
convertido en ministro de Justicia de un gobierno que llegó prometiendo una
lucha contra la impunidad y que los violadores de derechos humanos serían
castigados, se preste a buscar una “unificación de criterios “ entre el
Ejecutivo y el Poder Judicial, luego que su despacho en coordinación con el ministerio
de Defensa y el agente peruano ante la CIDH, que estaba presente en el almuerzo
en Palacio de Justicia habían querido descalificar el peritaje que ya había
sobre el caso de la muerte del emerretista “Tito”, para establecer el criterio
de que no había habido ejecuciones extrajudiciales y no se debía condenar a
nadie por este caso?
Obviamente
no se explican ni se entienden estas conductas, si no se evidencia que tras de
ellas existía un interés superior, que el ministro le llama “el Perú”, cuando
se despide la doctora Rojjasi, y que en la conversación se le denomina “el
Estado”, pero que en realidad respondía a algo mucho menos elevado. Todo indica
que el presidente requería que este caso se tomara como sensible y se apuntara
a una solución que acabara con los debates y sentara el principio de una
operación impecable, no obstante que sus jefes hubieran sido los mismos que
realizaron hechos condenables en otros momentos y circunstancias. Es lo que
Jiménez resume en la expresión de que Montesinos Y Hermoza son unos miserables,
pero en este caso nada se pierde con no condenarlos ya que tienen otras
sentencias que los mantendrán presos.
Al
final, por “Tito”, tal vez el más duro e intransigente del grupo secuestrador,
no se va a traerse abajo al Perú, al Estado y a Ollanta Humala en su delicada
construcción de relaciones con las Fuerzas Armadas de las que procede. Pero ya
se vio. Cuando se conspira contra la verdad siempre se plantea el riego de sr
descubierto. Después de todo somos el país del chuponeo y lo que hablamos un
día puede salir publicado más adelante. San Martín, Jiménez, Cateriano y
Rojjasi, han mostrado la triste cara de la manipulación de la Justicia.
09.08.13
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